¿Nos convertiremos en un planeta con cero crecimiento?

El daño de las tierras fértiles de nuestro planeta ha sido el producto de la política del dejar hacer de un neoliberalismo despiadado, que sólo considera la cantidad de dinero que extraerá con la explotación severa de la tierra.

¿Nos convertiremos en un planeta con cero crecimiento?

Autor: Wari

Por Mario Briones R.

Cada año millones de toneladas de dióxido de carbono son expulsadas a la atmosfera. Los humanos expulsamos carbono, las plantas lo absorben y expulsan el oxígeno que nosotros respiramos. También existen millones de vegetales como fijadores de carbono naturales, los bosques, algas marinas y las especies vegetales que absorben el carbono de la atmosfera y así crecen. Las prácticas invasivas de la agricultura industrial con el abuso de pesticidas, fertilizantes químicos y mucha maquinaria motorizada, arados, tractores, grandes cosechadoras, incendios, dañan los suelos e impiden completar este ciclo de equilibrio, pues mueren los organismos que hay bajo tierra y si no hay pegamento que fije el carbono al suelo, éste se libera y el suelo es incapaz de sostener la vida que hay en él.

La pérdida de suelo es de aproximadamente un centímetro de tierra fértil que se dispersa en diversas formas; maquinaria, químicos, erosión por viento, etc. Es la desertificación que avanza y que hoy nos tiene con una crisis de la cual nadie parece hacerse cargo. Dos tercios del planeta están en proceso de desertificación y eso lo podemos ver en Chile. Cada vez que un proyecto como Dominga contempla una mina a tajo abierto y la construcción de un puerto “en el corazón del ecosistema del Archipiélago de Humbolt”, serán obras que provocarán un impacto irreversible en el ecosistema terrestre y marino. Uganda pierde aproximadamente del cuatro al 12% de su PIB debido a la degradación de la tierra (Bolwig, 2002). La degradación de las tierras agrícolas en el África subsahariana, un ejemplo clásico de una espiral descendente, se atribuye a la sobreexplotación, la agricultura extractiva, la escasez de insumos externos y la gestión inadecuada. ¿Se puede detener la avaricia? Esa respuesta la responderá Ud., cuando pueda decidir a cuánto renunciará del consumo.

La tierra está bajo una inmensa presión debido a una población que aumenta, lo que resulta en una creciente demanda de alimentos, fibras y viviendas. “Entre un tercio y la mitad de las tierras agrícolas del mundo se encontraban en estado degradado en 2010, y una cuarta parte estaba gravemente degradada (Dubois, 2011). Las Naciones Unidas estiman que la degradación de los paisajes agrícolas costó US$ 40.000 millones en todo el mundo en 2014, sin contar los costos ocultos por el aumento del uso de fertilizantes y la pérdida de biodiversidad y de paisajes únicos (Bai et al., 2008).”

Solo quedan 60 años de agricultura si continúa la degradación del suelo. Generar tres centímetros de la capa superior del suelo lleva 1.000 años, y si las tasas actuales de degradación continúan, toda la capa superior del suelo del mundo podría desaparecer en 60 años, dijo un alto funcionario de la ONU. (ROMA, Fundación Thomson Reuters). La verdad es que no se conoce con precisión la superficie de tierra degradada. Su evaluación está basada con frecuencia en el juicio de expertos más que en medidas objetivas, sin embargo, sabemos que para el año 2030 se necesitarán cada año, mil millones de toneladas más de cereales.

El daño de las tierras fértiles de nuestro planeta ha sido el producto de la política del dejar hacer de un neoliberalismo despiadado, que sólo considera la cantidad de dinero que extraerá con la explotación severa de la tierra. Así lo podemos apreciar en el “fracking” petrolero, cuya técnica consiste en introducir agua a alta presión junto con aditivos químicos y arena para fracturar la roca, liberando petróleo y gas a gran profundidad. Los riesgos son altísimos por la contaminación del agua para uso humano y agrícola de los aditivos químicos, las fugas de metano, además de la ocurrencia de sismos. El 97,5% del agua en la tierra es salada (océanos y mares) y solo el 2,5% restante corresponde a agua dulce.

¿Qué relación tienen los suelos con la economía y las finanzas preguntarán Uds? Existe un grave problema del hambre alimentario debido a la pobreza actual en gran parte del mundo y que el cambio climático podría aumentar. Se trata de una mayor dependencia de los países en desarrollo respecto a sus importaciones, en especial de granos, que los restarán de países pobres y acentuarán las diferencias existentes entre el norte y el sur en cuanto a provisión de alimentos. Las consecuencias serán grandes tensiones sociales y aumento del movimiento migratorio, como resultado de una política neoliberal nefasta, que no se ha hecho cargo de la distribución más equitativa del alimento, ni siquiera de la riqueza, sino de tener un ingreso mínimo digno para las personas.

Si hacemos un esfuerzo y aceptamos que los hombres adoptarán las medidas ecológicas para recuperar los suelos y se utilizarán prácticas de manejo agrícola adecuada para producir alimento suficiente para la población, aún nos queda por dilucidar un gran problema. El grave error de toda la construcción teórica en que se ha basado y se sostiene el neoliberalismo, que es el crecimiento. Analizando una hipótesis que ha planteado el profesor de economía en la Universidad de Northwestern, Robert J. Gordon, quien lleva mucho tiempo presentando argumentos contrarios al tecno-optimismo que impregna nuestra cultura y la afirmación constante de que estamos en medio de una “transformación revolucionaria”. Para sostener el crecimiento, agrego yo.

El profesor Robert J. Gordon, en su libro dice que la revolución tecnológica de la información no está a la altura de los cinco grandes inventos que impulsaron al mundo entre 1920 y 1970, la electricidad, el saneamiento urbano, los productos químicos y farmacéuticos, el motor de combustión y las comunicaciones modernas. El libro de Robert Gordon sobre el crecimiento económico tiene 768 páginas, y para dar su mensaje central recurre a muchas fuentes y anécdotas para contar y enriquecer un relato que aúna la innovación, la historia y la economía, para establecer que en la historia de la humanidad, el progreso económico fue increíblemente lento, “…desde hace tres millones de años hasta los comienzos de la Revolución Industrial, el nivel de vida se multiplicó por dos, con un crecimiento del 0,00002% cada año. Entre 1800 y 1870 volvió a duplicarse, y entonces fue cuando despegó la economía mundial”. En opinión del autor, las innovaciones actuales son mucho más reducidas y contribuyen mucho menos a mejorar el nivel de vida que las de aquel siglo tan especial.

En su libro, el autor recrea muy vívidamente el enorme cambio experimentado en la vida de los hombres y mujeres normales, primero en Estados Unidos y luego, a veces hasta con medio siglo de retraso, en varias partes de Europa. Sin duda, existen debates e interrogantes políticos aún sin resolver y desacuerdos profesionales. Gordon no tiene muy buena opinión de los tecno utópicos, y tampoco se detiene demasiado en la inteligencia artificial ni en que, gracias a la impresión en 3D y a Internet, la revolución de la información está extendiéndose del mundo virtual al mundo físico.

Gordon presentó sus argumentos una vez más en ASSA [Allied Social Science Associations] 2016, donde criticó un artículo de David Kotz y Deepankur Basu en una sesión de la URPE. Lo que dijo Gordon sucintamente en su crítica: «Las pruebas se acumulan cada trimestre que pasa en el sentido de apoyar mi opinión de que las contribuciones más importantes a la productividad de la revolución digital son pasado, no futuro. La razón por la que las empresas están gastando su dinero en recompra de acciones en lugar de invertir en plantas y equipos es que la actual ola de innovación no está produciendo novedades suficientemente importantes como para obtener la tasa de beneficio requerida». Si lo que dice el profesor Gordon es cierto, la actividad económica mundial estaría sostenida por una especie de fantasía engañosa que concluirá en un final terminal para la humanidad, incluido su intento de continuar con el modelo neoliberal de economía.

Los argumentos que entrega Gordon, es que, “la llegada de los teléfonos móviles e Internet no ha logrado generar una mejora sostenida del crecimiento de la productividad. La producción por hora trabajada en los EE.UU., creció a razón del 3 % anual, diez años hasta 1966, después de lo cual la tasa de crecimiento se redujo, cayendo a sólo 1,2 % durante toda la década de 1980. Después de la puesta en marcha de la web global, el promedio móvil se elevó al 2,5 % en los diez años anteriores a 2005. Pero luego cayó a sólo el 1 % en la década de 2015”. Luego agrega, “La productividad ha crecido recientemente muy por debajo de un aumento medio del 2,1 % de los últimos 67 años.” Es lapidario en datos.

Así, de acuerdo con Gordon, el nuevo gran paradigma para mejorar la productividad innovadora que supuestamente ha originado la revolución digital ha tenido lugar ya y el futuro del boom de los robots y la IA no va a suponer nuevos cambios. Gordon ha recopilado todas sus ideas y responde a los que han estado en desacuerdo con él en un nuevo libro, “The Rise and Fall of American Growth”. Hay economistas que están en contra de lo que dice el profesor Gordon, con una mirada optimista de quienes creen que, “el mundo está al borde de una explosión de la productividad impulsada por los robots, la inteligencia artificial, la genética, y una serie de nuevas ‘tecnologías de punta’, que modificarán los empleos y las funciones tradicionales hasta hacerlos desaparecer y reemplazarlos por robots y algoritmos”.

No sabemos qué ocurrirá, sin embargo, la crueldad de las guerras, las dictaduras de todo tipo, las personas exigiendo más y más de todo, la amenaza de una guerra nuclear latente, debiera conducirnos a una sería reflexión sobre si seremos capaces de vivir en un mundo plano en paz, pero con cero crecimiento, como lo fue antes de la revolución industrial, en cuyo caso el modelo neoliberal tampoco valdrá nada. El desaliento empieza cuando uno se encuentra con grandes poblaciones que todavía rechazan el uso de tarjetas para cobrar un pago, por miedo a que le roben el dinero o porque esconden no saber cómo operar una tarjeta, mientras otros ya están promoviendo viajes al espacio en plan de turismo.

Por Mario Briones R.


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