Nueva derecha y pelusas

Visto desde París, el impacto en la prensa chilena de la sonrisa inamovible de Guy Sorman parece insólito

Nueva derecha y pelusas

Autor: Wari

Visto desde París, el impacto en la prensa chilena de la sonrisa inamovible de Guy Sorman parece insólito. Primera conclusión: Los periodistas y comentaristas no saben quién es Sorman. Segunda: No entienden lo que dice. Guy Sorman es un payaso. Una suerte de Chicharra, de Tony Caluga o de Chancletín del pensamiento liberal que fue brevemente escuchado allá por los años noventa sin hacer reír a nadie y que está desaparecido del paisaje intelectual y político francés desde entonces.

No sé si cuando asoma la nariz en Chile le pagan -supongo que sí-, pero sé que Sorman vive desde hace muchos años de una editorial muy lucrativa que publica revistas comunales con subvenciones votadas cada año por los consejos municipales. Fue durante mucho tiempo concejal de una comuna acomodada de las afueras de París. Desde hace veinte años han surgido en Francia generaciones de intelectuales sin complejos, que no dudan en declararse de derecha. Son por lo general filósofos de formación y se dedican a la literatura, a la historia o a las relaciones internacionales.

El filósofo republicano Alain Finkielkraut, por ejemplo. O Luc Ferry, el efímero ministro de educación de Sarkozy que se destacó por tener a sus propios hijos no en el excelente sistema de educación pública francés, sino en escuelas privadas, y que ha publicado varios libros sobre la belleza, el cristianismo y la moral. O los otros dos payasos de la ex “nueva filosofía”, Bernard-Henri Lévy y su yunta, André Gluksman, que han escrito de todo y de cualquier cosa.

Todas las mañanas en la radioemisora pública France Culture tienen sus crónicas los opinólogos conservadores Alain-Gérard Slama, profesor de ciencias políticas y especialista del Siglo de las Luces, y Alexandre Adler, que como tantos políticos de la Concertación rodó con suavidad del Partido Comunista al Partido Socialista antes de escurrirse hacia la centro-derecha y terminar proclamándose admirador de los “neo-cons” norteamericanos.

En el Collège de France, institución universitaria plurisecular, enseña Marc Fumaroli, uno de los mejores especialistas de la literatura francesa del siglo XVII, hombre reciamente de derecha también. Hay respetados juristas, historiadores, novelistas, etc., de derecha, que participan en el debate intelectual y político cotidiano. A tal punto, que ser reaccionario ya no es un estigma social ni intelectual, y no faltan quienes se han dedicado a escribir acerca de un supuesto “pensamiento” reaccionario en Francia (como el “Pequeño tratado de las virtudes reaccionarias”, de Olivier Bardolle o “En la mente de un reaccionario”, de Eric Brunet, recién publicados).

Pues bien, nadie, ninguno de ellos, cómo ninguno de los muchos otros que no cito, reconoce a Guy Sorman como algo más que un Tony Caluga oportunista que tuvo su cuarto de hora de gloria en los años noventa. Para todos fue entonces, y sigue siendo, un sonriente mediocre que da brincos entre Boulogne-Billancourt, Estados Unidos y Chile, vendiendo unas ideas “libertarias” abolladas y de poco valor. El breve impacto que provocó al caer por nuestras tierras pregonando una “nueva derecha”, de la cual Sebastián Piñera podría ser el paladín universal, demuestra una vez más lo lejos que está Chile del resto del mundo. Muestra el gusto que sigue teniendo la derecha chilena por una ideología económica impuesta en dictadura y representada por Rolf Lüders y Hernán Büchi, ambos admirados por un Sorman que se quedó pegado en una moda de hace veinte o treinta años atrás.

Lo que dijo a El Mercurio del país que descubrió en este viaje (pero que parece no haber visto nunca antes, a pesar de haber venido regularmente desde 1986), no deja de tener sin embargo un insoportable valor de realidad: Somos un país pobre, lleno de indios y gobernados por una casta riquísima y de tipo europeo -y nos parecemos, en ese sentido, a tantos otros países sudamericanos que despreciamos-. La prensa escrita, la radio, la televisión, prefirieron quedarse con la idea hueca de “nueva derecha”.

En nuestro finis terræ, el aislamiento mental y la falta de ilustración siguen siendo la norma: Una mera pelusa, por el solo hecho de haber volado desde el otro lado del mar, parece echar destellos. Pero cuando advertimos lo poco que nos muestra esa débil luz sobre nosotros mismos, cerramos prestamente los ojos.

Por Armando Uribe Echeverría

Profesor asociado, Universidad de Cergy-Pontoise (Francia)

Polítika, primera quincena diciembre 2010

El Ciudadano N°92


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