La Nueva Era de la marihuana o cannabis en Chile es lo que viene a continuación de la aprobación de legislar en la Cámara de Diputados, el martes 7 de julio recién pasado, sobre cambios en la ley para despenalizar el autocultivo y expendio para uso medicinal. Otro paso, en un proceso de décadas por modificar el enfoque sobre el consumo de drogas desde un control restrictivo -que resultó el típico elefante en una cristalería, por otro más coherente con la ética del momento basado en los derechos humanos y la autonomía personal.
Es el momento de ir a fondo en el dialogo social. Hasta ahora las posiciones “represivo prohibicionistas” se han estado resistiendo al cambio propuesto, a pesar que los mitos grotescos de los contenidos que fundamentaban parte de sus leyes de control, se agrietaron y terminaron desplomándose por la información masiva de la población que trajo el progreso tecnológico en comunicaciones y por las dinámicas de los movimientos de cambio apoyados en ellas. Por su parte, los que levantan los cambios para una nueva política de drogas caen en nuevos mitos e idealizaciones.
Por eso creo que hoy el debate tiene que ser honesto y lo más profundo que podamos porque necesitamos tener la mejor conciencia en vista que las próximas leyes que rijan el tema dependerán de ello y no de defender posiciones ad ultras, repetir lo mismo sin escuchar y querer ganar a toda costa. El único compromiso es con hacer las cosas bien, y no me refiero a los líderes solamente, sino a la población. Por eso que de tantos puntos que se conversan hoy día voy a opinar sobre algunos más visibles y álgidos, sin querer agotar el tema.
Nominación: Marihuana, cannabis o cáñamo son tres nominaciones legítimas para la especie. No hay una más correcta que otra. A algunos les gusta llamar cannabis a la planta como la forma ”correcta” y no marihuana, porque la marihuana se confunde o incluye cuando se usa con aditivos como la famosa “marihuana prensada” o “paraguaya”, o con cualquier presentación que no sea la planta pura y sus sumidades floridas. Estamos tratando de salir de los mitos y los golpes de poder, no instalemos nuevos mitos solo defendamos lo que creemos. Obvio que, también podemos contaminar la palabra cannabis diciendo que la paraguaya es “cannabis con aditivo”, sería lo mismo. Cannabis es el término científico y representa una etapa, un modo de conocimiento, pero no tiene autoridad para decir a los nombres dados por la población qué es verdad y que no. No empecemos con discursos de dominación igual como aquello a quienes estamos criticando: esto es lo bueno y esto es lo malo, lo correcto y lo incorrecto. La planta tiene su historia, ha aparecido a través del mundo nombrada como la gente que ha vivido en su presencia le ha parecido hacerlo. Respetemos sus nombres, sus alias, en los que están los diferentes sentimientos y servicios que ha producido en su relación con la humanidad (y otras especies seguro); después de todo, los nombres científicos también son alias.
Aumento de consumo: En las encuestas de Senda de los últimos años las cifras de consumo en adolescentes han aumentado bastante. Lo primero es que seamos precisos: no son cifras de consumo sino de “declaración de consumo”. Las cifras cuando primaba el prohibicionismo en descampado eran bajas, y se sospechaba que era una subestimación, justamente porque la gente tiende a esconder una conducta desacreditada. Ahora la marihuana o cannabis tiene menos percepción de riesgo porque hay mejor información sobre sus características reales. Los sectores conservadores como el gobierno, sociedades científicas y de salud mental de niños y adolescentes por ejemplo, han acusado al movimiento aperturista por el cambio en la política de drogas de ser los responsable. Yo creo que sí, por lo menos no hay ningún otro factor que explique mejor este cambio hasta ahora. Pero los estudios aquellos muestran que mientras mayores son los jóvenes y mejores sus condiciones socioeconómicas y educacionales, los síntomas de consumo con dependencia son más bajos. ¿Qué se podía esperar? ¿Que cuando mejora la percepción de las características de la planta y se desenmascara una falacia que la satanizaba su “declaración de consumo” no iba aumentar? No solo va aumentar si no que aumentaran los “falsas declaraciones de consumo” porque es bien visto decirlo en la explosión del apogeo. Las experiencias equivalentes en otros países muestra que finalmente el consumo se estabiliza y no crece, incluso en Holanda donde si puede consumirse marihuana o cannabis siendo mayor de 18 años en lugares públicos específicos para ello sin problemas.
Niños, adolescentes y jóvenes: Este es un punto sensible, pero no estamos legislando para ellos sino para toda la sociedad, digamos: nosotros fuimos como ellos y ellos serán como nosotros. Parto de la base de que cuidaremos a todos lo grupos etarios con el mismo afecto y celo. Afirmo que lo niños, adolescentes y jóvenes pueden beneficiarse con el consumo de marihuana o cannabis. Se abusa de la información de que el cannabis produce efectos negativos en las personas de menor edad porque tienen el cerebro en formación. Pero también se puede decir lo contrario: porque tienen el cerebro en formación les beneficia el efecto de la marihuana o cannabis porque el conjunto de acciones que posee sobre el organismo evidentemente mejora varias funciones mentales, afectivas, cognitivas (incluyendo la memoria que en consumos excesivos podría disminuir según algunos estudios), conductuales y sociales. Agreguemos que el uso medicinal relevado en el último tiempo, pero conocido desde miles de años, en los niños ya es una convicción de salud y ética general.
Existen unos escasos estudios que muestran que en personas con uso regular y permanente en exceso de la planta y con síntomas de dependencia, probablemente combinada con otras drogas y condiciones sociales desfavorables, presentan una disminución de su funcionamiento cerebral y una baja de 8 puntos en el coeficiente intelectual.
Pero, hay fundamentos para entender que los jóvenes y adolescentes la usan por “positivación afectiva”, pertenencia grupos, identificación e integración, todo lo que se relaciona coherentemente con el perfil de efectos propios de la planta. Mal que mal en eso consiste ser adolescente: empezar su vida sentimental, experimentar, iniciarse en las drogas de su cultura, definir su identidad, buscar un rol social y laboral, salir progresivamente del hogar. Hoy esos grupos etarios (especialmente jóvenes y adolescentes) están consumiendo marihuana o cannabis y otras sustancias psicoactivas mas peligrosas para estos que son sus desafíos propios, y las actual legislación no lo han impedido, al contrario los enardecen los obligan a ocultarse y a tener desconfianza de los contenidos de prevención o advertencia de los usos peligrosos: en otras palabras están más solos, mas lejos y más expuestos.
Desvirulización del tráfico: Las sociedades ponen leyes, y si prohíben algo que la población demanda “declaran el tráfico”, porque esa transacción no se puede realizar legalmente, nace el mercado negro. Mientras más se persigue lo prohibido, -con más represión y violencia- se va produciendo una escalada de criminalización de los participantes. Fortalecer la represión es seleccionar a los criminales que quieren dar la pelea dura con el estado, en un negocio en ascenso porque hay menos competencia pero o se vive o se muere, y se van condensando así proveedores de drogas -en este caso- cada vez de menos escrúpulos, organizaciones criminales armadas etc., ya sabemos de sobra esa tragedia.
Con el autocultivo los sectores progresistas creen que se va ha quitar al narcotráfico parte de su ganancia, que con el autocultivo el consumidor no va a entrar en contacto con los traficantes criminales ni con otras drogas más duras. Por otro lado los conservadores no creen que la pérdida del narcotráfico por el autocultivo sea significativa y que con la disponibilidad de porte de hasta 10 gm. de cannabis (20 pitos) y los 500 gr. de posesión (1000 pitos) se producirá un enmascaramiento del tráfico.
La experiencia no muestra que las grandes masas de consumidores recreacionales sean buenos cultivadores, por lo tanto van a tener que proveerse de otro lado, que si no es del regalo de alguien sería por tráfico, aunque sea de un amigo. Los consumidores medicinales o por desarrollo personal, psiconautas son grupos de menor volumen y con una motivación específica que justifica y respalda darse el trabajo de autocultivo; lo que no cubre la demanda política y social de mayor impacto y significado de los consumidores recreacionales o por cualquier motivación que son las grandes mayorías, aquellos 250.000 por ejemplo de la última marcha.
Pienso que puede haber una “desvirulización del tráfico”, aunque llegara a aumentar -si es que ocurre- en las cifras por un tiempo. Pero si la marihuana se reconoce como blanda, con menos riesgo que el mismo alcohol, el tabaco, y con menos colaterales que muchos remedios, y por lo tanto baja la furia represiva sobre un producto satánico que fue la que selecciono a proveedores cada vez de mayor criminalidad, lo opuesta va a redundar en un ablandamiento de la criminalidad de los que trafican. Como antes, cuando en los 70s parecía que quien vendía marihuana era una señora corriente que traía el producto de los Andes.
Así que queda pendiente como se va a abordar el gran consumo, que no sea por el autocultivo, a no ser que se agregue el Estado, venta tipo coffeshop, o clubes de cannabis. O que se quite toda prohibición y de facto se acaba el tráfico que ha sido declarado por el solo acto de prohibir o ilegalizar, pero esa es una discusión más profunda. Por el momento hay una impredictibilidad sobre el cambio en el tráfico pero no confundir con que esto sea un obstáculo para quedarse sin hacer los cambios, porque lo que hay es malo y es injusto, además de que por ser injusto ya es malo.
La peor droga es la mala fe, el peor tráfico la mentira. De ambos lados se preguntan ¿Por qué no ha estado el gobierno ?…está, esta en contra.
Avelino Jiménez Domínguez
Psiquiatra
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