[ADVERTENCIA: cualquier similitud con quienes van a camarines es más que sólo coincidencia]
Partiendo de la elección del equipo político que cubrirá el largo y el ancho de la estructura de gobierno y desde la premisa de que nunca es una buena carta montar una fachada con colaboradores y militantes oficialistas, vinculados a destacados antivalores, actos y hechos condenados y condenables, surge de inmediato preguntarse por qué. ¿Es una provocación abierta?, ¿Es un descuido estratégico?, ¿una piñericosa más?
Nada de eso. Es que la valoración moral y los efectos jurídicos para el grueso de la sociedad, no es idéntico al de las elites del poder económico y político. Claro, porque esos actos condenados y condenables que juzga el ciudadano común, se erigen ante la historia de la clase dominante, como fundamentales para la actual configuración del poder y la hegemonía de las minorías gobernantes.
No hace falta más que observar cómo un José Antonio Kast (zapador de un mundillo rancio que saca las castañas con manos de gato) habla con rostro de nadie me comprende, sobre cuestiones valóricas: no es que estas minorías no tengan sujetos fuertes en el área de la cultura. Lo que pasa es que su cultura no es nuestra cultura: es sólo su cultura. Es la cultura del pisoteo, del mangoneo, del tiroteo si no me entiendes ni obedeces. Así es que mensaje para el facherius chilensis-fachus: ¡arriba esa autoestima! ustedes tienen flor de cultura, sólo que nadie más que ustedes la comparten. ¿Hace falta aportar más evidencia que la que ofrece la fricción ideológica cotidiana entre las minorías referidas y la opinión de las más amplias mayorías nacionales, en los temas socio-culturales, económicos y jurídicos, profundos?
Entonces: (eufemismos posmodernos al margen) desde este piso, la clase dominante reivindica a sus líderes: aquellos que son capaces de actuar desde los intersticios de impunidad de una legislación y un sistema jurídico, diseñado para la dominación y la concentración del poder, con amplios campos de opresión y marginación selectivas. ¡Qué mejor ejemplo para todo esto, que la totalidad de la instalación de los poderes fácticos de la hegemonía de clase!: colusión, robo, desfalco, legislaciones para la depredación de los bienes públicos, tráfico variopinto, prevaricación, evasión tributaria, obstrucción protegida de los procesos jurídicos, falsificación, montaje criminal y una larga lista de actos teóricamente tipificados como hechos atentatorios en contra de la sana convivencia y las buenas costumbres, que cometidos por la elites se han transformado en un escenario de hipócrita normalidad y de estatus, en un país que para su más amplia mayoría, se derrumba en una suerte de demolición controlada, dando paso al espíritu de la empresa privada, como columna vertebral de la refundación del concepto de patria.
La segunda línea de causas de esta “selección de personal” necesaria, se refiere al campo social representativo real: Chile ha logrado instalarse –neoliberalismo mediante- como uno de los países de mayor desigualdad entre los extremos socio-económicos y con una de las más altas tasas de concentración de la riqueza. Esto, dicho al pasar, significa que de los 433.750 millones de dólares del PIB, 143.137,5 millones de dólares se concentran en 173.500 personas (el 1% del total de la población nacional). Es decir, los 25 mil dólares per cápita de la economía chilena, se traducen en que este 1% cuenta con un per cápita de 825 mil dólares (561 millones de pesos anuales aproximadamente) es decir, alrededor de 293 veces el per cápita de los sectores con menos ingresos, que si se calcula sobre la base de un aproximado de 4 millones de personas activas que ganan el sueldo mínimo, y se asocia a un activo, un pasivo, suman más de 8 millones de personas. Por su parte, el Banco Central declara que el 72% de la riqueza de Chile se concentra en el quintil de más altos ingresos, es decir en sólo el 20% de la población, mientras más de la mitad de la población, vive sin acceso adecuado a salud, educación, vivienda, transporte y pensiones.
De acuerdo con las estimaciones proyectadas de los efectos sociales de la desigualdad y concentración de la riqueza (aparte del hecho de tener la más alta tasa de suicidios infanto-juvenil del mundo) queda claro que el campo social desde donde se puede nutrir la esfera oficial del poder político oficialista, no tiene mucho de donde elegir. No nos confundamos: los resultados electorales no hablan de pertenencia, sino de manipulación de conciencia, de intencionada pobreza intelectual, de confusión política; sólo hablan de una cantera social políticamente funcional a las estrategias de dominación, sin conciencia sobre las causas de su condición de marginalidad ni de la capacidad de cambiar el mundo con disciplina, organización y compromiso.
Tomando en cuenta la naturaleza del origen de las riquezas patrimoniales de esa pequeña población privilegiada, se evidencia que quienes le representan, auténtica y coherentemente en la esfera política, con dificultad se pueden desvincular de su cuestionable calidad moral, cuando ésta se valora desde la evidencia del bien y la razón común.
Un verdadero drama, porque está claro que el poder político no sólo se puede abastecer de legítimos representantes de la alta burguesía criolla: son tan pocos, que deben privilegiar lo necesario: el foco estratégico es generar riqueza y concentración de capital a partir de las piezas de la economía y mantener el poder político como núcleo regulador normativo y organizador de las fuerzas coercitivas; los aparatos de control en toda su amplia gama de expresión social.
Pero hay que armar el almanaque hacia abajo también. Aquí es cuando entra a la cancha la transfiguración histórica del ejército de yanaconas: ese mismo ejército de sujetos insustanciales que superó -por mucho, en número- a los propios conquistadores de la colonización española, y que muta en el curso de las aguas y se arrima como servil vasallo de los nuevos poderes que van armando este corral de los acantilados del Sur-Oeste americano, y al son de las danzas patronales, ofrece su acto mercenario, su silencio cómplice y su sombra otoñal.
¿De dónde saca entonces, la actual nueva administración, a sus representantes políticos, para ocupar los cargos del poder?… Parece que la matriz del egoísmo y la matriz del servilismo asoman en primera y segunda línea y no hay más.
Como dicen por ahí en los campos chilenos, donde bien saben de entre gallos y medianoche: si tiras la cola, sale la vaca. No diré nada más, porque sé que el lector irá por la senda deductiva precisa, evidente y correcta. Me arriesgo y dejo el guion de la historia con final abierto. No me gustan las historias con final abierto, pero en este caso resulta –a su vez- un final necesario.
[El equipo suplente da paso a los titulares]
Chiloé, Marzo de 2018.