Obama en Chile y el Perro de Pavlov

No nos vengan con cuentos

Obama en Chile y el Perro de Pavlov

Autor: Cesarius

No nos vengan con cuentos. Barak Obama no eligió pasar por Chile (y por Brasil y El Salvador) por pura casualidad y buena onda. ¿A qué vino realmente? Tratándose de un personaje tan singular (no todos los días un Wasp tan bronceado llega a la presidencia de Estados Unidos y más encima decide visitar una provincia tan lejana como Chile), una simple pregunta como ésa tiene demasiadas respuestas plausibles.

Está, en primer lugar, la respuesta de la curiosidad turística. ¿Qué haría usted, estimado/a lector/a, si fuera el gobernante del imperio de mayor poder económico y militar que ha conocido la humanidad y su confiable y altamente profesionalizado cuerpo diplomático le informara que la presidencia de un país bananero ha sido ocupada por una persona de quien sus socios políticos pregonan, on and off the record, que es titular de una imbecilidad de concurso? ¿No querría usted viajar a ese país en plan de safari para ser testigo presencial de semejante exotismo tercermundista?

Para serle franco, estimado/a lector/a, yo no sólo haría el safari. También me llevaría de vuelta a algunos ejemplares de los socios políticos para exhibirlos en un zoológico. Pues una cosa es ser imbécil y al mismo tiempo ambicionar la Presidencia; pero algo totalmente extremo, casi fuera de serie, es ponerse a las órdenes de ese imbécil y convertirlo efectivamente en presidente, a sabiendas de su imbecilidad, sólo por angurria de un poder político que al final de cuentas igual les es esquivo. Bien vista, la de los socios es la imbecilidad al cuadrado. Y, en cualquier zoológico norteamericano, un espectáculo tal podría darle dura lucha por la audiencia hasta al legendario hombre elefante.

La segunda respuesta es la narcisista. Todo gobernante de una república que, por esa su condición, no recibe las pleitesías de un monarca, realmente sentiría obnubilación si, a cambio de una mísera e indigna foto, fuera objeto de genuflexiones, actos de idolatría y cuasi-besos en el anillo de parte de todo un grupo de profesionales del periodismo. Si el ego de Obama recibió un masaje reparador con la conducta ni siquiera de súbditos, sino directamente de lacayos, de los/as periodistas chilenos/as que acompañaron la gira presidencial de Michelle Bachelet a Estados Unidos.

Entonces, tiene sobradas razones para venir a Chile en busca de una leve terapia egótica de parte de la prensa local, sobre todo ahora que su popularidad y su fuerza política en el Congreso se encuentran más diezmadas que erario público estadounidense premiando a los especuladores responsables de la crisis sub-prime. Es más, sería una terapia tan poco costosa que a pocos/as parece importarles el carácter altamente alegórico de un episodio como el protagonizado por los/as periodistas chilenos/as, que representó fielmente, en un escenario reducido y con actores de poca monta, lo que ocurre a gran escala en el ámbito global y con sus principales protagonistas: la sumisión irredenta a Washington de la industria de la gran prensa mundial.

La tercera, es la respuesta patronal. Puesto que el gobierno de Estados Unidos dio la orden de construcción de la Planta de Campiche (y quién sabe qué otras cosas más) y que el/la peón local se comprometió ante la embajada a cumplir con ese mandato, modificando, si era necesario, una ley de la república para satisfacer las expectativas del patrón, entonces ciertamente Obama se sintió con el derecho de venir a corroborar en terreno si los deseos norteamericanos habían sido cumplidos a cabalidad. Y de eso, por cierto, Obama no es culpable. No está a la cabeza del Gobierno que en este caso se comportó como lacayo.

La última, es la respuesta psicológica. O, más precisamente, de psicología conductista: Obama en Chile es una suerte de condicionamiento operante y de reforzamiento positivo. En efecto, como el que suscribe viene anunciando desde hace tres años, en la Revista Análisis del Año (Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile), desde que Bush Jr. asumió la presidencia de Estados Unidos, el poder y la influencia de la primera potencia mundial entró en fase de lenta pero constante y (probablemente) irreversible decadencia en el orden global.

La obsesión casi ciega de Bush por enriquecer aún más a la industria bélica y petrolera estadounidense con su intervención (¿genocidio?) en Irak le costó a Estados Unidos la pérdida de influencia en este su patio trasero latinoamericano, donde emergió y creció una fuerza hemisférica (el chavismo) que poco a poco ha empezado a disputarle espacios multilaterales en la región. Entre los años 2000 y 2008, no sólo los socios políticos de la Venezuela de Chávez han cambiado el equilibrio regional multiplicándose exponencialmente, sino que además han creado mecanismos de deliberación hemisférica (como Unasur) que excluyen intencionalmente a Estados Unidos.

El otrora hegemónico Consenso de Washington se transformó con Bush Jr. en el disenso de América Latina. Y otro tanto está pasando en la actualidad con Obama y las sublevaciones populares de los países de Medio Oriente. La caída de Mubarak en Egipto y, aunque en principio no lo parezca, también la crisis de Libia, marcan el inicio de un proceso de pérdida de influencia de Estados Unidos en una zona de gran interés estratégico y económico para el capital global. Y como había ocurrido en América Latina con Bush, el inevitable resultado de las crisis en Medio Oriente no parece ser otro que un nuevo retroceso de Estados Unidos en el orden mundial.

Obama no se ha quedado cruzado de brazos ante la pérdida de influencia norteamericana en las Américas. Ha intentado recuperar posiciones con tres nuevas políticas hacia el hemisferio. En primer lugar, la displicencia de Bush hacia esta región ha sido sustituida por una nueva doctrina de intervención activa en países controlados por el chavismo, a través, por ejemplo, de la coordinación con las oposiciones locales de acciones de desestabilización y de toma del poder. Así ocurrió abiertamente en la Honduras de Zelaya y no es improbable que también en la sublevación policial de Ecuador.

En segundo lugar, el gobierno de Obama, heredando una estrategia de Bush Jr., está usando los recursos de su cooperación internacional y las posibilidades de firma de Tratados de Libre Comercio (ATPDEA) para presionar a los países chavistas a morigerar las políticas que son contrarias a los intereses políticos o económicos de Estados Unidos. Así ocurre fundamentalmente con Bolivia.

En tercer lugar, está iniciando una recomposición de las fuerzas hemisféricas pro-Washington para contrarrestar el avance del chavismo. Para eso, dos son los caminos estratégicos que parece haber elegido. Por un lado, incitar a los gobiernos que mantienen neutralidad o simples relaciones de simpatía con el chavismo a que marquen distancia con Caracas. Por eso la visita a Brasil y El Salvador, cuyos gobiernos (del PT y el FMLN, respectivamente) mantienen intensas simpatías pero algo ambiguas posiciones ideológicas respecto a la Venezuela de Chávez. Por el otro lado, reforzar los liderazgos pro-Washington en la región, algo que ha adquirido una gran urgencia para Estados Unidos a raíz de que Santos, el nuevo presidente de Colombia, ha abandonado la política de Uribe de tensionar y friccionar intencionalmente sus relaciones con Venezuela.

¿Y qué liderazgos pro-Washington podría reforzar Obama en la región? No tiene muchas opciones. Podría intentar reforzar el liderazgo regional de Alan García con una visita al Perú, pero el país del Rimac celebra elecciones presidenciales este año y las urnas peruanas suelen ser las más impredecibles de la región. Podría resultar vencedora Keiko Fujimori, que se encuentra segunda en las encuestas, tanto como Ollanta Humala, que está en el cuarto o quinto lugar. Y como después de la crisis sub-prime se ha puesto de moda la aversión a los riesgos, Washington no va a perder una visita a la región para poner todas sus fichas en una jugada de resultados altamente inciertos; la acción peruana no parece redituar a mediano plazo. También podría convencer a Santos de volver a la política de confrontación abierta con Venezuela que tan buenos dividendos con Washington le rindió a su antecesor. Pero Santos ya ha dado demasiadas muestras de querer imprimirle otro sello a su gobierno y, ciertamente, mantener un perfil sustancialmente más bajo en la región.

La única opción que le queda a Obama es, por supuesto, Chile. Acá no sólo va a encontrar tierra abonada entre todas las fuerzas políticas relevantes para cualquier arenga, abierta o solapada, en contra de Chávez y Venezuela. Lo más importante: la nueva hiperventilación instalada en La Moneda ya ha dado sendas señales públicas (y, ciertamente, también mensajes privados, algunos de ellos ventilados por Wikileaks) de querer destacar en la sala de clases por liderar el bloque anti-chavista. No sólo impulsa una integración bursátil con Perú y Colombia, los dos más importantes paladines del anti-chavismo sudamericano. Además, hace esfuerzos diplomáticos significativos por gestionar el reconocimiento de la presidencia de Porfirio Lobo en Honduras, algo que pone a la política exterior chilena en abierta confrontación con el bloque chavista.

La visita de Obama a Chile, en este marco, parece tener el objetivo de premiar e incentivar estas conductas diplomáticas y aquel liderazgo hemisférico de La Moneda. En términos técnicos, Obama está poniendo en práctica las teorías del médico y fisiólogo ruso Ivan Pavlov, ése que premiaba a su perro con comida cada vez que, al escuchar una campaña, se ponía a salivar. Esta técnica fue usada después por la psiciología conductista norteamericana (fundamentalmente por Watson y Skinner) para incitar determinadas conductas en los animales. Las conductas deseadas se premian con algún estímulo placentero (“reforzamiento positivo”) y las no deseadas son inhibidas con estímulos desagradables (“reforzamiento negativo”). Todo este procedimiento ha sido proclamado por los propios conductistas como una técnica de programación de los seres vivos, y es conocido con el nombre de “condicionamiento operante”.

Hoy Obama está desempeñando el papel de Pavlov. Su visita a Chile funge como condicionamiento operante a través de reforzamiento positivo. ¿Y el perro de Pavlov? Y bueno, el perro… yatúsabes.

Por Daniel M. Giménez

Sociólogo. Militante del Partido de Izquierda – Paiz. Twitter: http://twitter.com/Ego_Ipse.


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