Otra obviedad sobre “Emilia Pérez”

Columna Jean Lenin Corona

Otra obviedad sobre “Emilia Pérez”

Autor: Jean Lenin Corona

No pretendo sumarme a la indignación colectiva en torno a «En busca de Emilia Pérez» por su representación trivial de la violencia en México. Quiero, más bien, explorar los factores que hacen problemático al filme y que influyen en su recepción más allá de sus méritos artísticos.

Partiré de una obviedad: nada de lo problemático en la realización, distribución o crítica de esta película es accidental. Todo responde a decisiones conscientes. No se trata de críticos premiando una buena película pese a sus problemas éticos, sino de una obra que se convierte en estandarte de una guerra cultural. Esto podría condenarla a no trascender más allá de los titulares del lunes posterior a los premios Óscar.

La película busca ser polémica desde el principio. Esto la hace oportuna para algunos y problemática para otros. Es imposible analizarla como un producto artístico desligado de su contexto político y cultural, porque esa parece ser su intención desde sus premisas, no trascender de su contexto: una actriz transexual española interpretando a un narco mexicano, un musical francés sobre el narcotráfico que ni se filmó en México ni contó con actores nacionales.

Estas decisiones polémicas —ya sea para visibilizar o provocar— han hecho que la película sea competitiva en taquilla y festivales. Desde sus primeras premiaciones, fue polémica por lo antes escrito, sin embargo, ahora que se sabe como candidata a llevarse hasta trece premios de la academia, el debate gira en torno a sus mensajes: como declaración política en favor de representaciones diversas o como desafío al nuevo conservadurismo emergente en Estados Unidos.

Las premiaciones artísticas suelen emitir mensajes que van más allá de los méritos técnicos. En el caso de «Emilia Pérez», el debate parece centrarse en su trascendencia política y cómo se las ha ingeniado para sortear las críticas que se le hacen desde México, donde hasta el cierre de este texto no se ha estrenado. La Academia de Ciencias Cinematográficas de Los Ángeles, organizadora de los Óscar, tiene cerca de nueve mil quinientos votantes que deciden primero por gremios y luego en general. Su composición ha sido criticada por favorecer a ciertos sectores y aún así sus decisiones suelen ser tomadas como si se tratara de cierta autoridad imparcial que las emite o un consenso uniforme. 

Premiar o no a «Emilia Pérez» reflejará tensiones políticas más que un juicio sobre su calidad, lo cual no es nuevo en estas premiaciones, existen años en los que una película bélica es premiada por obras mejor logradas en nombre del nacionalismo norteamericano. Lo novedoso es que “Emilia Pérez” parece estar enfilada a esa misión desde el inicio.  La industria cinematográfica estadounidense tiene intereses clave, como acceso a equipo militar, regulaciones sobre inteligencia artificial y mercados internacionales como China. Sin embargo, muchas estrellas de Hollywood han rechazado abiertamente la retórica del MAGA y apoyado agendas progresistas.

El contexto actual agrava estas tensiones: Estados Unidos endurece su discurso conservador al reconocer solo dos géneros y complicar la vida de migrantes, especialmente mexicanos. Estos temas son centrales en «Emilia Pérez». Así, premiar esta película podría interpretarse como un acto de oposición al gobierno de Trump. No premiarla podría buscar conciliación.

Otra obviedad sobre «Emilia Pérez»: su impacto no radica en su calidad cinematográfica, sino en su función como herramienta dentro de una guerra cultural que apenas comienza. Es presa de su propio problema de origen: decidió ser una bala en esta batalla.

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