Por Nelson Carrasco Bravo, Analista Político
El ultraderechista logró que el 55% de los argentinos lo votaran en el reciente balotaje presidencial. Mediante una campaña comunicacional del terror, convenció a un electorado desesperado sobre la necesidad de hacer un brutal ajuste económico, con una política de shock, repetida tantas veces en la República Argentina.
“El ajuste caerá enteramente sobre el Estado y no sobre los privados”, sostuvo en su mediocre discurso de asunción del mando.
En la misma línea, durante la campaña dijo que no habría más impuestos, que todo caería sobre la “casta política” que robó por más de 100 años, que terminaría con el Banco Central, que reduciría el Estado a su mínima capacidad, que no tendría relaciones con Brasil y no haría negocios con China, que el primer país en visitar sería Israel -al que admira profundamente por lo demás-, y que Argentina, después de 18 o 24 meses lograría ver la luz, y así, una larga lista de disparates y pelotudeces sin sentido con las que logró hipnotizar al pueblo argentino.
Lo peligroso de estos “nuevos líderes” conservadores, es que son parte de una vieja receta político-económica que permite la concentración del capital en muy pocas manos. Esto hay que repetirlo una y mil veces. Los que verdaderamente manejan el modelo -un pequeño grupo de privilegiados vinculados al lobby sionista y al imperialismo norteamericano- necesitan crear vacíos políticos, sociales y morales para levantar un mesías que esté dispuesto a cometer en nombre de ellos las peores acciones criminales. Lo realmente siniestro es que lo propalan a los cuatro vientos, sin pudor alguno.
El supuesto “innovador plan económico” anunciado por Toto Caputo y sus socios, devalúa en menos de 24 horas un 118% la moneda trasandina, llevando el dólar oficial de $650 a $800, y a $940 el impuesto país.
Anunció el fin de los subsidios, y como siempre ocurre en este tipo de situaciones, nada dijo sobre los salarios y las jubilaciones. Los alcances de la devaluación tendrán un efecto multiplicador sobre los precios de bienes de consumo y servicios, y los rangos que se manejan son escandalosos: se proyectan aumentos de precios entre 20 y 180% semanales.
El caos es total. Se anularán todos los contratos laborales del Estado que tengan menos de un año de vigencia, los ministerios se redujeron de 18 a 9, las secretarías de 106 a 54 y se anunció la cancelación de las obras públicas, un balazo en los pies.
Se anticipó el fin de los subsidios a la energía y al transporte público, y eso significa el alza en el valor de los pasajes, la luz y el gas. El bolsillo del pueblo trabajador será castigado de forma draconiana.
Los planes sociales como Potenciar Trabajo serán congelados, como así también se reducirán las transferencias discrecionales a las provincias, y aumentará el impuesto a las exportaciones no agropecuarias sin decir en cuanto lo hacen. En definitiva, el “plan económico” es un torpedo que da de lleno en la línea de flotación de la capacidad productiva del país.
Lo curioso es que Milei, en tres días de gobierno, niega la mayoría de las cosas que dijo que no haría. No viajó como Presidente a Israel, lo hizo a Estados Unidos, cambió de opinión con respecto a Brasil y China, grabó con un impuestazo a todo el mundo, al Estado y los privados, sumerge a la Argentina en la peor noche que su historia conoce, no terminó con el Banco Central y la casta política la mantiene tal cual, se olvidó de ella, la hace desaparecer de sus preocupaciones como por arte de magia.
Víctor Hugo Morales, gran locutor y periodista, afirma sobre las medidas anunciadas lo siguiente: “Los ganadores son los de siempre. La patria ruralista se lleva la parte del león al cabo de una extorsión de años que les salió bien contra el poder político. Si no venden la cosecha, escasean los dólares, como escasean, sube el precio. Ellos retienen la producción y consiguen dólar especial. Piden más. Siempre más. Y el dólar sube otra vez. El dólar genera inflación. La inflación, bronca. Y la bronca cambia gobiernos para que entre uno que les haga el gusto”.
Las contradicciones de estas políticas no son nuevas, al contrario, llevan años aplicándose sobre América Latina, países extraordinariamente ricos en todo lo que se pueda imaginar, son asfixiados por las garras del gran capital financiero mundial.
Sobre los responsables de esta barbarie económica disfrazada de disruptiva intelectualidad, Guillermo Moreno, peronista, economista e hincha de Racing Club, sostiene: “Estos tres muchachos, Milei, Caputo y Bausili, son de una consultora financiera, vinieron a timbearla con la guita de los argentinos para hacer negocios para ellos, esto son los anuncios de hoy”.
Lo más terrible, es que un payaso que no hace reír a nadie, con mensajes de odio y un hedonismo impúdico, puede llevar a la Argentina a un enfrentamiento sin igual. Esta historia ya se ha visto en nuestra región, lo trágico es que no aprendemos de la experiencia, los trabajadores seguimos sin unirnos, no acumulamos las fuerzas necesarias para defender los verdaderos cambios que claman y precisan el pueblo y sus organizaciones.
El capitalismo busca desesperadamente imponer sus condiciones, busca salvarse a costa de lo que sea, ya lo hizo con Hitler y Musolini, lo hicieron también con las dictaduras en América, lo intentaron con Trump, Bolsonaro y Piñera, lo intentan ahora con Milei y lo hacen en Palestina. La pregunta que debemos responder es qué pasará si no somos capaces de oponernos con firmeza a estas políticas, qué sucederá con nosotros y nuestros hijos.
Veremos qué sucede en un par de meses cuando al pueblo argentino no le queden ni las migas sobre la mesa familiar, porque es lo que sucederá en poco tiempo más, no en 18 o 24 meses más. Veremos.
Por Nelson Carrasco Bravo, Analista Político
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