Más de una ocasión, escuché a Don Miguel Barbosa –e.p.d-, sentenciar de manera fulminante; que en política hay que estar preparado para ser, para no ser y para dejar de ser. Dentro de esos elementos, intuitivamente puedo pensar que lo más complejo debe encontrarse en el dejar de ser.
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En la política contemporánea de la hegemonía cuatroteísta, el prepararse para ser suele asimilarse a un acto fortuito. Tan semejante como prepararse para sacarse la lotería. –En muchos casos, sin siquiera comprar el boleto-.
La preparación para no ser es la más sencilla; dado que en política la mayoría de las aspiraciones son negadas. Asimismo, ante el hecho de no ser, no hay alternativa. La derrota debe asumirse sin más, pues lo único que puede acompañarla es la nostalgia del lamento.
El tercer elemento; prepararse para dejar de ser, es un análisis serio y pedagógico. Análisis que solamente pueden desarrollar aquellos que han sido y que han dejado de ser.
El territorio del no poder es el libro recién horneado de Pablo Salazar Mendiguchía. Pablo, quien fue gobernador de Chiapas (2000 – 2006), narra su experiencia al hecho de dejar el máximo cargo público de su natal Chiapas. Lo hace –como él describe- a manera de dar batalla contra la pérdida de la memoria y no así para dar lecciones o recetas.
Es la escritura una forma inmejorable para procesar emociones.
El texto de Pablo Salazar es de prosa ágil y digerible. A manera de relato conversacional; como si se encontrara Pablo enfrente, las hojas se consumen y se diluyen en el pasar de los dedos de manera pronta. El libro se encuentra cargado de anécdotas y de citas a conversaciones que pasan del hecho político privado al análisis contextual, que solamente en forma de libros se pueden hacer públicos.
Aunque el autor advierte que por ningún caso debe interpretarse el libro como manual político, hay elementos quizá accidentales, en los que se transcriben postulados maquiavélicos desde la óptica chiapaneca. Aquellos tan básicos, pero esenciales, como alejarse de los aduladores; no perderse en el absurdo canto del sí señor; las horas que usted quiera mi gobernador.
Resultan trascendentes los relatos sobre su relación con Felipe Calderón; y su no subordinación al poder presidencial. De igual forma, la persecución sufrida en su Estado; acosta de un hombre que previamente le había implorado no tuvieran separación, casi ofreciéndole un cargo como asesor de cabecera.
Así es el poder… efímero; impermanente; en ocasiones deshonroso.
La vía certera para no caer en el delirio, cuando se llega al inevitable territorio del no poder, es la conciencia de que el poder es momentáneo, que minuto a minuto consume su propio fin. Hay que tener los pies siempre plantados al pavimento. Quizá por eso, Pablo replicando a otro gobernador de Chiapas; se voleaba todos los días los zapatos en la plaza pública frente al palacio de gobierno. De ahí partía caminando –sin escoltas- hacia su despacho.
Un despacho que –como todos los demás en el gobierno estatal de aquella época- carecía de la foto oficial del gobernador. Incluyendo la prohibición en ese sexenio de hacer obras o nombrar calles con el título del gobernante: Pablo Salazar Mendiguchía.
La suerte puede prepararte para ser; la nostalgia de la derrota para no ser; pero para dejar de ser… Hay que leer “El Territorio del No Poder”.
Foto: El Ciudadano México
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