El arribo de inmigrantes a nuestro país, no sólo nos convierte en una nación más heterogénea, con más cultura o formas de ver la vida, sino que también muchas de nuestras costumbres en el área médica ven cambios.
Muestra de ello es que en la maternidad más grande de Chile, el Hospital San José de Independencia, recibe cada año más nacimientos de madres extranjeras. De hecho, de los 7.599 partos en este recinto en 2015, 1.599 correspondieron a mujeres foráneas. En 2016, en tanto, mostró que de los 7.541 nacimientos, 1.855 correspondió a inmigrantes.
Esta nueva realidad ha llevado a que los recintos asistenciales adopten diversos criterios ajustándose a la cultura y realidad de cada madre. Así, por ejemplo, existen facilitadores interculturales para mujeres provenientes de Haití que aún no manejan el español o traducción de la ley de derechos deberes a su lengua nativa.
Para respetar los partos de nuestra y otras culturas, debemos tener en cuenta que el cambio debe venir desde antes, desde la educación que recibimos a lo largo de la vida y específicamente desde la formación de los profesionales que acompañamos el proceso. Debe basarse en las recomendaciones que la OMS nos da hace 32 años, sumado a las necesidades básicas y particulares que cada mujer necesite. De esto los profesionales poco nos hacemos cargo, a pesar de tener una política pública tan importante como el Subsistema de Protección Integral a la Infancia Chile Crece Contigo.
De hecho, sólo hay que revisar la última investigación del Fondo Nacional de Investigación y Desarrollo en Salud, donde se hizo una evaluación de la implementación de la recomendación de la atención personalizada del parto, revelando datos durísimos, tales como que el 81,5% de las mujeres en trabajo de parto no recibe ingesta de alimentos, a casi un 80% se les obliga a subirse a una silla para el expulsivo, atentando a su derecho de poder elegir la posición más cómoda en ese momento único, y que casi a un 91% de los partos se les administra oxitocina sintética para acelerarlos, minimizando la capacidad de la mujer para dar a luz como lo ha hecho por miles de años de historia, algo que suele ser muy agresivo para las mujeres de diversas culturas, incluyendo por supuesto la nuestra.
Hoy los partos de inmigrantes se están atendiendo de la misma manera que a la mujer chilena, ya que a nivel de formación no contamos necesariamente con la información de las prácticas o creencias que cada cultura puede tener, sin duda una facilitadora intercultural cumple un rol fundamental en este proceso, sobre todo cuando el idioma es la limitante, como el caso de las familias Haitianas. Es este sentido, se hace indispensable que las entidades a cargo de los hospitales y clínicas sigan incorporando diferentes estrategias que faciliten la comunicación entre las usuarias y el equipo de salud, lo que se traduce en calidad de atención.
Juan Carlos Chirino, académico Escuela de Obstetricia y Matronería, Facultad de Medicina, U. San Sebastián.