Jean Flores Quintana
El Ciudadano
21 de noviembre de 1952
En la primavera de 1952, nace a orillas del Zanjón de la Aguada -el cauce natural que atraviesa Santiago de oriente a poniente-, Pedro Segundo Nieto Mardones Lemebel, conocido internacionalmente como Pedro Lemebel.
-No nací en un hospital, nací en el Zanjón-. Diría en una entrevista, en 2015.
Dos meses antes de su nacimiento se llevaron a cabo una de las elecciones presidenciales más importantes del siglo XX en nuestro país, dado que, las mujeres conquistaron -y ejercieron- su derecho al sufragio; el general Carlos Ibáñez del Campo accede por primera vez a la jefatura de Gobierno mediante la vía democrática, pues en su primer periodo lo hizo dando un golpe de Estado; y aquellas elecciones marcan el punto de inflexión en proceso político de disputa institucional que liderará el médico socialista, Salvador Allende.
El Chile en el que nace Pedro Lemebel da cuenta de la realidad social que vivían millones de compatriotas a mediados del siglo pasado; inflación, desempleo, alto flujo migratorio campo-ciudad, hambrunas y campamentos. Constatando esto, Allende lanza su programa de gobierno basado en cuatro pilares; a) Independencia económica y comercio exterior; b) Desarrollo de la economía interna; c) Reforma agraria y, d) Mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo. En las siguientes elecciones, las propuestas fueron aún más radicales; disminución de la pobreza, construcción de casas populares, distribución de leche para los niños y niñas, reajuste de salarios, congelamiento de precios de productos de primera necesidad, estímulo a la producción nacional, mejora del servicio público de salud, profundización de la reforma agraria, nacionalización del cobre, del salitre y del carbón, estatalización de las industrias estratégicas. El Chile de las mayorías -donde creció Lemebel- es el que estaba en el centro de la ocupación política de Allende.
Flor de primavera
La obra de Pedro Lemebel interpreta los tiempos que vivió el artista desde su construcción identitaria; rebelde, disidente y popular. Entre el barro y la miseria se abrió paso para retratar el Chile de los de abajo, el de los empobrecidos por el capitalismo, el de los aplastados por la dictadura cívico-militar, el que abrazaba con esperanzas el proyecto político de Unidad Popular. Con su pluma punzante incomodó las estructuras establecidas, desnudando las vergüenzas y carencias que el sistema patriarcal oculta bajo la alfombra de la normalización.
De las orillas del Zanjón de la Aguada llegó a los salones para dar conferencias en prestigiosas universidades extranjeras, como Harvard y Stanford. El camino para ello fue cruento, pedregoso, lleno de las vicisitudes que los hijos e hijas del pueblo conocen desde temprana edad en este país profundamente desigual, que condena la pobreza. Pedro creció en la población La Legua, a mediados de los 60 se mudó a un conjunto de viviendas sociales -Blok- en avenida Departamental, estudió en un liceo industrial donde fue duramente discriminado, terminó la enseñanza media en el Liceo Barros Borgoño. En 1970 ingresó a la Universidad de Chile para formarse como profesor de Artes Plásticas, ejerció como maestro entre 1979 y 1983, año en que fue despedido por su orientación sexual, tras ello, nunca más ejerció como profesor.
Desde la década de los 80 se abrió paso en la escena artística y literaria del under santiaguino, tejió lazos con las expresiones políticas y culturales contra la dictadura militar. La primera performance de Pedro Lemebel -sobre tacos altos y una hoz maquillada en el rostro- fue en la Estación Mapocho, el 86, donde expuso su manifiesto Hablo por mi diferencia.
-Un tipo me dijo, al final, que era como la Plegaria del Labrador, una canción de Víctor Jara, pero en este caso del maricón-. Recordará Lemebel sobre el acto.
El compromiso político contra la dictadura, desde la disidencia, llevó a Lemebel y su propuesta artística Las Yeguas del Apocalipsis a participar en un encuentro de intelectuales con Patricio Aylwin en 1989. Así lo recuerda el artista en entrevista con Óscar Contardo.
–Llegamos con impermeables, nos pusimos los tacos y las plumas rápido y extendimos un lienzo que decía “Homosexuales por el cambio”. Fueron algo así como tres minutos. En un momento hubo un silencio generalizado. Y repentinamente algún amigo nuestro empezó a aplaudir, y luego aplaudió Aylwin. Nos bajamos y nos echaron a patadas. Recuerdo que Mariana Aylwin, hija de Patricio, nos dijo “¿Por qué le hicieron esto a mi papá? Ahora la derecha va a decir que mi papá apoya a los homosexuales”.
Las Yeguas del Apocalipsis fueron un hito político y cultural en el Chile de los primeros años post dictadura, mas en 1995 Lemebel publicó su primera colección de crónicas, La esquina es mi corazón, y al año siguiente levantó un programa en Radio Tierra, llamado Cancionero, donde leía crónicas ambientadas con sonidos de la vida cotidiana. Así descubrió su veta como cronista urbano, luego publicó Loco afán (1996), y De Perlas y cicatrices (1998), recopilaciones de crónicas en las que pulió su singular voz literaria, que mezclaba lo barroco y lo marginal en un tono provocador y libertino. Ya consagrado como escritor de relevancia nacional, publicó su única novela Tengo miedo Torero (2001), luego retomó las crónicas con Zanjón de la Aguada (2003), Adiós Mariquita Linda (2004), Serenata Cafiola (2008), Háblame de amores (2012), Poco Hombre (2013), y sus obras póstumas Mi amiga Gladys (2016) y Obra escogida (2021).
Pedro Lemebel dio nombre, rostro y emociones a los que crecen abajo, a los sectores empobrecidos por el capitalismo depredador, a los suyos, a quienes crecieron junto a él en las poblaciones callampa, a los que más necesitan de las políticas Estado para la vida digna, tal y como lo planteó Allende la primera vez que le habló a todos los chilenos y chilenas en 1952.
Por cierto, Lemebel también constituye una referencia obligada en la literatura homosexual situando, visibilizando y disputando los significantes de las disidencias sexuales en la sociedad. Su nombre volvió a las calles de Chile en la revuelta popular, su pluma se convirtió en puño en la lucha por una vida que valga la pena vivir.