Pensando las ciudades del futuro, construyendo las ciudades del pasado

Hay, en mi opinión, dos cosas que podemos aprender de los desastres naturales en lo que respecta a sus efectos en personas humanas y daños materiales —sobre todo en su etapa reconstructiva— primero, la oportunidad de reconstruir la ciudad de manera amigable haciendo un fuerte énfasis en los espacios públicos, es decir, en el bien […]

Pensando las ciudades del futuro, construyendo las ciudades del pasado

Autor: Arturo Ledezma

Hay, en mi opinión, dos cosas que podemos aprender de los desastres naturales en lo que respecta a sus efectos en personas humanas y daños materiales —sobre todo en su etapa reconstructiva— primero, la oportunidad de reconstruir la ciudad de manera amigable haciendo un fuerte énfasis en los espacios públicos, es decir, en el bien común y, segundo, la oportunidad de ocupar de manera inteligente, eficiente y sustentable el espacio habitable. Dicho de otra manera, debemos ser cuidadosos, pues las oportunidades que  ofrecen los desastres naturales, generalmente se transforman en oportunismo, sobre todo para aplicar políticas públicas arbitrarias y de espaldas a la ciudadanía; el capitalismo del desastre es una amenaza más (ex post, sino la más importante) de la cual la ciudadanía debe estar alerta, y ahí donde se haga presente, resistir.

Para desarrollar el a fondo el primer punto haré un acercamiento ejemplificador y mucho más elocuente. Amanda Burden es una reconocida planificadora de EE.UU. que estuvo a la cabeza de la Comisión de Planificación Urbana de la atiborrada Nueva York. Ha demostrado de manera exitosa con sus proyectos urbanos cómo los espacios públicos hacen a las ciudades funcionar. Advierte lo difícil que resulta crear espacios públicos valiosos, agradables para la gente y lo más importante, que funcionen (espacios públicos que bien podrían considerarse campos de batalla, puesto que prácticamente se debe luchar por ellos). Es significativo que los espacios abiertos en las ciudades estén siempre al asecho de oportunismos para la inversión comercial e inmobiliaria, pero y esto es lo importante desde el punto de vista de una ciudadanía empoderada también constituyen una oportunidad para favorecer el bien común. Claramente, ambos propósitos no van —la mayoría de las veces— de la mano y ahí reside el problema. La experiencia de Burden abarca la recuperación de espacios que estuvieron absolutamente abandonados (como una zona costera que funcionaba como vertedero clandestino, pasando por pequeños parques públicos casi recónditos en la inmensa NY) pero su proyecto estrella es el High Line, una antigua línea férrea elevada que pasaba por tres barrios de west side de Manhattan y que Burden transformó en un parque gratuito (público) de gran éxito. Su experiencia demuestra que es necesario luchar por esos espacios con altura de miras, pensado en el futuro, pero no construyendo las ciudades del pasado, siendo su condición sine qua non, la sintonía con la ciudadanía.

De qué viene entonces toda esta reflexión. Principalmente por dos motivos: primero, el terremoto del 1 de abril de 2014 en Iquique (8,2Mw) liberó sólo un 35% (en el mejor de los casos) de la energía acumulada desde el último terremoto tsunamigénico de la macro zona norte (Iquique, 1877; Magnitud 8.8). Este antecedente debería ser motivo de la aplicación de sendos resguardos sobre las vidas humanas en riesgo mediante la promoción de una cultura preventiva (en este sentido los ya muy frecuentes simulacros de terremotos y tsunamis apuntan en la dirección correcta) acompañada de una adecuada planificación urbana. Segundo, de momento que se desata una catástrofe, inmediatamente entran en conflicto intereses tan disimiles como los del capital privado (inmobiliario) y los del interés o bien común representados por los espacios públicos, por lo tanto la ciudadanía debe estar atenta ante una eventual disputa por dichos espacios.

Para concluir, es preciso convenir que estos megaeventos —como ha demostrado nuestra vasta experiencia terremotriz— trasforman de manera radical la geografía de la zona afectada, lo que implica una insoslayable planificación urbana a largo plazo. Hemos aprendido que las autoridades locales administrativas, generalmente, son reaccionarias ante este tipo de eventos y carecen de una sólida cultura preventiva, por lo que respecta a la ciudadanía tomar nota de estos peligros y dar cuenta de los riesgos a los que ellos mismos están expuestos, conformando así una racionalidad social que debe hacer frente a los oportunismos que se presentan inmediatamente después de un evento extraordinario como un maremoto.

twitter del autor @Protocultor

Dejamos el video TED de Amanda Burden para que amplíen más


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