Escucho, escucho y escucho…
Veo, veo y veo…
Siento, siento y siento…
Cansado estoy de escuchar, ver y sentir. Cansado no, a veces, agobiado sí, siempre.
Huerta, Mier y Armenta; Huerta, Mier y Armenta… resuenan con un desestructurado tono en las radios.
Huerta, Mier y Armenta; Huerta, Mier y Armenta… aparece un abarrotamiento visual en las vulgares calles.
Abrumado y consumido por la incertidumbre, pues las virtudes no políticas resultan irrelevantes.
Arrepentido de haber elegido al mundo público como una digna vía para la subsistencia.
En ocasiones agradecido, en muchas otras -las más- con misantropía política.
Cuando agradecido, el ego inflado; cuando la misantropía envuelve, el alfiler que pincha la hinchazón.
La fatiga encasilla, esperando los tiempos… esos tiempos, ¿cuáles son?, parece que todo el tiempo son tiempos.
Prostitución, sí, política. Sonreír aquí, sonreír allá, a pesar de los no agrados; forzamiento, pues, de la voluntad. Prostitución de la voluntad por la obtención de un taco. Y, bueno, ¿qué censurable puede ser?, si todo mundo se ríe de los chistes no chistosos del superior.
Y ¿las convicciones?, las certezas de aquel infante, ¿dónde quedan?, claro, reducidas por la necesidad, necesidad racionalmente diseñada por un sistema que arrolla con sus inercias.
Los sueños de la ingenua primavera de la vida se ven sustituidos por los aletazos de tiburón dados en el verano tardío -en el mejor de los casos-, pues hay quienes los tienen que dar en su otoño o invierno de vida.
Rudo cuando se asume conciencia, cándido cuando ni a eso se llega.
¿Qué puede ser peor, que encontrar en el mingitorio la inspiración?
Recobrar el sentido, el anhelo insensato que exige la intimidad del agobiado.
Expectativas del devenir, siempre con optimismo, la única significación que hace habitable esta vacilación.
Miedos de ver en las amistades recorridas en el espejo propio.
Izquierdas y derechas, derechas e izquierdas. En apariencia caminos paralelos, en la realidad, senderos que se interceptan.
No es una confesión, no se confunda atento lector. Es la descripción de quién lea esto y le halle significación y sentido.
Terminamos estas narrativas con aletazos de tiburón, saludando y despidiendo.
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Foto: Archivo El Ciudadano
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