Voces de mujeres, esa es la primera parte del nombre del libro que hoy 9 de septiembre se presentó como parte del IV Seminario de Comunicación y pobreza (www.comunicacionypobreza.cl). La segunda parte dice que son historias de vida en primera persona. Lo que no explicita el título es que son 11 personas que tuvieron la valentía de compartir una parte importante de sus vidas. Tampoco explicita que son mujeres en situación de pobreza y que tenían una mirada muy crítica a cómo los medios de comunicación muestran esta parte de nuestra realidad.
Pobreza y superación con rostros, desde el dinamismo y la quietud propia de la vida cotidiana, desde sus múltiples dimensiones y causas. Esa pobreza que nos cuesta clasificar porque no entra en los casilleros obvios cuando son sus protagonistas las que la narran. Sin embargo, los datos más las crónicas de algunos expertos actúan como complemento y nos permiten hacer el vínculo entre lo micro y lo macro. Así, por ejemplo, los conceptos de feminización de la pobreza, sociabilidad débil, la deserción escolar, pobreza crónica cobran vida en las historias de Leonor, Mercedes o Elena y las otras mujeres.
La apuesta es contribuir a la comprensión y la integración. Porque este libro está pensado para apoyar los procesos de enseñanza y aprendizaje. ¿Qué profesional chileno no necesita estar informado para poder contribuir a temas vitales como el desarrollo, la pobreza y la exclusión? ¿no es acaso con todos y todas que construimos un mundo mejor?
A través de estas historias, podemos acercarnos a muchos temas comunes entre hombres y mujeres que viven en situación de pobreza, pero de manera particular a las menores posibilidades de autorrealización personal del género femenino. Las explicaciones no vienen de «la mala suerte» o las elecciones propias de las mujeres. Las historias que nos cuentan Elisa, María o Sandra experimentan y reflejan múltiples formas de exclusión y cargas desiguales que están arraigadas en las reglas, organizaciones y decisiones sociales.
Esa «mala suerte» que algunas tuvieron por tener que encargarse de cuidar de un padre enfermo y que le hizo imposible conservar su trabajo, la «elección» quedarse en casa cuidando de los niños o lo desafortunado de «aguantar» a un marido abusivo, son premisas falsas o a lo menos muy incompletas. Porque nos hacen creen que consecuencias como el divorcio, la cesantía, la pobreza y la discriminación son responsabilidad de sus opciones de vida.
Alguien dijo “La injusticia razonable no deja de ser injusta”, lo comparto. No basta con justificar la diferencia: es imprescindible concretar a qué pauta distributiva obedece el acto de diferenciación.
La voluntad de equidad también pasa por escuchar y valorar otras muchas voces, entre ellas las de las mujeres en situación de pobreza. Por eso debo reconocer mi espanto ante algunos comentarios como ¿y de verdad hablan así? Creo en el valor de la duda, pero cuál será el tamaño de nuestro prejuicio que nos impide realmente escucharlas. ¿Cómo deberían hablar estas mujeres? ¿Cuáles deberían haber sido sus temas?
Estas mujeres no van a aparecer en la selección de la revista norteamericana Forbes en que nuestra Presidenta ocupa el lugar 25 entre las cien mujeres más poderosas del mundo, tampoco en el concurso mujer Terra. Pero tienen mucho que decir y sí tienen mucho poder. Para iniciar esta conversación me quedo con una frase de Bernarda “la pobreza hay que enfrentarla juntos”.
Victoria Uranga Harboe
Directora Cátedra UNESCO-UDP
“Medios de Comunicación y participación ciudadana”