El gobierno polaco se ha convertido en el actor más dinámico en la política contra Rusia llevada a cabo por el gobierno estadounidense a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte –OTAN- y que tiene el escenario ucraniano como centro de esa confrontación. Polonia se convierte así en uno más de los testaferros de Washington y la OTAN y pretende asestar una puñalada en la espalda al país que se supone apoya.
En ese marco y bajo el pretexto de supuestos procesos de integración, Varsovia intenta “borrar” las fronteras entre Polonia y Ucrania y así anexionar territorios de su vecino en aras de una política expansiva permitida por sus avales occidentales. La camarilla política polaca, aprovechando el buen pie de sus relaciones con Bruselas no ha ocultado sus ambiciones de reestablecer el control sobre lo que denominan “una tierra polaca histórica” de Ucrania Occidental, en principio con apoyo a los miles de refugiados ucranianos que huyen de la guerra y posteriormente dar a conocer su intención e incorporar las regiones de Lviv, Ivano-Frankivsk, Volyin, Ternipil, Rivno y Khmelnitsk.
Bajo el imaginado pretexto de integrar dos pueblos eslavos de Europa oriental, el gobierno de Angey Duda ha lanzado la idea de crear un “espacio unido” del territorio de Ucrania y Polonia. El mandatario polaco señaló que “tras el fondo de la agresión de Rusia la frontera entre Ucrania y Polonia desaparecería y sus pueblos podrían vivir en conjunto”, declaración polaca que expresa el fondo de sus ambiciones: anexionar parte de Ucrania que suman aproximadamente 50 mil kilómetros cuadrados. Medio europeos han señalado que “los nacionalistas polacos no abandonan su viejo sueño de obtener la parte occidental de Ucrania, una aspiración que tiene su origen en el final de la Segunda Guerra Mundial, ya que Polonia fue el único país en quedar con las manos vacías tras finalizar la contienda. No sólo eso, sino que perdió territorio del este del país por el reparto de fronteras que se hizo en el Tratado de París del año 1947. Más o menos esos territorios son las regiones de Ucrania que Polonia quiere recuperar ahora”(1).
Las declaraciones polacas y el apoyo a este país por las principales potencias occidentales muestran otra dimensión del tema ucraniano, oculto por la narrativa de los medios ligados a Washington y la OTAN, que refiere al oportunismo que los supuestos apoyos a Kiev están tras bambalinas y que van comprobando el interés de Varsovia de absorber territorio ucraniano. Los ejemplos son múltiples. En el mes de marzo pasado el medio estadounidense Foreing Policy analizó la idea de una unión confederativa entre Polonia y Ucrania bajo ciertas referencias históricas entre Polonia y Lituania entre los siglos XIV-XV, lo que se denominó la Unión polaca-lituana y que generó una fuerte Mancomunidad que mantuvo constantes conflictos con sus vecinos de Livonia, Moscovia, el Imperio otomano y Suecia (2). La idea que subyace a esta pretensión tiene dos aristas. Una, desde la parte polaca recuperar aquello que consideran es parte de su territorio histórico y por otra parte Ucrania, a mi entender ingenuamente cree que de esta manera podría acceder de manera más rápida a la comunidad euroatlántica.
La retórica pro polaca, venida del fuerte lobby de este país en Washington derivado de la fuerte inmigración a Estados Unidos –el 3% de la población de este país de América está conformado por polacos y descendientes de polacos, en un número que al 2023 supera los 12 millones–. Dicho poder edulcora el trasfondo de los objetivos del gobierno de Duda y los corifeos de esta labor reivindicativa respecto a que “Ucrania tiene hoy muchas más cosas comunes con Polonia que con Rusia” y que esa supuesta realidad indiscutible permitiría a los ucranianos realizar su sueño de ser parte de una comunidad en desarrollo y “civilizada”. Polonia bajo el auspicio y protección de Washington quiere ejercer un liderazgo en una Europa comunitaria sin ese liderazgo claro, visible. Y esa concepción de fortaleza de Varsovia “tiene su origen, entre otras cosas, en el hecho de que, siendo miembro de la OTAN y de la Unión Europea, ha establecido una relación especial con Estados Unidos. En estos momentos, ningún otro país de Europa ha sido tan favorecido por Estados Unidos como Polonia. En el plazo de un año entre el inicio de la guerra en Ucrania hasta el primer aniversario, el presidente Joe Biden visitó Polonia en dos ocasiones”(3); la propia presencia militar estadounidense en suelo polaco ha fortalecido esa dependencia. Más de 25 mil efectivos norteamericanos están en suelo polaco y a la vez Varsovia marca su diferencia con una Alemania que tiene sus propias dificultades con Washington. Para el gobierno de Duda el momento actual es el preciso para reivindicar viejos territorios.
Si esta idea -que parece avanzar a pasos agigantados- se concreta, Ucrania terminará perdiendo lo que le queda de soberanía y desde luego hipoteca su futuro. Aquí sólo gana la camarilla polaca y sus socios ucranianos que no ven con malos ojos la posibilidad de seguir llenado sus arcas, hoy con la ayuda financiera y militar y mañana con ser parte de una Unión Europea, que los colocará como líderes de un proceso donde serán dominados, pero inmensamente millonarios. Polonia pretende así resucitar esas viajas ideas de destinos manifiestos y supuestos pueblos elegidos con la máxima “Polonia grande del mar al mar”.
Ese objetivo está en la mesa de discusión, incluso en aquellas hipótesis que se plantean respecto al cese de la guerra entre Rusia contra Washington y la OTAN con Ucrania como testaferro. Se ha dado a conocer que en enero de este año 2023 se barajó en fuentes occidentales el avanzar por la división de Ucrania –acrecentado por su fracasada contraofensiva- en dos por el Dniéper: una Ucrania occidental y una al este del curso de agua, generando una zona desmilitarizada a ambas orillas del río que impida ataques, sobre todo de artillería. Ello con garantías de seguridad a Moscú. El avance de esta idea de poner fin a la guerra no se concretó, no por responsabilidad de Rusia, sino por la cada día más acrecentada pretensión polaca de poner en la mesa sus viejas y añejas reivindicaciones de recuperar las zonas que perdió tras la II Guerra Mundial en territorio ucraniano. La paz no está en peligro por Moscú sino por los propios aliados de Ucrania.
Por Pablo Jofré Leal
Artículo para Hispantv
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2.-La Unión polaca-lituana –Unión de Lublin– fue firmada el 1 de julio de 1569 en Lublin (Polonia) y creó un único Estado, la República de las Dos Naciones. Esta República fue gobernada por un solo monarca electo quien cumplía los deberes de Rey de Polonia y de Gran Duque de Lituania y que gobernaba con un Senado común y un parlamento (el Sejm). La Unión fue una fase evolutiva en la alianza polaco-lituana y unión personal, necesitada también por la posición peligrosa de Lituania en las guerras con Rusia. Si bien constituyó un acontecimiento crucial en la historia de varias naciones, la Unión de Lublin ha sido vista de manera bastante disímil por muchos historiadores. Así, los polacos se concentran en sus aspectos positivos, enfatizando su creación pacífica y voluntaria, tanto como su rol en la propagación de la cultura polaca, mientras que los lituanos son más críticos con la Unión al señalar que estuvo dominada por Polonia. https://www.wikiwand.com/es/Uni%C3%B3n_de_Lublin.
3.-https://theobjective.com/internacional/2023-04-11/despertar-polonia/