La búsqueda de legitimidad es el corazón de la vida política en una nación: quien sabe encarnar cual es la esencia de la legitimidad es quien se convertirá en represéntate del pueblo; luego, claro, tendrá a su disposición la ley para cumplir las promesas políticas. Bachelet legitimó su programa político comprometiendo cumplir lo que “la calle” le decía. Sin embargo, no ha logrado que su legitimidad se transforme en ley, por eso pierde la legitimidad y sólo le queda el poder por el poder. Hitler fue legítimo al encarnar el espíritu del pueblo alemán, así como lo fue Gandhi en la independencia de la India. La legitimidad es el esqueleto que se esconde tras el poder político, pues siempre es el intento de hacer coincidir los intereses del gobernante con los del gobernado. Legitimidad y hegemonía se tocan en varios puntos.
Por lo general, la búsqueda de legitimidad siempre surge cuando cae la legalidad. Tras desplomarse su candidatura por el caso que todos conocemos, Piñera busca legitimidad a través del mecanismo más utilizado en el actual sistema político internacional. Es decir: culpando a los inmigrantes. Populismo puro.
Lacan utilizaba el concepto del “Gran Otro” para referirse a una entidad simbólica que determina al individuo desde una posición exterior a él. “El gran otro puede ser el Dios que vigila desde el más allá, a mí y a cualquier persona existente, o la causa que me compromete (Libertad, Comunismo, Nación), por la que estoy dispuesto a dar la vida” (Žižek 2008: 19)[1]. Ese otro es siempre una amenaza. De ese recurso, facilista por lo demás, se ha servido el populismo internacional, calificando al inmigrante como ese Gran Otro que amenaza la soberanía estatal. El caso de Trump es el más conocido, pero el fenómeno está en auge: Suiza, Polonia, Holanda, Francia, Hungría, Grecia son algunos de los países donde se repite la formula. Ahora, llega a Chile con el candidato Piñera.
A mi entender, la búsqueda de legitimidad en el populismo de derecha posee dos características fundamentales. Primero, son soberanistas, pues todos repiten que el poder debe volver al ciudadano, solicitud que se encarna en una idea particular del Estado nación. Segundo, todos culpan a la inmigración como causa fundamental de las crisis. El populismo puede ser liberal (Piñera) o nacionalista (Trump), pero estas tendencias se repiten. En Francia, por ejemplo, Le Pen habla de estatizar la banca y tramos de la industria pesada; es, en síntesis, estatista e intervencionista. El populismo de los países bajos, en cambio, se caracteriza por ser más libre cambista y de poca intervención estatal. Ambos fenómenos políticos comparten el retorno de la soberanía y el rechazo a los inmigrantes.
Sin embargo, en el fondo del problema de los desplazamientos forzosos subyace un problema estructural, de configuración sistémica. Y es en razón de este sistema que existen dos tipos de demandas migratorias; la primera de tipo estructural, que incluye a los inmigrantes económicos; la otra es coyuntural, que incluye a los solicitantes de asilo. Los primeros arrancan de la miseria, los segundos de las guerras. En Chile, es un sistema político y económico el que obliga a los migrantes a abandonar sus países y llegar hasta acá; son inmigrantes económicos. Pero de ese modelo económico no dice nada Piñera, que solo utiliza el tema con fines políticos. Que alguien le diga que habitamos un mundo donde 62 individuos tienen la misma riqueza que 3.600 millones de personas, y que esa acumulación desmedida es una de las causas que genera las migraciones. Lo paradojal, como no, es que quienes más se benefician de este sistema económico, son los mismos que utilizan el fenómeno como subterfugio político.
¿No quieren mirar el fondo del asunto o simplemente no les interesa nada más que acceder al poder?… En el mundo ¿quién provoca la miseria y las guerras por la que deben desplazarse los seres humanos?… Cada cual juzgará.
[1] Žižek, S. (2008) Cómo leer a Lacan, Buenos Aires: Paidós.