Por qué el «No al lucro» llegó para quedarse

El año pasado nació Salud Un Derecho y desde su inicio marcamos claramente la definición fundacional que íbamos a tener: que la salud es un derecho y que, en consecuencia, no debe ser nunca un negocio

Por qué el «No al lucro» llegó para quedarse

Autor: Director

El año pasado nació Salud Un Derecho y desde su inicio marcamos claramente la definición fundacional que íbamos a tener: que la salud es un derecho y que, en consecuencia, no debe ser nunca un negocio. Revisamos lo que estaba pasando en Europa y nos dimos cuenta que los españoles ya llevaban tiempo en esto, con su “Mi Salud No es un Negocio”, precisamente porque estaban en una situación parecida a la nuestra, con unos sistemas públicos de salud fuertes, pero bajo una arremetida privatizadora y pro-mercado de las autoridades socialistas en el gobierno, así como de las fuerzas pro-mercado de las comunidades. También vimos lo que pasaba en Inglaterra y lo encontramos horroroso: los ingleses tenían el modelo mundial de sistema público de salud, el NHS, y desde 1990 estaban bajo el efecto de sucesivas reformas pro-mercado instaladas y conducidas por los laboristas. Las consecuencias en estos dos países estaban a la vista, con niveles de deuda pública disparada y sacrificio en la calidad de la atención y equidad en la cobertura.

No queríamos que esto pasara en Chile. Mas aún, queríamos luchar por corregir las distorsiones que existen, para volver a un concepto solidario de salud, como el que existía antes de las reformas de Büchi a principios de los ochenta. Esto lo llamamos “la reposición de la solidaridad en salud” y definimos que sería nuestro proyecto histórico. La concreción de esta idea sólo se podría dar en la medida en que se haga una reforma estructural cambiando profundamente las bases de financiamiento de la salud en Chile a fin de hacernos cargo de los niveles de desigualdad insoportables que tenemos, así como el excesivo gasto de bolsillo en salud y la disminución de cobertura en acciones sanitarias demasiado importantes para la gente, como aquellas que se realizan en la atención primaria.

Por eso dijimos que no podía haber lucro en salud, que no podía haber un negocio en salud, porque se necesitan de todas las manos y de todos los recursos para poder dar a los que tienen menos y necesitan más, una habilitación en salud mínima que les permita vivir en dignidad y para que puedan sentir que en efecto, la salud es un derecho para cada habitante de este país.

El año pasado no había movilización estudiantil manifiesta. Cada uno debatía estas ideas entre su grupo de pares. Hasta que explotó el tema en la calle. Y hoy nos encontramos con que las demandas de los estudiantes y ciudadanos movilizados convergen con las demandas de los trabajadores y usuarios de los servicios de salud, así como con los fallos del Tribunal Constitucional, así como con las opiniones sondeadas una y otra vez por las encuestas, así como con el sentido común prevalente.

Sin embargo, sigue habiendo una cantidad no menor de personas que tienen vocerías temáticas y políticas fuertes que siguen insistiendo en que el tema aquí no es el lucro, que el mercado regulado puede funcionar para la prestación de servicios que están relacionados con derechos fundamentales como la salud y la educación.

Y los universitarios seguirán en la lucha. Y se sumarán siempre más personas que no quieren que siga este estado de cosas, y que están dispuestos a dar todo para cambiar radicalmente el status quo. La mirada de la sociedad no es lo que cambia, siempre en Chile se ha valorado la acción colectiva y solidaria. Lo que ha cambiado es la voluntad de lucha de muchas personas, que por primera vez ven que es posible expresar mayorías poderosas que impongan su voluntad por sobre las élites sobrerrepresentadas en virtud de un ilegítimo sistema binominal.

No puede haber lucro, bajo ningún punto de vista, ni en educación, ni en salud. No puede haber más Estado subsidiario, donde se pasan platas de todos los chilenos directamente a los bolsillos de empresas cuya rentabilidad ya alcanza niveles escandalosos, como bancos y universidades. ¿Cuántas marchas se tendrán que hacer para que esta voz se escuche? ¿Cuántas encuestas adversas se tendrán que entregar a las manos del Presidente para que escuche lo que la gente quiere? ¿Cuánta más crisis de representatividad tiene que haber para que se produzca la trizadura final en el sistema político chileno que permita el nacimiento de un sistema democrático real que la gente sienta como legítimo y propio?

Aquí hay dos corrientes que fluyen en direcciones opuestas: una, del establishment (da lo mismo el sector político al que pertenezca) que ha rentado y disfrutado de una economía capitalista no regulada, y otra, de la gran mayoría de la gente que siente que lo único que ha recibido son promesas de bienes futuros, acompañadas de cargas financieras y de mala salud mental, presentes. El derrotero está claro: el gobierno de Sebastián Piñera será el más fracasado de la historia, y lo que vendrá después sólo los pitonisos pueden imaginar.

Por Vivienne Bachelet Norelli


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