En el ejercicio de su profesión el periodista muy pronto aprende que los periódicos no son ni deben ser espacios para tratar asuntos personales. Esta es la regla y a su mandato debe uno atenerse. Pero hay ocasiones en que el periodista se siente moralmente obligado a violar la norma. Así me pasa a mí ahora ante la desaparición física de Julio Camelo Martínez, el amigo noble y generoso que fue para mí como un hermano a lo largo de más de treinta años.
La triste noticia me fue comunicada por Teresa Torres, su infaltable secretaria, colaboradora y amiga fiel de más de tres décadas. Y lo hizo, seguramente, del mejor modo posible: transmitiéndome la nota luctuosa salida del corazón de María del Carmen Cervantes, Pamela, la noble compañera de toda la vida de Julio Camelo:
“Participo con profundo dolor la partida de Julio Camelo Martínez, mi amoroso compañero de más de cincuenta años. Julio: estoy segura que nuestra querida familia, amigos, conocidos, compañeros de estudio y de trabajo recordarán siempre la esencia de tu ser: amoroso, amigo leal, humano, dispuesto a ayudar siempre a los demás, divertido, bromista, gran lector y gran conversador, gentil, discreto y congruente, tanto en tu vida personal como en la profesional. Las personas estamos formadas de claroscuros y en tu vida son preferenciales los primeros”.
Los adjetivos empleados por Pamela no pudieron ser más justos. Pero compartiéndolos todos, me quedo con esta pincelada: “dispuesto a ayudar siempre a los demás”. No hay en el mundo persona que se haya acercado a Julio a pedir su auxilio y que éste le fuera negado. Si estaba en sus manos, ayudaba de buena gana y nunca, como dicen los jóvenes, bateaba a nadie.
Eran proverbiales, como dice Pamela, su buen humor y su gracioso ingenio. En una ocasión, allá por 1992, Julio Camelo nos invitó a desayunar a Beatriz Pagés, directora de la revista Siempre, y a mí, que ahí publicaba un artículo semanalmente.
Estando sentados a la mesa en el Veranda, apareció Antonio Haas, también colaborador de Siempre. Al ver a Beatriz, se acercó a saludar. Sin saber si Julio y Antonio se conocían, pregunté a ambos: ¿Se conocen? y agregué: Antonio Haas, notable periodista, y Julio Camelo, el mejor político de México.
Don Antonio, también ocurrente e ingenioso, apuntó: ¿Y si es usted el mejor político de México, por qué no es Presidente de la República?, a lo que de botepronto y con mucha gracia, Julio respondió: “Porque el pueblo, don Antonio, no se ha encaprichado”. Y los cuatro reímos.
www.economiaypoliticahoy.wordpress.com