Primera Dama, poder y transformación

Desde la era dictatorial hasta la actualidad, el rol de la Primera Dama en Chile ha experimentado una transformación significativa. Irina Karamanos desafió los estereotipos al asumir el cargo con una perspectiva de género, mientras que recientes intentos conservadores amenazan con revertir ese progreso.

Primera Dama, poder y transformación

Autor: Noemi Ancavil

Por Libertad Vidal

El rol de la Primera Dama, tanto en el ámbito político como social, ha estado históricamente vinculado a una imagen tradicional y conservadora de la mujer, siendo considerada como la «acompañante del presidente» o el consorte de la autoridad de turno. Sin embargo, para entender la relevancia política de este cargo, es importante comprender el origen del ejercicio y desarrollo de este interesante cargo de dimensión social y política.

En los tiempos de dictadura existía, reforzado por los sectores políticos más conservadores de la sociedad chilena, un rol cultural muy marcado de género: las mujeres eran relegadas a las labores domésticas y de cuidados impuestas por la sociedad, así como a la maternidad, no necesariamente deseada, pero sí alabada socialmente. Este perfil fue transmitido por los Centros de Madres de CEMA Chile, donde la cocina y conversaciones entre máquinas de coser, sirvieron de dispositivos de ideologización en favor del régimen, junto al proyecto de contenido profundamente valórico; construyendo a la figura femenina como un ente pasivo y al margen de la generación de plus valor económico.

La salida de los militares de la Moneda y la vuelta a la democracia no se tradujo, necesariamente, en un cambio de paradigma de este rol: nuevamente las esposas de los mandatarios eran las acompañantes, que en el mejor de los casos desarrollaron acciones sociales hacia el país.

La asunción de la ex Presidenta Michelle Bachelet, forzó la discusión sobre la necesidad de esta figura: una mujer profesional, independiente y de gran fortaleza política no necesitaba el acompañamiento de un hombre para ejercer su rol de mandataria. ¿Es, por tanto, realmente necesario que una mujer deba acompañar al presidente para la correcta ejecución de su mandato? ¿Cómo cuestionamos el poder e instamos a transformarlo, cuando somos nosotras mismas quienes gozamos de él?

La decisión de Irina Karamanos marcó un hito en este sentido: decidió tomarlo para deconstruirlo e instalar un precedente de cambio con perspectiva de género en nuestro país, siendo la probidad y criterios técnicos el principal de sus motores.

Y es que una persona no electa democráticamente era quién estaba a cargo de 6 fundaciones, que requerían en sus directorios personas con vocación y conocimientos técnicos que aportaran en la administración de los recursos del Estado.

Esta decisión generó tensión y resistencia en el sector conservador de la política, quienes nuevamente ven en el empoderamiento de la mujer una amenaza para su estructura de trabajo.

Por otro lado, el trágico fallecimiento del ex Presidente Sebastián Piñera, ha servido de oportunidad para la derecha para intentar instalar la figura de primera dama a la vieja usanza: sumisa y a cargo de la beneficencia del Estado.

¿Cuándo es el momento entonces, de tomar aquel poder impuesto, cuestionarlo, y democratizarlo?
Nuestro llamado como mujeres, como políticas y dirigentas, es a tensionar la estructura patriarcal que comúnmente nos moldea y restringe, que nos quiere sumisas, en silencio y al servicio para que otros ejerzan el poder.

Una vez más, la derecha en Chile se equivoca, al pensar que no estamos listas para incidir en política, en lugar de reconocer que democratizar el poder es un acto de altruismo y búsqueda del bien común. Las mujeres no necesitamos que nos den un espacio reducido y conservador, somos nosotras mismas quienes hemos conquistado nuestro derecho a estar presentes y alzar la voz, no como acompañantes, no como Primeras Damas, sino como Mujeres, libres, autónomas y en una sociedad que nos permite el ejercicio democrático del poder.

Por Libertad Vidal, encargada nacional Frente Feminista de Convergencia Social


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