El listado de promesas incumplidas por la Concertación es enorme. Toda esa inmensa determinación de cambio desde la primera protesta nacional se fue diluyendo en el tiempo. Posiblemente la buena voluntad tenga que ver con la burocracia y el realismo político, argumentado en tantas ocasiones, y eso haga que millones de chilenos contemplen con el paso de los años, que del futuro nada hay.
Para demostrarlo están las conductas de los partidos al interior de la Concertación. Se enojan, hacen como que se levantan de la mesa, elevan la voz para proponer algún cambio sabiendo que nunca lo van a cumplir, ya que en cuanto les mejoran la plantilla parlamentaria, se sientan de nuevo, y nada cambia…, eso es patético. Nunca al interior de la Concertación se han sostenido a ultranza cambios estructurales. Los que están en ese bloque, los que administran el sistema actualmente, no tienen la más mínima intención de cumplir lo prometido. Llegó la hora de obligarlos para que respeten los acuerdos y las promesas, pues algunas datan desde los inicios de los años noventa. Todos sabemos que estos no son tiempos de devaneos. A la Concertación jamás se le ha pedido un regalo, sólo se le exige justicia histórica.
La izquierda se esfuerza por transformar el país. No basta decir que se trabaja para romper la exclusión, se debe trabajar para eliminar el sistema binominal. Se dice que hay que cambiar la Constitución, pero nos interesa saber cuándo se empieza, cómo, y en qué fecha se votará en referéndum. Esa es voluntad de cambio. Eso es lo que se necesita escuchar, las promesas se acabaron. En los meses siguientes cada determinación cuenta, todos lo saben, así que se debe tomar muy en serio cada palabra que se dice.
Nada le puede pedir el pueblo a los herederos de la dictadura. Piñera es el sistema más puro y más duro. Si a duras penas se impide que aún se venda más a Chile, el pinochetismo lo intentará, y la derecha lisa y llanamente nos dejará hipotecado el futuro por muchos años; en esto no hay debate posible, el pinochetismo NO DEBE llegar a La Moneda.
Las promesas gritadas a los cuatro vientos antes de las segundas vueltas, son gigantescas. Todo iba a ser mejor; Lagos y Bachelet se comprometieron a dejar el país menos excluyente, y ha habido algunas reformas pero son insuficientes a todas luces; en suma lo prometido ha sido un fracaso estrepitoso. Lo más delicado es que los políticos se deben al pueblo, a los ciudadanos, y no sólo a los que están inscritos en los registros electorales. Parece que en la Concertación no quieren entender el mensaje de los votos nulos, ese es un voto de castigo, y quienes están en esa trinchera es porque se sienten traicionados, con sus demandas incumplidas.
Lento es el proceso de unidad de la izquierda chilena, y no hay dudas que lo habrá, es una realidad ad portas. Se levanta un programa y medidas a tomar de forma urgente. Eso es lo que nos debe interesar, hasta dónde estas justas reivindicaciones sociales, políticas y económicas se consiguen. Probablemente se deba buscar en el breve plazo, los mecanismos para avanzar en las medidas más imperiosas para el año 2010, porque éstas no pueden esperar más.
Al calor del fragor electoral es indispensable avanzar en la elaboración de un borrador para la nueva Constitución Política. Basta ya de utilizar esta frase electorera con el único fin de sumar votos. Es hora de colocar nombres en la mesa, y de firmar acuerdos de cara a la ciudadanía. Así se impedirá el acercamiento del pinochetismo a La Moneda.
La historia necesita de gestos democráticos. La CUARTA URNA propuesta por el candidato de la izquierda Jorge Arrate, es una buena alternativa para saber qué quieren los chilenos. No tendrá el carácter de legalidad de la espuria Constitución pinochetista, pero la presidenta podrá decir que el pueblo dio su opinión, expresó su voluntad. Esos son los grandes gestos que diferencian a un presidente de un estadista. Chile no se cae a pedazos si se le consulta a la ciudadanía.
Se debe comenzar a redactar el nuevo sistema electoral. Ahora deben quedar claros los pasos para resolver la marginalidad, en que el pinochetismo mantiene a miles de chilenos, y que necesitan que sus derechos estén representados. Este compromiso también debe hacerse de cara a la ciudadanía.
Llegó la hora en que se resuelva el enorme y gravísimo estado de la educación chilena. De cara al pueblo debe establecerse, que se harán los cambios estructurales esenciales para dotar al país de un nuevo sistema educacional global, con tiempos concretos, con fechas de conocimiento público, con todos los actores participando. Cualquier intento de solución a espaldas de los interesados, está condenado al fracaso.
Es imprescindible acabar con la Ley del Cobre para las Fuerzas Armadas. Las necesidades del país son más urgentes que el desarrollo de una carrera armamentista, bajo pretexto de modernización de material. Es sencillamente intolerable el robo de dineros fiscales cuando se compra material de guerra. Los Ministros de Defensa de la Concertación no han cumplido su función.
Llegó la hora en que se coloque fecha para renacionalizar las riquezas básicas. Llegó la hora que el programa que levanta la izquierda chilena sea tomado en serio; deben incluirse las medidas que son impostergables. Las más perentorias. No bastan algunos candidatos en listas parlamentarias. Romper la marginalidad política es un asunto más global, así por lo menos lo entendemos los que no queremos al pinochetismo en La Moneda.
Nada más deleznable que el uso electoral que hace el pinochetismo de la pobreza, de la marginalidad, de la miseria. Dos veces más triste, porque perfectamente la Concertación en casi 20 años pudo haberlo mejorado. Ese es un juicio que se hace de sus periodos, y algunos de nosotros estamos siendo doblemente castigados, tantos años postergados y excluidos y ahora nuestros exterminadores tan cerca.
La demanda más urgente es buscar una solución definitiva al problema del pueblo Mapuche. No pueden seguir militarizando sus tierras. En este serio conflicto no hay espacios para promesas; aquí no entra el pinochetismo, es la Concertación la única responsable.
Los próximos años claro que pueden ser mejores, pero para que esto suceda nos damos una pausa para colocar lo más prioritario sobre la mesa, y así detener al pinochetismo.
Lo que se promete se cumple, se acabaron las palabras bonitas.
Sobre una hoja todas las fechas y con todos los nombres.
Por Pablo Varas