El lucro ha sido estudiado desde varios puntos de vista, y eso responde a sus características laberínticas, puesto que cuando una persona se adentra en él ya no haya como salir. Por ejemplo, una consultoría puede dar origen a lucro si es que el costo incurrido en su ejecución, hasta realizada su venta, es menor que el precio por ella recibido. Por eso, una “consultoría verbal” daría, para un mismo precio de venta de ella, más lucro que otra: con estudios, fundamentos explícitos, metodología ad hoc e informes y con recomendaciones por escrito o más lucrativa a una con almuerzos y viajes incluidos.
Dentro de las muchas preguntas que surgen con el lucro hay dos que nos interesan. La primera ¿Cómo es posible que una seria empresa de tamaño mayor, altamente profesionalizada y de primera línea contrate una asesoría sin los resguardos debidos de confidencialidad de sus resultados, cuando se trata de materias que si le importan y mas aún que los asesores las pueden entregar al público a su simple arbitrio? Dada la información disponible parece un absurdo increíble. La segunda ¿Por qué a tantos profesionales y adláteres les gusta el lucro y, en sus discursos abominan tanto de él?
En la Teoría de Decisiones se reconoce que las personas tienen diferentes reacciones ante el riesgo: (a) las que tienen aversión y (b) las que son propensas a él. Y hay muchos instrumentos y métodos para medir el grado de aversión o de propensión de una persona al riesgo. Veamos ¿Cómo funcionaría el lucro para estas diferentes personas?:
(a) El adverso al riesgo, supone que los resultados de una decisión, por ejemplo, sobornar o aceptar una “coima” por prometer dar una ventaja ilegítima y o anticompetitiva o fuera de mercado en materias que están dentro de su responsabilidad, tiende a tener un costo -que lo pillen y tenga que ser juzgado y condenado- más alto que sus beneficios (es decir el monto en dinero o de regalías que pueda obtener). En este caso, la persona se dejaría corromper si solo si es que la ganancia esperada es desmedida, o sea, el lucro fuera muy alto, tanto que está dispuesta a correrse un gran riesgo y tomarlo. El lector posiblemente reconocerá algunos comportamientos ocurridos en el último tiempo en diferentes ámbitos como por ejemplo el fútbol. Entonces una de las razones de porqué muchas personas no sean corruptas o no se atrevan es porque son adversas o muy adversas al riesgo, en relación a los beneficios que se les ofrecen o que pueden obtener.
(b) El propenso al riesgo, es un persona de otro pelaje. Y cuanto más lo es, más le atrae estar en las cercanías del abismo. En su proceso de aprendizaje se irá dando cuenta que es importante vincularse con otras personas también propensas al riesgo porque no se detendrán ante amenazas simples, sino que más bien buscarán de común acuerdo llegar a decisiones aún más riesgosas, pero que tienen un “pago” superior. Bernard Madoff y su team es un ejemplo monumental de corrupción lucrativa y está en la cárcel, que es donde pertenece por fallar a la fe pública, a su propia palabra empeñada defraudando a miles de clientes, proveedores y socios.
En consecuencia, todas las personas de uno u otro signo de riesgo están y estamos propensos a la corrupción, o sea, a la exaltación del lucro. Las primeras (a), si es que el lucro es muy muy alto y a las segundas (b) les importa más el lucro per se, que el volumen del mismo. Las personas, también, tienen otras características frente al lucro, por ejemplo, los muy sensibles tienden a desearlo mucho cuando son pobres y a sentirse infelices cuando tienen mucho, es decir, si son ricos.
Dentro de estos diferentes tipos de personas hay, por ejemplo, las que aman el lucro y que creen que sólo los costos incurridos por ellos vale y que los costos en que incurren los demás no tiene valor e importancia, ni es necesario preocuparse de donde salieron o quienes afectarán. Muchas de esas personas corruptas – que lucran ilegítimamente – sienten que sus conductas son producto de condiciones externas a ellos y como casi cualquier felón siente que la deuda las debe pagar la sociedad por el mal trato que ella les ha dado, aunque hayan lucrado ilegalmente, por años y con altos montos, con fondos públicos y de privados. Son individuos totalmente muy indolentes al daño que causan. Otros en cambio, ven el lucro solo como un mero medio para otros fines y se esfuerzan en lograrlo al máximo pero dentro de un ámbito totalmente legal y lícito.
Conclusión:
Una persona, con las consideraciones éticas, morales o religiosas que estime, siempre puede medir y conocer con los debidos resguardos su propensión al riesgo y saber cuál es su tendencia a la corrupción y si su lucro y – a su lado – es o no: legal y legítimo.