Desde hace ya más de dos semanas en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, hemos iniciado un proceso de radicalización de las movilizaciones a nivel nacional, expresándose en la aprobación por mayoría absoluta del Consejo de Presidentes de la Toma General de la Universidad, decisión que contrastó durante el mismo día con la “otra toma”, el cierre de manera antidemocrática por la Rectoría de la Universidad, incluso antes que como estudiantes decidiéramos cualquier acción. Ante tal conflicto, finalmente se impuso la democracia, dando un primer triunfo al hacer respetar la moción de toma que como estudiantes, democráticamente asumimos.
Al interior de la toma de la universidad hemos crecido como organización de estudiantes críticos, nos hemos empoderado desde la conciencia de las bases, generando actividades para la comunidad, realizado debates, foros y actividades culturales al interior de la Universidad, y lo más importante construyendo propuestas de movilización y profundizando debates acerca del diagnóstico que como estudiantes manifestamos a la Rectoría de nuestra Universidad, y al Ministerio de Educación.
Dichos diagnósticos nos hablan en primer lugar de un modelo de Educación Superior en crisis que presenta las siguientes características:
1) Mercantilizado, dado a que es un sistema que funciona en base a la privatización y el lucro, nos coloca a nosotros estudiantes como clientes y productos. Clientes, al asumir aranceles y créditos a largo plazo por educación; y Productos, al ser transados en un futuro mercado laboral precarizado y de subempleos. Todo esto nos muestra un Estado que entregó el derecho a la educación a manos privadas, y son hoy los bancos los que garantizan un derecho, la diferencia: cobrando y endeudando. En este plano la educación deja de ser pública por su crisis de financiamiento.
2) Carente de sentido, dado a que sucesivos gobiernos han asumido un proyecto capitalista y neoliberal, de privatizaciones y entreguismo con los grupos transnacionales que se han apropiado del país. La educación pública como tal perdió todo rumbo, ya que no responde a un modelo de desarrollo nacional, sino que a un proyecto de mercado transnacional. Esto nos hace decir que al perder ese carácter público de financiamiento la educación dejó de ser pública por su crisis de sentido.
3) Antidemocrático, ya que es un sistema que se caracteriza por la escasa construcción colectiva de los procesos de aprendizaje y la prácticamente nula injerencia que tienen las comunidades educativas y universitarias en la toma de decisiones. Se observan procesos de mecanización y homogenización del conocimiento que al ser mezclado con la competencia y el lucro, resultan en un extraño pero perfecto experimento neoliberal. La educación pública al no promover la participación democrática, dejó de ser pública por su crisis de participación.
En la Universidad cada uno de estos elementos no escapan de la vida universitaria y se expresan en elementos concretos que han hecho eco en una crisis interna: con respecto a la crisis de financiamiento, observamos como existe muy poca transparencia de los fondos de la Universidad (incluidos fondos públicos) y como la matrícula se ha convertido en un elemento de endeudamiento cada año; en materia de crisis de sentido, se requieren definiciones democráticas de mallas, perfiles de egreso y prácticas profesionales, así como fortalecer el rol público y social de las universidades con la región; y en relación a la crisis de participación, exigimos la realización de claustros triestamentales por facultad en pos de ir sentando las bases de una construcción democrática, así como también la instauración de consultas públicas a la Comunidad Universitaria.
Sobre el punto de democratización hacemos especial énfasis ya que creemos que es la piedra angular sobre la cual se sienta el proceso que vivimos como pueblo en pos de recuperar nuestros derechos. Ya que en nuestra Universidad Católica de Valparaíso, de manera muy particular hace 44 años se inició un proceso de Reforma Universitaria que finalmente a nivel nacional promovió la instauración de gobiernos democráticos constituidos por trabajadores, estudiantes y profesores, para tomar las decisiones en conjunto sobre el rumbo de la Universidad. Resulta particularmente curioso como la Universidad es un espacio donde las decisiones las tomen unos pocos entre cuatro paredes, y resulta más insólito aún que algunos sean los mismos que el ’67 exigían democracia.
El proceso de autofinanciamiento de las universidades públicas, y el consiguiente endeudamiento de las familias chilenas por educación se sostiene sobre la más cruenta historia de antidemocracia en nuestro país, la dictadura militar y su gobierno neoliberal, que se reprodujo en rectores impuestos. A nivel nacional, el autofinanciamiento y antidemocracia, fue acompañada por la privatización de los sectores estratégicos de la economía, entregando nuestros recursos naturales a la más inescrupulosa explotación, de minerales, mares, bosques y sueños familiares.
El acceso masivo de estudiantes que hace que hoy seamos más de un millón los estudiantes -endeudados- en la Educación Superior, y los cambios en la cobertura y regulación de la calidad de la educación, sobre los que tanto se vanagloria la Concertación y se escusa la Derecha. Son tan solo entendibles como modificaciones sobre un sistema mercantilizado: el aumento lógico de la matrícula, dada una explosión del mercado de la educación y la regulación de la calidad, se ve como un control de calidad que hace cualquier empresa educacional a su producto, los estudiantes.
Finalmente la educación está lejos de ser un mecanismo de movilidad social, y se presenta hoy y por todo lo anterior como un mecanismo de producción y reproducción de las desigualdades estructurales.
Una vez hecho aquel diagnóstico, evidenciamos que no es solo crítica estructural sino también una propuesta estructural que se expresa diariamente en protesta. Con fuerza manifestamos que esto es una demanda que no puede esperar más tiempo, y que no amerita más mesas de trabajo, ni discusiones, mucho menos de negociaciones.
Es completamente falso que como estudiantes estemos cerrados al diálogo, ya que como estudiantes somos quienes hemos dado el puntapié inicial a un cuestionamiento al modelo educativo que en años se habría hecho con una clase política como la nuestra, autocomplaciente y gustosa de peleas pequeñas, sin cuestionar el problema de fondo. No nos digan ahora violentistas si violento es no haber hecho nada en años, y cada día que pasa. No nos digan antipatriotas que vamos contra el desarrollo, si la clase política es la que vendió el país y lo sigue haciendo. Y no nos traten como pequeños, porque somos un mucho más que jóvenes, somos un pueblo en lucha que está dispuesto a transformarlo todo.
Partidos de Derecha y Concertación están posados como buitres esperando que nuestro movimiento muera, para fagocitar de nuestro esfuerzo, cooptar la sociedad es su profesión y no dudan en que esta es otra buena oportunidad, para apropiarse del poder de las movilizaciones para direccionarlo hacia un beneficio en sus negocios, mediante una reforma de perfeccionamiento a su modelo ya avanzado. En Educación Superior vemos cómo en uno y otro bando existen empresarios de la educación, que se han enriquecido en base a un excelente negocio como el de las Universidades. Llama la atención que el mismo ministro Lavín tenga que reconocer en pantalla que para él ha sido una excelente inversión, y que tenga la revolucionaria idea de hacer un nuevo estatuto de Universidades en base al lucro y no lucro, para seguir desviando recursos hacia su Universidad. ¿No habrá un conflicto de intereses ahí, no debería renunciar ahora mismo el ministro Lavín? ¿Cambia en algo la renuncia, si los monigotes hacen fila por estar en el poder?
Como pueblo y al interior de la Universidad hemos madurado, nuestras demandas hoy y el carácter de nuestras movilizaciones son la herencia de una construcción histórica de compañeros y compañeras que con esfuerzo y lucha levantaron las banderas de un pueblo golpeado. Ese mismo pueblo hoy se manifiesta con alegría e indignación, ya que dejó el miedo de la dictadura, y la incertidumbre de la “democracia protegida”, y se da cuenta que está desnudo frente al futuro y que sobre eso, no tenemos nada que perder y todo que ganar, da un paso hacia el vacío y se arroja con la convicción de un sueño que se debe hacer realidad. El de ser un pueblo realmente soberano sobre nuestras vidas.
No es casualidad que hoy tengamos las mayores movilizaciones en años, y el proceso de movilizaciones estudiantiles más álgido desde los 60. Vemos la posibilidad cierta de que pronto un triunfo nos dará la movilización, tenemos la convicción inquebrantable de que nada podrá detener la lucha de los pueblos, ni dictadores ni ejércitos ni falsos profetas lo han podido hacer, el pueblo que no transa, avanza y se detiene solo a retomar más fuerzas. El camino va por transversalizar y hacer converger aún con mayor claridad nuestros esfuerzos, en esa línea rescatamos como ejemplo la reciente movilización del día miércoles 15 en donde estudiantes y subcontratistas del cobre se movilizaron en conjunto, o la del jueves 16 en donde la ciudadanía en general se manifestó en las calles por el derecho a una educación pública de calidad y al servicio de un desarrollo para todos y no para los mismos de siempre.
Como estudiantes críticos y con perspectivas revolucionarias de transformación del modelo educativo y económico-social no bajaremos los brazos en este momento, y continuaremos con mayor fuerza para dar un triunfo a una lucha de todo chileno. Llamamos a reconocer las diferencias y superarlas con debate y diálogo democrático en pos de mantener la unidad como movimiento político-social y aprovechar las fisuras que la clase política deja al quebrajarse y titubear.
Compañeros y compañeras, la historia la escriben los pueblos y está en nuestras manos definir cómo queremos que sea la historia de la educación para nuestro país y la Universidad para la comunidad. Hacemos una invitación a que más temprano que tarde, vivamos una nueva Universidad y una nueva sociedad, más inclusiva y más democrática.
“Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro”
Por Aquiles Hernández
Vicepresidente Federación de Estudiantes
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Escrito en toma, 19 de junio del 2011