Ante el resultado de las recientes encuestas sobre el rechazo de la ciudadanía tanto a los políticos de Gobierno como a los representantes de la oposición, sería interesante preguntarse por el nivel de rechazo de la ciudadanía frente a los medios de comunicación, especialmente frente a los noticieros de la televisión abierta. Es ya un lugar común que la mayoría de los periodistas trasmitan “en vivo” las protestas callejeras, mostrando –desde luego- los “actos vandálicos”, la “violencia y los desmanes”. El libreto ha llegado a ser monótono, alguna periodista primeriza entrevista a comerciantes callejeros victimizados por la protesta, a renglón seguido, los encargados del “orden público” aparecen amenazando a los dirigentes de profesores y estudiantes. Finalmente, el señor Presidente cierra el capítulo haciendo un llamado al diálogo y el entendimiento.
Lo único que queda fuera de esta “nueva forma de informar”, que a decir verdad, no tiene nada de nueva, son –precisamente– los motivos y fundamentos de un movimiento capaz de aunar miles de voluntades. Nada se dice del estado lamentable en que se encuentra la educación pública, entre muchas otras cuestiones, en nuestro país. La televisión y otros medios silencian el clamor de un amplio sector de chilenos, haciéndose cómplices de una manipulación reñida con el más mínimo sentido ético y profesional del periodismo. Con justa razón, un grupo de universitarios –futuros periodistas– gritan en las calles: “Nos cansamos de la televisión, periodismo en acción, contra-información”.
Cuando quienes se están formando para trabajar en los medios de comunicación los perciben como una fuente de desinformación y mentiras, algo anda mal. Esta nueva generación, nativos digitales, posee herramientas y redes que les permiten un acceso a la información mucho más amplio en cantidad y calidad que sus predecesores: no sólo eso, además están en capacidad de constituir redes sociales de nivel nacional y global. En suma, los estudiantes de hoy tienen plena conciencia no sólo de las miserias políticas del país en que habitan sino también del modo cómo estas miserias se silencian.
Basta recorrer la infinidad de “blogs” y medios digitales alternativos, para advertir la brecha que existe entre la información oficial administrada por grandes monopolios mediáticos y aquella que alimenta a las futuras generaciones. En la red encontramos la bitácora de otro Chile, aquel que se encuentra apenas rasguñando la superficie y que se escribe cotidianamente. Allí están las imágenes, videos y fotografías, textos escritos y registros de audio, que reclaman la visibilidad que los medios oficiales les niegan. Si antes los periodistas se formaban como linotipistas, no es temerario pensar que es en este mundo digital donde se están formando las nuevas generaciones de periodistas que ya se cansaron de los noticieros de la televisión chilena.
Por Álvaro Cuadra
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Elap. Universidad Arcis