La elección venidera tendrá a los dos mismos protagonistas, que la celebrada en el año 2018.
Estos son el presidente López Obrador y el Pueblo de México.
En el año 2018, el presidente López Obrador ganó dos elecciones: naturalmente la de ese año y la que se va a realizar en los meses próximos.
Es decir, el tsunami Obradorista, arrollará nuevamente toda pretensión electoral.
Nuevamente, el pueblo de México saldrá a votar y respaldará la transformación impulsada por Andrés Manuel López Obrador, ahora encarnada en la figura de Claudia Sheinbaum Pardo.
También, la imprescindible incitación del seis de seis (marcar todas las boletas en favor de Morena), tendrá sus réditos. Serán electos gobernadores; senadores; alcaldes y diputados, por el ahogo de la cascada Obradorista.
En ese sentido, bien harían los diversos contendientes siglados por Morena, en darles a sus campañas un tinte y estructura “Obradorista”. Que no es precisamente la estructuración discursiva y programática bajo la esencia de algún tipo de izquierda. Pues es gráfico que el pueblo de México no actúa en función de una praxis ideológica; sino, por la motivación que causa ver todos los días a un presidente honesto, que ama a su pueblo, responder y afrontar las diversas problemáticas del país.
Ser de izquierda, ha definido múltiples veces el presidente López Obrador, es ser honesto y tener buen corazón.
En la simplificación política, acorde al actuar presidencial, ser de izquierda se traduciría como ser cercano a la gente; escuchar y responder al pueblo, en función de esa primera escucha.
Es ahí el futuro mérito y la gran posibilidad de los eventuales candidatos siglados por Morena: deben construir una narrativa de campaña en réplica al actuar social y mediático del López Obrador.
La narrativa de campaña no es exclusivamente lo que responderá el candidato en cuestión ante las futuras entrevistas.
La narrativa de campaña es la propuesta de gobierno, simplificada en el diagnóstico de la situación social; política; de seguridad y de bienestar que necesite la comunidad y que se genere desde la comunidad misma. Así como la propuesta de respuesta/solución producida por los mismos diálogos emanados de la gente.
Tradicionalmente, los proyectos programáticos y los planes de gobierno han sido construidos basados en costosas consultoras, hospedadas en la capital del país, que desde sus grandes despachos hacen los análisis pertinentes en cada rubro, y enfatizan la gravedad y necesidad de atender determinada cuestión, sentenciando de manera centralista lo que se deberá hacer; a cientos de kilómetros de distancia de donde emerge la problemática a solucionar.
Es el momento de que la identidad Obradorista emerja de manera transversal en todas las campañas del Movimiento de Regeneración Nacional.
Es el momento de construir los proyectos sociales dialogando con la sociedad; que los foros temáticos y consultivos demarquen las necesidades y las respuestas que colectivamente deben darse, para solucionar los impostergables, y en un segundo momento, arranque el proceso de transformación.
La transformación inició en la presidencia de la república, pero hay muchos rincones a los que no ha llegado.
Se debe consultar a la gente, para después, gobernar con la gente.
El Obradorismo es traducción del poder obediencial.
Aquel que cita, mandar obedeciendo.
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Foto: Archivo El Ciudadano
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