El cotidiano de la vida paraguaya bajo el yugo golpista del parlamento y su ordenanza en el palacio de López, el Florero golpista, está enmarcada por la vivencia del shock y del trauma subsecuente. La falta de confianza en las instituciones, en el valor de la representatividad ciudadana, la inseguridad socioeconómica que deja el cierre de programas y proyectos de ministerios y secretarías que hacían a la subsistencia y formalización de muchas familias, dejan a las personas y familias ante un abismo sociohistórico: las esperanzas de unos nuevos modos de relacionarse con el Estado y las posibilidades que éste daba para el desarrollo personal y familiar (unos modos más homogéneos, más transparentes, más formales, menos clientelares, menos arbitrarios) se han caído totalmente por el desempeño destructivo del golpismo florerista y los antiguos modos (partidizados, clientelares, arbitrarios, prebendarios, informales) no han vuelto consistentemente puesto que la derecha en el poder ahora opta definitivamente por desprenderse de la capacidad de gestión económica y social que permanece bajo tutela estatal y traspasar totalmente esas capacidades a los sectores privados.
De esa manera, no hay formas, nuevas ni antiguas a las que recurrir para relacionarse de un modo certero con el aparato estatal para conseguir las ayudas necesarias para la supervivencia o desarrollo de las personas. Se vive, pues, frente a un abismo y un estrés que sólo tiene como salida la esperanza en una temporalidad efectiva, relativa al proceso electoral: que todas las cosas se ordenen con las próximas elecciones y el gobierno que salga de ellas, sea cual sea. Por otra parte, para los sectores desplazados del poder (ejecutivo), esta esperanza temporal se vuelve una situación más estresante, puesto que el sistema electoral, que fomenta la competitividad entre las minorías y favorece a las mayorías beneficiando su unidad, no les otorga ninguna salida a la carga de estrés y malestar que sí les entregaba el instalarse en una actitud de resistencia. No han podido tampoco, estos sectores de izquierda, trasladar la actitud de resistencia (energizante, unitaria, solidaria, movilizadora, afectuosa) totalmente al escenario electoral (que requiere ser más cautos, egoístas, insolidarios, calculadores). Los conflictos que se resolvían abiertamente contra el golpismo en el escenario de resistencia se resuelven solapada y desgastantemente en el escenario electoral de unidad y competencia que vive la izquierda hoy. Los momentos de euforia de los autoconvencimientos de popularidad de la opción propia conviven con la depresión al ver que el otro bando amigo vive… la misma situación.
Para los golpismos el asunto también tiene ribetes de complejidad inmanejable. El hecho de dar el golpe de estado con la impronta de la matanza impune de 17 personas ha actualizado la simbólica de la cultura dictatorial estronista y su concepción de la autoridad pública como un ente arbitrario e impune que se impone mediante la combinación de miedos y amistades, beneficios y perjuicios. Si acabar con un gobierno, derrocar al poder ejecutivo, asesinar para ello a 17 personas y no importarle ningún reproche moral ha sido el modo de conseguir sus objetivos por la actual (e ilegal) máxima autoridad del país, ¿por qué esas formas (contextualizadas) no han de permitir a cualquier autoridad pública, del nivel que sea, conseguir sus propios objetivos, personales o políticos?
Los plazos de normalización por vía electoral también presionan a estas autoridades que ven en la normalización el fin de sus posibilidades de incrementar sus patrimonios las siete veces que ha hecho el Florero presidente (y no dar cuenta de ello) y de intentar personalizar el mando, desinstitucionalizando, tal cual ha hecho el Florero al gritarle a los intendentes «¡Acá se hace lo que yo digo!»*(1). Esta impronta se dio los primeros días del golpe: despidos masivos, censuras, persecuciones y seguimientos, la policía dedicada a romper los afiches que denostaban el golpe y a detener a quienes los pegaban en las paredes, instalación impudorosa de parientes, amigos o correligionarios en todos los niveles de la administración pública, feudalización de los ministerios y entes públicos en manos de los partidos o movimientos golpistas, la absoluta impunidad. En definitiva la política del saqueo y el abuso en toda la función pública. Con esta impronta es que las autoridades públicas, en las distintas administraciones (departamentales, municipales, judiciales, policiales, etc.), están actuando desde el 15 de junio de 2012.
Las policías, con cambio o sin cambio de uniforme, detienen arbitrariamente a quien quieran en las calles basadas en subjetividades (color de piel, estatura, modo de vestir, corte y largo del pelo) y justificadas en el «verificación de identidad», las policías de tránsito o comunales aumentan sus rondas recaudatorias contra automovilistas y motoristas, las fiestas de casa particular o las tokatas improvisadas son objeto de atropello policial o del interés pecuniario de la intendencia o de la Apa, las tokatas punks o metaleras suelen ser incidentadas en su exterior por policías a quienes no les gusta tener en el vecindario gente joven vestida de un modo «extraño».
Los intendentes dan carta de formalidad al arbitrio y la discriminación. El municipio de Areguá define a hippie como «peligroso» y se propone censar y allanar a todo hippie en esa ciudad… aunque no describe qué es un hippie y ni siquiera sabe si quienes la intendencia define así se identifican a si mismos como tales*(2). Nada importa, total la intendencia y la policía son dueños de la ciudad, a la que por otra parte despojan de su acervo urbano en beneficio del negocio inmobiliario turístico. El narcisismo gubernamental y el fascismo social se unen en Areguá. En otras partes, autoridades policiales se permiten secuestrar brasileños para incrementar sus ingresos mediante el secuestro express, militares se permiten ingresar al Brasil «para acortar camino» sin cumplir con las formalidades del caso, se descuidan importantes descubrimientos científicos lo que permite el robo descarado de fósiles de valor (científico) incalculable, policías matan a abigeos que no eran tal por carnear una vaca sin pedir permiso. Las fuerzas armadas no quieren quedarse fuera de esta fiesta y piden injerencia en los asuntos internos del país por razones de «seguridad» *(3).
La socialización de una forma arbitraria y abusiva de ejercer el poder se impone antes de que las fechas de normalización se avecinen. Se vive hoy bajo la amenaza de las autoridades públicas. Sólo un poder equivalente, el del dinero, puede mantener a salvo a una familia o una persona. Y con ello las normas de justicia, seguridad, democracia, imparcialidad que habían intentado construir la sociabilidad en los últimos tiempos se han venido abajo. No hay respeto, no hay nada que no sea dimensionable en términos de ejercicio de poder abusivo. Así lo comprendieron los intendentes municipales que ingresaron a la fuerza al palacio de López, poniendo las cosas en su lugar: aquí manda cualquiera que se de maña para ello.
En esa situación de inseguridad colectiva y personal permanente es que se asientan las psicopatologías del golpismo cotidiano y las salidas a ella: desde el abuso de poder a la esperanza en la normalización electoral, desde el saqueo de lo público en pro de la mejora personal a la energizante resistencia antigolpista.
REFERENCIAS
*2) http://www.apeparaguay.org/py/razzias-antihippies-en-aregua-por-orden-municipal/
Por Pelao Carvallo
26 de octubre de 2012
Asunción antigolpista
Publicado en www.apeparaguay.org