Los patrones –llámense amos, señores, reyes o empresarios según el ciclo histórico en el que han tenido el poder y lo han manejado a su amaño– nunca se han perdido cuando de defender sus garantías se trata.
Han dispuesto correctamente sus piezas, transado para seguir imponiéndose y lo que es más importante han contado, por una parte, con el beneplácito de los Estados que han puesto a su disposición a las fuerzas armadas para la protección de sus riquezas, y por la otra con renegados provenientes de las propias filas de los que sufren el peso de la máquina de poder.
En los orígenes del capitalismo y en su desarrollo posterior, el abuso no tenía medida. Solo la muerte traía descanso al paria, al privado de todo incluso de su condición de ser humano digno.
Tal es la razón que provocó la reacción de los trabajadores y la conformación de sus organizaciones. Por eso la patronal impidió su actuar y luego las atacó directamente, con su secuela de persecuciones y muerte.
Finalmente cuando constataron que la justeza de las demandas y la organización en crecimiento permanente de los explotados hacía frente a su actuar e incluso se obtenían avances (las luchas de los asalariados en Francia, Inglaterra, Estados Unidos y Alemania son una muestra de aquello) optó por dar la imagen de preocupación y, aunque de mala gana, aceptó los consejos de quienes le indicaban que la única manera de parar el alzamiento obrero pasaba por la vía de hacer algunas concesiones.
La primera muestra de esta estrategia patronal son las normas de seguridad social en Alemania, entre 1883 y 1889.
Se unió a esta preocupación por las condiciones deplorables de los trabajadores, la Iglesia, que a través del papa León XIII promulga su primera encíclica social en 1891, en la que junto con expresar su apoyo a la formación de sindicatos reafirma su apoyo al derecho de la propiedad privada. Al mismo tiempo discute sobre las relaciones entre el gobierno, las empresas, los trabajadores y la Iglesia.
Pese a las dificultades, continúa el desarrollo de la organización sindical.
Cada año son más los lugares del mundo donde se va conmemorando en multitudinarias manifestaciones el Primero de Mayo. Los trabajadores radicalizan posiciones, los gobiernos recurren al ejército y se producen enfrentamientos que dejan miles de obreros muertos y heridos. Diversos países, incluido Chile, toman nota de las expresiones obreras y grafican su preocupación por la cuestión social.
No están interesados en mejorar radicalmente la vida de los obreros, solo les interesa encontrar la fórmula para desincentivar las manifestaciones y las luchas, para lo cual conceden algunas leyes, que en caso alguno terminan con el abuso patronal.
En Europa se inicia la Primera Guerra Mundial y la gran mayoría de las organizaciones asumen posiciones del lado de sus gobiernos, cuestión que en definitiva quiebra o fractura algunos instrumentos que hasta ahora existían, entre estos la Internacional de trabajadores.
La guerra, las carencias que genera la misma, la lucha obrera y sus propuestas de cambio social, asumidas por la mayoría de la población lleva a la culminación exitosa de la Revolución Rusa en 1917, aplaudida sin dilación por el movimiento obrero de la mayoría de los países, lo que por supuesto genera una gran preocupación de gobiernos y patrones en muchos países del mundo.
No podemos ignorar ni minimizar el hecho de que una de las resoluciones del Tratado de Versalles, que es lo que puso término a la Primera Guerra Mundial, sea la creación de la OIT que, según palabras de sus gestores, “reflejó la convicción de que la justicia social es esencial para alcanzar una paz universal y permanente”.
Y COMIENZA LA DIVISIÓN DE LA CLASE
En un principio y pese a las dificultades los trabajadores se organizaron nacionalmente y tuvieron la capacidad incluso para convocar a dirigentes de distintos países
Es así que en 1867 se constituye la Primera Internacional de Trabajadores, donde participaron principalmente organizaciones de Inglaterra y Francia, que es donde mayor desarrollo tenía la revolución industrial. Se integraron también representantes de Alemania y luego organizaciones de Italia y España.
Esta Primera Internacional se rompe porque se confrontan, sin posibilidad de acuerdo, las posiciones de C. Marx y M. Bakunin, quienes difieren de la meta final de la organización.
Las organizaciones miembros de la Internacional toman partido por una u otra posición y finalmente y luego de la expulsión de los seguidores de Bakunin, la Internacional deja de existir en 1876.
En 1889 se constituye la Segunda Internacional, pero esta declara como condición para integrarla, la calidad de seguidores del ideario socialista, y luego entrará en crisis al confrontarse dos visiones socialistas ante el inicio de la Primera Guerra Mundial.
Por lo mismo se dan otras organizaciones al margen de la Segunda Internacional, siendo las más reconocidas aquellas que tienen origen cristiano.
En 1919 se constituyó una organización internacional de sindicatos cristianos que en 1968 pasó a ser la Confederación Mundial del Trabajo (CMT).
Es claro, entonces que, dentro de los muchos factores que incidieron para la disgregación del sindicalismo organizado está la guerra y la posición frente a ella de las organizaciones obreras, además de las posiciones ideológicas que sin duda van permeando la unidad de los explotados.
Podríamos decir que se trata del primer gran salto al vacío de la clase trabajadora.
No ignoramos, y no comprendemos, cómo diversas fuerzas en lucha contra el capital fueron incapaces de generar un gran frente anti patronal, pero sí tenemos claro que estos pasos dados por el capital y sus aliados, fracturaron, cuando no quebraron definitivamente, la organización de los trabajadores.
Tenemos la obligación de entender que por muy justas y valiosas que sean las posiciones políticas y religiosas, los trabajadores no tienen otra forma de ganar sus derechos que actuando unidos, generando organizaciones grandes y poderosas que encabecen sus luchas.
Solo la unidad y la convicción nos darán la victoria. Esa es la enseñanza.
Se comenzó por entonces, pasados los primeros 20 años del siglo XX, a hablar de un nuevo estado en la relación entre partes.
La OIT declara convenios como la jornada de ocho horas de trabajo, la protección de las remuneraciones, el derecho a sindicalizarse y a negociar colectivamente y otros que se supone van en la línea de proteger a los trabajadores.
Pero los patrones ya le habían tomado el pulso a este instrumento burocrático y simplemente, incluso pese a ratificar los convenios en pomposas ceremonias, borraron con el codo lo que habían escrito con la mano.
Siguió el abuso y la explotación, pero para entonces algunos sectores del sindicalismo guardaban silencio antes estos hechos e incluso llegaban a criticar a quienes promovían acciones de fuerzas contra los capitalistas en los distintos países del mundo.
Del otro lado la sensación de que todo estaba solucionado en algunos sectores del mundo, llevó al acomodo y al trabajo burocrático dentro de las organizaciones de trabajadores, alejando a las bases de la toma de decisiones e incluso actuando a nombre de ellas sin considerarlas para la decisión final.
Hubo de producirse una nueva conflagración mundial, para que algunas cortinas se abrieran y expusieran ante los ojos de todos, que ni por mucho se había terminado el problema.
La guerra, como instrumento de los estados capitalistas para imponer su hegemonía obligaba a las organizaciones de trabajadores a tomar posición. En cuestiones de este tipo los más afectados son los miembros menos fuertes de la sociedad que ven limitados, congelados e incluso perdidos, diversos derechos de los que disfrutaron.
El término de la Segunda Guerra Mundial provocó un segundo momento de amplia unidad, al constituirse la Federación Sindical Mundial (FSM), la primera en reunir a la mayoría de las organizaciones del mundo.
Constituida en 1945, principalmente por gestión inicial de sindicatos ingleses y rusos, es rota en 1947 por organizaciones norteamericanas y otras que constituyen desde ese momento la CIOSL, haciendo del concepto libertad su bandera de lucha.
Libertad contras los sindicatos rojos dicen, libertad para oponerse a lo que llaman el totalitarismo marxista.
Paralelamente, la CMT continúa desarrollándose aunque no logra la adhesión que tienen la FSM y la CIOSL
La llamada Guerra Fría había comenzado y con ello la toma de posición de las organizaciones sindicales en una de las tres vertientes en que estaba desde entonces dividido el movimiento sindical.
Estas tres grandes Internacionales (FSM, CIOSL Y CMT) se distribuyen mayoritariamente la afiliación sindical mundial, existiendo también organizaciones del sindicalismo libertario, y algunas que no participan en ninguna internacional.
Finalmente en el año 2007 CIOSL y CMT se unen en una sola organización, la Confederación Sindical Internacional CIS.
La FSM se mantiene vigente y mayoritariamente la integran organizaciones definidas como de izquierda y anticapitalistas.
Asimismo, continúan existiendo organizaciones sindicales que no forman parte de ninguno de estos referentes.
Los resultados de esta división para la clase trabajadora, están a la vista.
CONTINÚA EN EL PRÓXIMO PULSO SINDICAL
Por Manuel Ahumada Lillo
Presidente C.G.T. Chile