Con claridad absoluta que el nombramiento de los integrantes del gabinete es totalmente una acción privativa de la Presidente de la República, no por ello deja de ser un tema que concita expectación sobretodo en la etapa final del actual mandato y por ende con un proceso eleccionario que se viene en forma acelerada.
Sin embargo, creo que también al momento en que uno elige a un Presidente el voto entregado es de confianza y de alguna manera éste debe hacer reflejar la voluntad ciudadana en el equipo que conforma a su alrededor.
La política chilena tiene el vicio de repetir errores anteriores y al final termina por legitimarlos, uno de ellos es que cuando se forma el gabinete se busca en este caso un equilibrio de fuerzas en los sectores que integran el conglomerado gobernante.
Lo anterior me parece inadecuado para el país, ya que es difícil hacer calzar las militancias o afinidades con partidos específicos y la necesidad de tener el mejor ministro en una cartera con una trayectoria que lo haga merecedor de la materia que le corresponderá tener a cargo.
Por supuesto, esto tiene un límite en que se debe por una cuestión que no debería estar sujeta a discusión, que los ministros salgan del mundo de los partidos de gobiernos, pero privilegiando en los criterios de elegibilidad a los mejores para cada cargo. Después se debe ver sí hubo o no coincidencia con un grado de equilibrio, tema que debe ser secundario si realmente se puede ofrecer al país un equipo de primer nivel.
Además, es propicia la ocasión para contar con personas no soberbias, que tengan un trato hacia las personas amable y porque no tener por ejemplo, en la cartera de Educación un profesional pertinente al área así como ocurre en otros ministerios en que se puede hacer coincidir una profesión determinada con la labor ministerial. Más aún podría ser natural que el Ministro del Interior provenga de las filas del partido de la Presidenta, ya que en ausencia de ésta le corresponde ejercer la Vicepresidencia y aunque sea por períodos breves es sano para el país seguir en una misma línea de conducción y en lo rutinario las reacciones de uno y otro frente a determinadas situaciones supuestamente andarían en sintonía.
Aspectos tan sutiles como estos, en un período en que la recta hacia las presidenciales se acorta, son signos que pueden jugar a favor o en contra de un resultado. En definitiva el Chile del futuro debe estar abierto hacia los mejores, bajo la consideración que cualquier sector que desee obtener el poder depende de los votos de los independientes y los militantes sólo son una pequeña fracción.
Por Luis Osorio