En esta nueva ‘sociedad del cansancio’ las y los trabajadores nos vemos obligados a vivir una autoexplotación voluntaria producto de la instauración de un modelo laboral precarizado, con el cual se ha instaurado exitosamente una remodelación del individuo, obligando a cada persona a vivir en un universo de competición producto de la baja renta, los bonos o incentivos o de frentón el desempleo. Sin mencionar la instauración -sin permiso, ni acuerdo entre las partes- del Teletrabajo, que para la gran mayoría a invadido nuestras casas, impactando las labores del cuidado, sobre todo si esa familia tiene niños, niñas, jóvenes o personas a su cuidado.
Con esto, el individuo se ve forzado a reorganizar las relaciones sociales según el modelo de mercado, transformando y llamando a la propia persona a concebirse y a conducirse como una empresa (un emprendedor de sí mismo). Esta concepción individualista y centrada en el YO, está llevando a las y los trabajadores y a la sociedad, al desarrollo del “ser humano del cálculo individualista”, que busca el máximo interés individual en un marco de relaciones interesadas y competitivas entre individuos. Esto define una nueva ética que se lleva a cabo mediante una estricta vigilancia realizada por uno mismo y donde la Constitución del 80 se encarga de fortalecer.
Esta conducta individualista, donde el primer mandamiento del emprendedor es “ayúdate a ti mismo”, atenta contra nosotros mismos, contra nuestra felicidad, contra nuestras familias y contra el desarrollo del ser humano. Esta auto explotación lleva a la perpetuación de la ‘Sociedad del Cansancio’, la que a su vez nos empuja a convertirnos en un verdugo y víctima de nosotros mismos, en donde el fracaso y el cansancio no existen. Además, la propia explotación es más eficiente porque va unida a la idea de libertad; así el individuo se explota hasta la extenuación generando personas cansadas, con lo cual el fracaso, la exclusión o el no avanzar son responsabilidad de su propia suerte, producto de los malos cálculos individuales. Entonces, el nuevo “buen trabajador/a” es el de la competición y el rendimiento, un ser hecho para triunfar y para ganar, no importa cómo, instaurándose en el ambiente una advertencia latente: NO HAY LUGAR PARA LOS PERDEDORES.
El trabajo dignifica, pero en Chile no, ya que 7 de 10 trabajadores reciben salarios cercanos o por debajo de la línea de la pobreza, esa desigualdad salarial, se agudizan si eres mujer, indígena o de grupos históricamente discriminados. Si quieres avanzar en mejoras salariales o de bienestar, tienen también impedimentos al momento de negociar colectivamente, eso si cumples con las condiciones para sindicalizarte, ya que ese derecho en Chile no es universal y no responde a las nuevas formas de trabajo, como el informal.
Actualmente, Chile tiene una Constitución que garantiza a medias los derechos de las y los trabajadores, ya que esta mirada está escrita y proyectada desde el mundo del empleador y de lo privado, el cual restringe cualquier posibilidad de avanzar en el bienestar de todas y todos sus trabajadores.
Chile debe asegurar en la Nueva Constitución libertad al trabajo, estabilidad del empleo, seguridad y reconocimiento como un trabajo las tareas del cuidado que muchas mujeres realizan. Además, como sociedad debemos terminar con esta Sociedad del Cansancio y debemos avanzar hacia una Sociedad del Bienestar y la Felicidad, pero sabemos que sin trabajo no hay bienestar ni dignidad.