Reflexión urbana: Contracultura

Sin CONTRACULTURA no hay movimiento cultural

Reflexión urbana: Contracultura

Autor: Sebastian Saá

Nikanor MolinaresSin CONTRACULTURA no hay movimiento cultural. Las sociedades democráticas que no entienden que el under o el arte inmediato, es tan importante como el arte tosco, el sagrado, o el arte mortal que circunscribe al arte oficial, están intentando aniquilar la semilla de la intransigente que lo revitaliza.

Es imposible extirpar la CONTRACULTURA de la actividad cultura. Es una tarea inútil. Los implacables vientos del “Tiempo de los Asesinos” están siempre cultivándose en una sociedad. Los idiólogos culturales neoliberales saben que es una imposibilidad, así que la única estrategia que tienen es invisibilizar a estos artistas que se arriesgan en cultivar en el compost del resentimiento el nacimiento del nuevo paradigma cultural que vendrá a germinar. Porque la CONTRACULTURA genera cultura.

Toda cultura durante su desarrollo podrá ser instrumentalizada por la política, la economía, la ambición, o el snobismo. Es un facto. Es entonces cuando nace espontáneamente la obligación orgánica de la CONTRACULTURA que es volver a escarbar en lo primogenio, en el nihilismo, en el baho ancestral, y de la nada procurar la renovación de las nuevas ideas creativas.

La CONTRACULTURA es parte de este organismo viviente que se llama cultura. Participa del nacimiento y aniquilamiento del proceso creativo. Es el alimento loco y nihilista para los propios artistas que después con el devenir del tiempo se transfigura para los ciudadanos.

El arte loco no es loco porque busca un snobismo. Es alienado porque come la carroña diaria que defeca nuestra sociedad. Son la casta más baja de la Cultura como en la India lo son los Parias, los intocables, realizadores de los trabajos más marginales. Están orgullosos de su estirpe como lo están las hienas que devoran la carroña. Son el estómago de acero que se come lo que digerimos. Es el laboratorio artístico por excelencia. Son los suicidados. Son los niños que admiten que ya nacieron degenerados. El poder metafísico que llevan en su interior es extraño. Es el algo que nadie entiende porque no quiere significación.

Henry Miller Tenía razón cuando ocupa el verso “El tiempo de los Asesinos” de Arthur Rimbaud para su análisis sobre el poeta nihilista que fustigó el aniquilamiento de su generación, dio vida a una nueva CONTRACULTURA, y ejerce una influencia hasta el día de hoy. El genio murió devastado en África el mismo año que naciera Henry Miller al otro lado en Nueva York. Por una casualidad sospechosa los dos nacieron y murieron sobre el signo de Capricornio. Signo de crisis. Como si la muerte de uno fuese el impulso de nacimiento del otro.

Siempre en los ciclos socio culturales hay un generación asesina que viene con una energía avasalladora energizada por que le están devorando sus derechos. Encabezada por poetas creativos e indignados. La revolución cultural es un acto místico de liberación. Es un acto cosmogónico.

Solo cuando a la cabeza de la gestión cultural oficial llegue un ser humano que tenga la sensibilidad de entender lo que significa la CONTRACULTURA, tendrá grandes posibilidades de generar un movimiento cultural sustentable y representativo de nuestra sociedad. Un organismo vivo. No mortido.

Por Nikanor Molinares

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