Bajo la articulación de la CUT, y en igualdad de condiciones, los trabajadores nos hemos sentado a la mesa para dialogar sobre las transformaciones que hemos esperado durante décadas. Lo hemos hecho con la convicción que el programa de Michelle Bachelet representa un primer escalón hacia una democracia más inclusiva y participativa, o si se quiere más parecido a una verdadera democracia, que trata de reducir las brechas de desigualdad en Chile basadas en uso y abuso de las leyes del mercado en contra de los trabajadores.
Hay que decirlo, las grandes fortunas nacionales se han hecho en base a salarios bajos, a precarización de condiciones, a subcontratación, a costa de las pensiones de los chilenos, a prácticas antisindicales y multirut. Para decirlo en buen castellano: abusos.
El diálogo no ha sido lineal, altos y bajos, incomprensiones y comprensiones, tiras y aflojas, nos llevaron a ciertos puntos de acuerdo que se reflejaron en indicaciones concretas, sin las cuáles las reformas, en su texto original adolecen de deficiencias insalvables para los intereses de los trabajadores.
Si damos por hecho que la necesidad de una reforma laboral, así como estaba avanzando al momento del cambio de gabinete, no es una necesidad política de este gobierno, sino un tema país. Y que las razones que apuntalaron esta necesidad no son precisamente la falta de garantías para el empresariado, es evidente que el espíritu de esta reforma está dado por la necesidad de nivelar la cancha y eso no puede hacerse sino con el concurso activo de las organizaciones de trabajadores.
Los últimos han sido meses difíciles, la corrupción, el caso CAVAL, SQM, las posiciones maximalistas de sectores de izquierda, las catástrofes, la presión de la sediciosa prensa chilena, y un descontento incubado por décadas terminaron inclinando a la Presidenta a cambiar el Gabinete que hasta ahora, hay que reconocerlo, había logrado sortear con bastante habilidad los escollos para llevar adelante y concretar una vertiginosa batería de cambios bastante profundos respecto de cualquiera anteriores post dictadura.
La discusión hoy se centra en el rol que tomarán las figuras que componen dicho nuevo gabinete. Para algunos, el cambio bien puede transformarse en una oportunidad, donde las reformas planteadas, la laboral a nuestro juicio la más relevante, tome mayor fuerza sin los escollos que se habían ido instalando a propósito de los casos «boletas» (más allá de la inocencia/culpa de quienes aparecían mencionados) y donde este nuevo equipo retome agilidad para la discusión y proyectos, en los plazos señalados y con la mayor participación ciudadana posible.
Otros afirman que la «moderación» ha atracado en la puerta de La Moneda, y está ahora a cargo del timón político y de tramitar la agenda de Probidad, el proceso Constituyente y la reforma laboral. Los saludos y sonrisas del empresariado algo nos dicen de eso. Jorge Burgos, Javiera Blanco y Ximena Rincón comparten militancia, pero también un compromiso con la Presidenta quien ha reiterado que las reformas seguirán avanzando.
Sin embargo y más allá de estas consideraciones hay algo meridianamente claro, en el rol que nos toca jugar a los trabajadores y al movimiento social: las reformas no se resolverán en la oficina de un ministro. Las reformas no fueron puestas sobre la mesa prográmatica por ningún político visionario, sino por la urgencia de la vida real, de la desigualdad real y serán esas mismas fuerzas las que las mantengan y/o repongan en su lugar principal. Léase, sólo es el trabajo en el territorio y la movilización, la que puede inclinar la balanza en favor de las transformaciones.
También debemos ser cautos al entender que la derecha chilena ha demostrado tener capacidad articuladora y de poder concentrarse en sus objetivos principales, porque lo que se esconde detrás del discurso de la extrema derecha es el miedo, el miedo, en primer lugar a la voluntad de las mayorías expresadas en las urnas, un miedo profundo a la democracia, al cambio y al futuro.
Debemos unir fuerzas para modificar la actual constitución, para aprobar el Plebiscito Consultivo, para que la ciudadanía sea la que se pronuncie.
*Presidente de Industrial Chile, CONSTRAMET