Por Natalia Valdebenito
Las mujeres siempre hemos estado en peligro. Siempre. No es solo ahora que Trump aparece con el mismo discurso misógino o en contra de comunidades LGTB+. O porque Musk haga un gesto nazi y en su red social se amplifiquen los mensajes fascistas y machistas. Ni porque Milei grite incoherencias en contra de las mujeres, poniendo en el mismo nivel que un hombre mate una mujer, por el hecho de serlo, con la habilidad milenaria de los hombres de matarse entre ellos.
No, siempre hemos estado en peligro. Reconozcámoslo. Es tan vulnerable nuestra existencia que nada de lo que pasa hoy sorprende si miramos nuestra historia como especie en la humanidad.
Las mujeres siempre hemos estado en peligro cada día si salimos a la calle. Y no hablo de la delincuencia que nos afecta a todos, hablo del peligro de llegar sola a casa, de meterse en un Uber con un hombre desconocido e irse agarrada de la puerta para salir arrancando. Compartir la ubicación, un «avisa cuando llegues» como parte del protocolo.
No hablo de la inseguridad en el ambiente laboral. Para hombres y mujeres el acoso sexual es una realidad. Pero quisiera recalcar que los casos expuestos son en su mayoría a mujeres … ¡AAAAAH! Que aburrido tener que hacer ese equilibrio cada vez que hablamos de los peligros a los que estamos expuestas las mujeres, teniendo que incluir a los hombres en el relato para que quizás les importe, para no parecer poco empática con sus problemas, para no escribir de una manera radical que los “asuste”. Me pregunto; ¿es necesario que haga esto, si finalmente seré insultada igual?, me dirán “feminazi” de este modo y otro, y seré perseguida igual por decir lo mismo de siempre, pero ahora sin esa condescendencia que necesitan para entender, para no asustarse como niños, o como “niñas” (eso los enoja más porque ser llamados mujeres los ofende).
Julia Mengolini, periodista argentina, fundadora de “Futurorock”, y conductora de programas en ese mismo medio, a quien admiro y siempre pongo atención por su elocuencia e inteligencia, dijo en diciembre de 2024, en el programa “¿Cómo lo ves?”, haciendo una autocrítica a la situación de su país y de cómo según ella, se dejó fuera de las luchas feministas y sociales a “los chicos”. Con esto se refiere a la llamativa cantidad de varones jóvenes seguidores y votantes de Milei y por supuesto a un análisis macro de la situación particular de su país. Y sin citar toda su intervención, quiero hacer el punto en la excesiva y acuciosa autocrítica constante a nuestro actuar y sobre lo que dejamos de hacer y dejamos fuera. Lo agradezco. Me enorgullece que seamos capaces de problematizar sin miramientos, ni autocompasión.
Pero … ¿qué puede realmente pasar si esta autocrítica no es también jugada por el resto de la sociedad? Hablo de varones o grupos humanos que parecen estar sentados esperando a ver qué pasa sin mover un músculo. Me refiero a esa masa que solo reclama, que inerte detrás de una pantalla exige cambios y vota luego por quienes no hacen posibles esos cambios. O esos que llaman a “las feministas” cuando el abusador está al otro lado del tablero. O cuando además de ser directa o indirectamente las víctimas, nos culpan por el daño que nos hacen o por no haber evitado que un abuelo violador abusara de sus nietas y sobrinas.
Me pregunto, si no somos todos los atormentados por el mismo miedo y peligro que tenemos las mujeres, ¿cómo lograremos algo realmente importante?
Milei quiere eliminar la figura de femicidio porque eso significa, según su microscópica y miserable mirada, que la vida de las mujeres es más importante que la de los hombres. ¿Y cuántos de ustedes han pensado eso a propósito de cuando se habla de la “violencia en contra de la mujer” en comparación con la violencia que sufren los hombres? Muchos me han comentado en mis diversas publicaciones que la mayoría de las personas que mueren asesinadas son hombres, y ¡Claro, imbécil! Asesinados por otros hombres. Es cierto, no son todos los hombres, pero no estoy dispuesta a no decir que todos sí son hombres, y punto. Y ese es el dato y eso es lo que hay que cambiar.
¿Cómo incluimos a “los chicos” y a los hombres en general a nuestra “fiesta” si no hay reflexión y menos la necesidad de cambiar esto? Y, por otro lado, ¿por qué van a querer cambiar la cultura del abuso y de la violación si solo les facilita el camino? ¿Por qué si en todo este tiempo, ni siquiera el hecho de que sean padres, hijos, hermanos, amigos, pareja de mujeres, les ha importado? ¿Por qué tenemos que educarlos, explicarles en modo amable y sin asustarlos?
¿Por qué tengo que esforzarme en hacerme entender si lo que recibo a cambio son insultos? No es que no esté de acuerdo con Julia, es más, ya me alejé completamente de su reflexión, solo me quedé con esa pregunta de cuando la escuché. ¿Cómo lo hacemos para incluir a todos si la pregunta de cómo lo hacemos para resolverlo viene de un solo lugar?
Todavía existe el “matrimonio infantil”; hasta decirlo me resulta aberrante. La mayoría de las víctimas son niñas y no solo pasa en ciertas partes de África, Asia del sur o América Latina, si no que aquí mismo en nuestro país; el Partido Republicano, partido del candidato presidencial de extrema derecha, José Antonio Kast, no votó en contra de esta práctica. Porque sí, aquí o lejos, esa “tradición” aborrecible tiene quienes la defiendan.
La semana pasada salió la condena de sólo tres años para un hombre chileno que abusó de su hija de 15 años. Sólo tres años por arruinar una infancia entera.
La lista de atrocidades que nos dicen que el machismo nunca dejó de avanzar es innegable. Y muchas hemos sentido estos últimos días que lo logrado está en peligro, así como la vida de cada una de nosotras. Por eso mismo el llamado es a estar alertas, dispuestas a quemar el rancho por nuestro derecho a vivir en paz. Más fuertes que nunca, sin ofrecer ningún espacio a seguir incrementando el daño que nos hacen y han hecho. Sin temor a ser ridiculizadas por defendernos, sin pudor de levantar la voz si es necesario y sin miedo, porque defenderse es un derecho que te has ganado por existir.
¿Dónde están las feministas? Trabajando. Criando. Pensando. Estudiando. Creando. Organizando. Porque como dijo la escritora Nona Fernández, “el camino es el intento”, y nosotras no estamos dispuestas a dejar de intentarlo e inventar todas las maneras y lenguajes posibles para protegernos y cuidar nuestra libertad.
No estamos aquí para hacerte sentir cómodo, o complacerte. No es culpa del feminismo que el fascismo avance a un nivel que en cualquier momento se descuadre y cobre más vidas de lo que un titular está dispuesto a sostener.
Si esta sociedad toda está en peligro es porque la colusión con los medios y redes sociales, poder político y empresarial -que también está comandado por hombres-, tiene copada la agenda y el escaso sentido común de las personas. Porque tú votaste por ese candidato ladrón que sabes que te miente, pero que te dio lo mismo porque te da status. Porque dejamos entrar las ideas negacionistas que solo esclavizan a ser ignorantes a un mundo entero que pronto no sabrá cómo sacarse estos lastres de encima.
Nada de lo escrito aquí es nuevo. Pero hay que insistir. Con hechos, palabras, canciones, teatro, danza, literatura, reportajes, denuncias, acompañando a nuestras amigas o incluso a aquellas que no lo son tanto. Hay que insistir siempre. Es vulnerable nuestra existencia, no nuestra capacidad de luchar.
Se acabó la amabilidad. Estamos en peligro.
Por Natalia Valdebenito
Fuente fotografía
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