Una de las principales debilidades de la humanidad moderna actual bajo la pandemia de Covid-19 fue su interconexión sin límites que hizo del planeta un “mercado sin fronteras”, y la fetichización de la iniciativa privada que anuló casi por completo la inversión pública.
Los estados nacionales, que encuentran sus orígenes jurídicos en el Tratado de Wetsfalia (1648), durante la hegemonía de la ideología neoliberal (desde las últimas décadas del siglo XX), en los hechos, perdieron casi todos sus elementos constitutivos.
Sin soberanías (política, económica, energética, alimenticia, cognitiva, tecnológica…). Sin tierras, ni territorios públicos. Con gobernantes cooptadas por las élites empresariales locales/globales. Los estados nacionales, no en pocos casos, quedaron reducidos en una gendarmería para repeler militarmente las resistencias comunitarias y escoltar las maquinarias extractivas neoliberales.
Los agentes neoliberales locales y globales endilgaron a la humanidad con su promesa del “paraíso terrenal inminente fruto del libre mercado”, al grado que el Estado abandonó, no sólo su rol protagónico en la economía, sino que sus empresas estratégicas y servicios públicos fueron privatizados por completo, en muchos casos. Pero, el neoliberalismo y su “libre mercado sin Estado”, en lugar de traer el paraíso a la Tierra trajo la desgracia de una pandemia planetaria cuyos impactos y secuelas aún están lejos de constatarse por completo.
En tiempos de pandemia, no son las empresas, ni los estados neoliberales quienes más ayudan
En este contexto de fracasados estados nacionales, y ante la pandemia global del miedo paralizante, urge repensar qué tipo de organización/articulación política, económica, social, cultural, espiritual requerimos, ya no únicamente para hacer frente al planetario Covid-19 sino a sus secuelas, y futuras plagas letales en tiempos de cambio climático.
No son las empresas privadas, ni el libre mercado planetario, quienes están haciendo frente a la pandemia. En países de América Latina, tampoco son los estados neoliberales (éstos no tienen ni para una aspirina).
Son la solidaridad pasiva (quedarse en casa) y la solidaridad activa (ayudas concretas) las que en buena medida están evitando mayores desgracias humanitarias en tiempos de pandemia. Municipios, comunidades, enteras se han auto encapsulado (incluso en contra de la voluntad de los estados y empresarios neoliberales) para evitar la propagación del virus.
Si nos organizamos, no hay miedo, ni pandemia, que nos derrote
Como individuos, por más dinero que tengamos, o estemos interconectados en el mundo, llevamos la de perder. El individualismos (neoliberalismo) es una ilusión letal.
El camino de la sobrevivencia es la organización/articulación. La comunidad/solidaridad parce ser la “vacuna” para cuantos sobrevivan a la presente y futuras pandemias. Una solidaridad/comunidad cósmica, no únicamente solidaridad entre humanos.
Simultáneo a los hábitos/acciones solidarias, es urgente la concientización y organización política. Debemos repensar los estados nacionales o plurinacionales para que promuevan y garanticen la convivencia comunitaria. Para ello, estos estados deben recuperar su rol protagónico en la economía ecológica. Los nuevos estados deben reasumir su soberanía política, económica, alimentaria, energética, agrícola, tecnológica. Es tiempo de debatir con urgencia la situación de todos los servicios y empresas públicas privatizadas y plantear la nacionalización de los mismos.
Los tiempos de la Covid-19 y de la pandemia del miedo nos debe motivar a repensar y/o renovar con creatividad nuestra apuesta por los movimientos sociopolíticos reinventados. Sin la beligerancia de los movimientos sociopolíticos a nivel local, y simultáneo a nivel global, será difícil crear los nuevos estados postpandemia.
Ahora, las élites locales y globales “permitirán” el protagonismo de los estados en servicios de sanidad, seguridad, alimentación, etc.. Incluso “impulsarán” la intervención estatal en empresas privadas, pero lo harán para luego reapropiarse de las mismas, o para acrecentar sus patrimonios.
Evidente, desde lo cotidiano, si buscamos vencer al Covid-19 y otros, aparte de cultivarnos en el sentimiento y praxis comunitario (cósmico y humano), debemos emprender el hábito de la sobriedad (en el uso de los bienes) y la quietud sin renunciar a la libertad interior (respetar las fronteras).
Publicado en Telesur