Sobre la Rusia de Putin y Medvedev, el Coeficiente de Gini y algunas otras cuestiones (2)

Vengo regresando de un breve paseo por la “Nevskii Prospekt”, que inicié en la Estación del Metro “Ploschad’ Vosstaniya”, donde se encuentra la Estación de Ferrocarriles “Moskva”, y terminé en la Estación “Gostiinyi Dvor”

Sobre la Rusia de Putin y Medvedev, el Coeficiente de Gini y algunas otras cuestiones (2)

Autor: Sebastian Saá

Vengo regresando de un breve paseo por la “Nevskii Prospekt”, que inicié en la Estación del Metro “Ploschad’ Vosstaniya”, donde se encuentra la Estación de Ferrocarriles “Moskva”, y terminé en la Estación “Gostiinyi Dvor”.

A decir verdad, lo que condicionó la decisión de marcharme de paseo a la “Nevskii” esta mañana fue una información a la que, de manera enteramente casual, tuve acceso ayer en la noche, después de haber visto la repetición de uno de los conciertos de gala de Año Nuevo, tan comunes aquí en Rusia. Impactado por la ostentación de riqueza y de agraviante opulencia de los concurrentes al importante evento social y musical, y conociendo – como conozco – la situación de penuria en que se debaten vastas masas de la población de este país, comencé a buscar en “Internet” información sobre la distribución del ingreso en Rusia. Sorpresivamente para mí, al analizar una tabla esquemática sobre el tema, encontré una remisión para una página de la CIA.[1] Sí, exactamente, de la Central Americana de Inteligencia que, en su publicación The World Fact Book, entrega información sobre historia, pueblos, gobiernos, economía, geografía y otros datos acerca de más de 267 entidades en el mundo. Pero, antes de continuar con la interesante información encontrada en el sitio de la CIA, acabaré de referirme al paseo por la avenida principal del centro de San Petersburgo.

El objetivo primero de mi paseo era auscultar el ambiente; observar a la gente, oír algún comentario, que me ayudara a determinar – aunque fuese superficialmente – cuál es el ánimo de las personas en este crítico momento que atraviesa la otrora gran potencia mundial. Porque el problema no se restringe al hecho de que la aplastante mayoría de su población, con una intensidad y profundidad sin precedentes, experimente los rigores de la mal llamada economía “social” de  mercado y sea víctima conspicua de las perniciosas consecuencias de la crisis económica y financiera mundial. Ello porque Rusia se ha transformado, por excelencia, en un productor de materias primas, entre las cuales, por el peso específico que tienen en la generación del producto nacional, el petróleo y el gas natural ocupan un lugar preponderante.

La última vez que estuve allí fue hace 7 meses. Poco o nada ha cambiado. La “Nevskii” continúa siendo sede de los hoteles y tiendas más elegantes y lujosos de la segunda capital de Rusia, a pesar de que estas últimas lucen semivacías. Entro en algunos de los negocios para pulsar el entorno, centrando mi atención en vendedores y parroquianos. Como dicen por ahí: “Mucho ruido y pocas nueces”. Pregunta va, respuesta viene, pero lo cierto es que, como norma, los consumidores salen de las tiendas sin indicios de haber adquirido alguna cosa.

A lo largo de los pasadizos subterráneos para peatones, el comercio, al parecer, prospera: se ve a grupos de turistas comprando todo tipo de souvenir – de las “matrioshkas” y “budionovski” a los siempre codiciados samovares -, pasando por los hermosos juegos de porcelana producidos por la antigua Fábrica de Porcelana de Leningrado, ahora llamada “Imperial”. Es que los tiempos cambian. Todo indica que, en la Rusia neoliberal, cambiar es retroceder.

De las estaciones del metropolitano, apresuradas, emergen multitudes de abigarradas personas que, en fracciones de segundo, desaparecen, como si hubiesen sido tragadas por un invisible e infinito espacio, por una suerte de tercera dimensión que nuestros sentidos son incapaces de sentir y conmensurar. Con todo, esta sensación se esfuma rápidamente porque por las aceras de la avenida va y viene un río de gentes que se atropellan al pasar. La mayor parte de las personas, por cierto, anda bien vestida, sobre todo las mujeres, las bellas mujeres rusas, lo cual, por lo demás, siempre ha sido asaz notorio en este país, ayer y hoy. Y, asimismo,  como siempre ha sido, no he logrado escuchar cualquier comentario sobre la situación política, económica y social del país. Probablemente, tal como otrora, los temas trascendentes serán conversados, circunstanciadamente, en la cocina, centro y alma de los hogares rusos.

 

Lo que sí pude captar – pues se trata de una fenómeno manifiesto – fue que el sistema político y económico ha ido, paulatinamente, rompiendo –“¡tanto va el cántaro al agua, que al fin se rompe!” – la integridad humana del antiguo ciudadano soviético. Sus acendrados valores morales han ido cediendo paso al individualismo tan propio de las sociedades donde el ser humano no es lo que importa; lo que manda es la fría y vil ganancia y, en fin de cuentas, el dinero. Esta constatación, que no tiene nada de novedosa, pues me la vengo haciendo año tras año a partir del 2006 – altura en que comencé a vivir durante algunos meses en Rusia – adquiere, para mí, ahora en 2011, una insospechada dimensión al percibir el recrudecimiento de sus manifestaciones: se podría pensar que se trata de una enfermedad contagiosa; una peste que, con prodigiosa ligereza, se va, ineluctablemente, transmitiendo de un individuo a otro…Sí, efectivamente, esta es una sociedad enferma, tal como la nuestra o cualquiera otra que viva bajo la maldición de un gobierno de oligarcas.

 

Otro aspecto de la vida cotidiana de los rusos,  que visiblemente se ha alterado, es el número cada vez más reducido de jóvenes que aprovechan su tiempo de viaje en el metropolitano para leer. Es de conocimiento común que la población que más leía en el mundo era la de la Unión Soviética. Los muchachos y muchachas, tal como en Santiago, Lisboa, Paris, Madrid o Londres, “conectados” a sus aparatos de teléfono móvil, escuchan el estridente ruido de guitarras eléctricas, tambores y otros instrumentos, que incluso puede ser percibido – contra su voluntad – por los vecinos de viaje.  Los adultos mayores que leen, con frecuencia leen pasquines sensacionalistas y pequeños boletines que contienen  publicidad y que, en grandes cantidades, son distribuidos gratuitamente en los accesos al metropolitano. En general, en la Rusia de hoy, el periodismo, con la calidad informativa y los fuertes fundamentos morales a que nos tenían acostumbrados los diarios soviéticos, ha sido obligado a huir hacia otros espacios menos accesibles al ciudadano común, en particular al ciberespacio. Sería injusto, sin embargo, no mencionar el hecho de que, fiel a su vocación y consecuentes con sus principios, hay periodistas que han mantenido viva la llama de la verdad, de un periodismo de calidad y de un nivel deontológico encomiable, como es el caso de aquellos que continúan, contra viento y marea, haciendo posible la existencia de la “Literaturnaya Gazeta”. No deja de tener interés mencionar el hecho de que Boris Berezovskii – un multimillonario ruso, nacido al abrigo de la destrucción gorbachoviana de la URSS y uno de los principales beneficiarios del proceso criminal de privatización llevado a cabo por Eltsin en Rusia, promotor financiero de las campañas electorales del terror de Eltsin y Putin, exilado ahora en Londres -, supuestamente arrepentido, ayer, a través de la prensa, ha hecho pública su mea culpa y, entre otros temas abordados allí, se refiere a la libertad de expresión, en los siguientes términos: “Yo me arrepiento y pido perdón por haber eliminado la libertad de expresión. Habiendo justificado mi acción como un anhelo de salvar a Rusia de la peste roja y parda, yo determiné la política del principal medio de comunicación del país, despreciando los valores democráticos. Mis acciones dieron inicio a la destrucción del periodismo independiente. Empero, no solamente yo actué de esta manera. Sin embargo, ello no justifica mi conducta. ¡Perdónenme!”.[2]

Bien, como decía, la lectura de libros en los transportes públicos deviene, de más en más, raro hábito de los rusos, aun cuando es enteramente normal encontrar las librerías llenas de ávidos parroquianos.

Pues bien, retomo, ahora, la información de la CIA, que suscitó en mí tan vivo interés. En el The World Fact Book se nos informa que, para medir los ingresos de las familias en diversos países y establecer si la distribución de dichos ingresos es equitativa o no, habría que aplicar el llamado “Indicador de Gini” (Gini Index).[3]

El indicador de marras es calculado, teniendo como base la Curva de Lorenz, de acuerdo con la cual el ingreso acumulado de las familias es confrontado con el número de familias, ordenadas a partir de las más pobres hasta las más ricas. Mientras más cercana a la equidad sea la distribución, más cercana estará la Curva de Lorentz a la línea de los 45 grados y más bajo será su “Indicador de Gini”: verbi gratia, un país escandinavo con un indicador de 25. Mientras más desigual sea la distribución del ingreso en un país, más alejada estará la Curva de Lorentz  de la línea de los 45 grados y más alto será su “Indicador de Gini”. Por ejemplo, un país de la región localizada al Sur del Sahara con un Indicador de 50. Si el ingreso fuere distribuido con total equidad, la Curva de Lorentz coincidiría con la línea de los 45 grados y el indicador sería igual a cero (0). Si, por el contrario, el ingreso hubiese sido distribuido con absoluta desigualdad, la Curva de Lorentz  coincidiría con el eje horizontal y el eje vertical derecho, siendo el indicador igual a cien (100).

Ahora bien, en 2009, Rusia ocupaba a nivel mundial el lugar 51 con un “Indicador de Gini” de 42.2, esto es, con una distribución del ingreso sumamente desigual, aunque bastante mejor posicionada que Chile, que con un Indicador de Gini de 52.1, se hace merecedor al décimo sexto lugar (16) en el concierto mundial de naciones. Se puede concluir, sin margen para dudas, que Chile ocupa un bien merecido lugar entre los países que tienen los peores indicadores en lo que se refiere a la distribución equitativa del ingreso nacional.

No resisto la tentación de señalar que el vecino más próximo de Rusia en la “tabla de posiciones” del “Indicador de Gini” – ¡oh, sorpresa! -, con 41.5, en 2008, es la República Popular de China, la China que algunos, con inusitada pertinacia, insisten en calificarla de “Estado comunista”. Orgullosamente, ocupa el lugar quincuagésimo segundo (52).

Cabe referir que este indicador, tanto en Chile como en Rusia y en China, debe haberse deteriorado entre los años 2009 y 2011, lo cual trataremos de probar recurriendo al análisis de otros indicadores que muestran la forma en que el ingreso ha sido distribuido, concretamente en Rusia.

Pero antes de abordar la información que nos permita acercarnos todavía un poco más a la verdad de los hechos en el ámbito de la distribución del ingreso, echemos una mirada ligera a algunos datos económicos, que nos podrán ayudar a determinar el estado de cosas en la Rusia neoliberal. Adelantaremos que la renta per capita, estimada para  el año de 2010, fue de 15.900 dólares norteamericanos.

Según la CIA, en 2009, Rusia fue el mayor exportador mundial de gas natural, el segundo mayor de petróleo, el tercero de acero y de aluminio bruto. Esta dependencia de las exportaciones – de acuerdo con la CIA – hace a Rusia “extremamente vulnerable a las variaciones provocadas por la expansión y la reducción de los ciclos resultantes de la alta  volatilidad de los precios internacionales de las materias primas”.[4]

La CIA informa, asimismo, que la economía rusa fue una de las más duramente golpeadas por la crisis económica global de los años 2008 y 2009, sobre todo porque los precios del petróleo sufrieron una abrupta caída.

Sin embargo, como fiel sirviente de banqueros y empresarios, el gobierno ruso a través del Banco Central inyectó en el sistema bancario y empresarial, con recurso a las reservas internacionales del país, 200.000.000.000 de dólares norteamericanos con la finalidad de asegurar liquidez y permitir a las empresas privadas amortizar las deudas contraídas en el extranjero.

Los altos precios del petróleo durante este año 2011 han permitido que la economía rusa observe una tímida recuperación, pero, a largo plazo, hay muchos desafíos que ponen en causa cualquier optimismo en los pronósticos. Los más serios retos que tiene por delante el gobierno neoliberal son la reducción de la fuerza de trabajo, el alto nivel de corrupción,[5] las dificultades de acceso de las pequeñas empresas no ligadas al sector generador de energía a los recursos financieros, y el significativo deterioro de las infraestructuras que requieren grandes inversiones.

Para tener un panorama más claro sobre la economía de Rusia, se reviste de especial interés determinar cómo está constituido el Producto Nacional Bruto (PNB). Según el The World Fact Book, el PNB de Rusia tendría, de acuerdo con estimativas del año 2010, la siguiente estructura (en porcentajes del total):

Agricultura – 4.0 %

Industria – 36.8%

Servicios – 59.1%.

Entre tanto, no hay que perder de vista la circunstancia de que, en la rúbrica “Industria”, está incluido el poderoso sector de los hidrocarburos y de la minería – carbón, gas, petróleo, etc. -, lo cual distorsiona la envergadura del peso específico de la industria tradicional en el producto global. La realidad es que, sin ánimo de exagerar, en la Rusia de Eltsin y Putin (1991 – 2011) no ha sido construida ni una única fábrica de significación nacional. Toda la industria actual – y no sólo la industria – descansa sobre la base material creada en los tiempos de la Unión Soviética, no obstante la opinión – totalmente carente de fundamentos objetivos – de algunos críticos pertenecientes a grupos políticos e ideológicos más diversos, inclusive a  partidos comunistas, tanto de Europa como de América Latina, que señalan que una de las causas primordiales de la disolución de la Unión Soviética habría sido su atraso tecnológico y las deficiencias y debilidad de su base productiva.[6]

El peso específico de la agricultura en el PNB manifiesta de modo taxativo la triste realidad del sector y la fuerte dependencia que tiene Rusia de las importaciones de productos agro-pecuarios, lo cual se ha ido acentuando año tras año.

Como se puede apreciar, la situación económica y financiera de Rusia es altamente vulnerable al comportamiento de las economías de otros países y del mercado internacional de los hidrocarburos, donde los países occidentales de Europa y China son los grandes compradores de petróleo y de gas natural.

Chile, en este contexto, no escapa a la norma imperante para los países de economías que están viradas para el mercado externo, presentando una situación análoga a la de la Rusia neoliberal en varios ámbitos.

Si comparamos la estructura del PNB de Chile con la de Rusia, constataremos tangibles semejanzas. La agricultura en Chile tiene un peso específico de 5.1%; la industria, de 41,8%; y los servicios, de 53.1%[7]. Y, de la misma manera que en Rusia, en la industria chilena está incorporado el sector extractivo de la economía, donde a la minería del cobre le corresponde un papel de primerísimo orden.

La renta per capita en Chile, según estimativas para el año de 2010, se sitúa en los 15.400 dólares norteamericanos, guarismo muy parecido al que muestra Rusia.

Por Jaime Canales

San Petersburgo

(Continuará)


[1] https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/

[2] http://besttoday.ru/posts/4960.html, 28.02.2012.

[3] Vide: The World Fact Book. https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/rankorder/2172rank.html?countryName=Russia&countryCode=rs&regionCode=cas&rank=51#rs.

[4] Ibid.

[5] El 2 de Noviembre de 2011, el Canal de Televisión “RBK” informó que “Rusia ocupó el primer lugar en el Índice de Corrupción “Brive Payers Index”.

 

[6] En otro trabajo de análisis sobre la corrupción en Rusia, que daremos a conocer próximamente, se abordará en profundidad, entre otras cuestiones, la destrucción de que ha sido objeto la valiosa herencia dejada por la Unión Soviética.

[7] Vide: The World Fact Book.  https://www.cia.gov/library/publications/.

 


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