Sobreproducción y la crítica socialista

En una reunión por Zoom que mantuve días atrás con dirigentes y activistas sindicales surgió el tema de cómo responder al argumento de las patronales de que despiden y suspenden trabajadores porque en la rama en que operan hay sobreproducción

Sobreproducción y la crítica socialista

Autor: Rolando Astarita

En una reunión por Zoom que mantuve días atrás con dirigentes y activistas sindicales surgió el tema de cómo responder al argumento de las patronales de que despiden y suspenden trabajadores porque en la rama en que operan hay sobreproducción. La cuestión tiene particular interés desde el momento en que la sobreproducción, o la sobreacumulación, hoy tienen dimensiones globales (aquí para los datos).

La sobreproducción y el ciclo de negocios, característicos del capitalismo

La sobreproducción es el resultado de la lucha de los capitales por ganar mercados a través del cambio tecnológico, el abaratamiento de los costos y las guerras de precios. Esa dinámica hace que a la fase de prosperidad del ciclo económico le siga la sobreproducción –la oferta supera a la demanda en muchas ramas clave de la economía- con la consiguiente caída de los precios y de las ganancias, seguida de la crisis y la recesión (o depresión). Desatada esta, aumentan todavía más los inventarios de mercancías sin vender, y crece la capacidad ociosa. Se multiplican entonces las quiebras, y el desempleo crece vertiginosamente. Pero también caen los salarios, se intensifica la explotación de los obreros, se desvaloriza el capital, equipos de producción antiguos son mandados a desguace, y progresivamente, se recuperan las ganancias y mejoran las perspectivas del capital. Con la recuperación aumentan la inversión y el consumo, y la economía se recupera. A esta fase le sigue la prosperidad, o auge; y a esta la sobreproducción.

Lo esencial de esta historia: la sobreproducción y las crisis no ocurren por la mala política de tal o cual gobierno; tampoco se deben a maniobras especulativas de los capitales más poderosos, como muchas veces se piensa en la izquierda. Es cierto que políticas económicas equivocadas y las maniobras especulativas pueden agravar las cosas, pero la sobreproducción y las crisis tienen carácter sistémico, ya que son el resultado inevitable de la misma acumulación del capital (de aquí la importancia de una teoría científica de las crisis).

Las contradicciones del capitalismo

Lo idiosincrático de las crisis capitalistas de sobreproducción es que, a diferencia de las crisis de los modos de producción precapitalistas, o de los regímenes estatistas burocráticos (como fue la URSS), no son crisis por escasez de oferta, sino por exceso de producción, exceso de oferta. Como observaba Engels, el mecanismo de la producción capitalista «fracasa bajo la presión de las fuerzas productivas engendradas por él mismo» (p. 274, Anti Dühring). Y citaba a Fourier cuando este decía, con respecto a las crisis capitalistas, que «la abundancia resulta fuente de la miseria y la escasez«.

Abundancia  concentrada en pocas manos, miseria de millones. Por eso Marx habló de ese aspecto “extraño” de la sobreproducción, que consiste en que “los trabajadores, los productores reales de las mercancías mismas que abarrotan el mercado, necesitan esas mercancías”. Las han producido “y sin embargo no las poseen” (p. 434 t. 2 Teorías de la plusvalía). Por eso, la acumulación de la riqueza intensifica la miseria (relativa, muchas veces también en términos absolutos). “En cada crisis se ahoga la sociedad bajo la exuberancia de sus propias fuerzas productivas y de sus productos, inutilizables unos y otros, se encuentra perpleja ante la absurda contradicción de que los productores no tengan nada que consumir precisamente porque faltan consumidores” (Engels, p. 279, AD).

Se trata pues de la contradicción entre la riqueza producida por el trabajo asociado, y su apropiación privada. La crítica debe apuntar a la raíz del problema: la propiedad privada del capital. Esta es la base del programa revolucionario: socializar la riqueza que ha sido producida en forma social, y hoy es apropiada de manera privada. 

Reformismo y nacionalismo frente a la sobreproducción y la crisis

Lo anterior significa que medidas reformistas –por ejemplo, los seguros de desempleo – son paliativos a los sufrimientos de los explotados, pero no impiden los efectos de largo plazo de la sobreproducción ni las crisis. Por eso, no hay forma de satisfacer el reclamo, habitual durante las crisis y depresiones económicas, de “encuentren ya una solución”, o “tomen medidas para acabar ya con el desempleo”. Lo cual constituye un problema mayúsculo para los militantes y activistas obreros, y los socialistas.

Sobre esto tuve una experiencia muy directa a fines de los 1970 y principios de los 1980, cuando viví, como exiliado, en Bilbao, España. Por aquellos años las grandes industrias del País Vasco, acero y astilleros, eran tecnológicamente atrasadas y no podían competir con, por ejemplo, los capitalistas japoneses, coreanos o brasileños. En consecuencia, las empresas de altos hornos y los astilleros reducían personal drásticamente o cerraban. Los trabajadores respondían con marchas, paros, etcétera, pero el proceso de liquidación continuó. Finalmente, buena parte de las reivindicaciones se centraron en las indemnizaciones por los despidos; y las industrias, en su mayoría, se hundieron. Como este hay cantidad de ejemplos en la historia del capitalismo. Se repiten en escenarios de sobreproducción y crisis, frente a los cuales el reformismo sindicalista no tiene salida de fondo.

Otras medidas, como el proteccionismo y las barreras aduaneras y arancelarias (hoy en ascenso, con EEUU a la cabeza) pueden incluso empeorar la situación. Entre otras razones, porque cuando un país establece barreras aduaneras suele ser respondido por los competidores afectados con otras barreras, desatándose espirales de exacerbación nacionalista y xenofóbica que dividen y debilitan a las fuerzas globales del trabajo. Una división que se produce cuando es más necesaria la acción mancomunada e internacionalista de la clase obrera.

Medidas inmediatas y mínimas, y la crítica socialista

Lo esencial a retener es que la crisis de sobreproducción es inherente al capitalismo. Por eso se han repetido regularmente desde que el modo de producción capitalista pasó a ser dominante (aproximadamente a comienzos del siglo XIX). Esto es necesario explicarlo. Es clave presentar las cosas de manera científica: la sobreproducción y las crisis son expresiones de las contradicciones del sistema basado en el trabajo asalariado. Y en este marco es que hay que adecuar la táctica. Lo cual no es sencillo.

De hecho, el problema que planteamos en cierto sentido se asemeja al que enfrentó Rosa Luxemburgo, en relación al cambio tecnológico que ocurría en su tiempo. ¿Qué posición tenemos los marxistas, por ejemplo, ante la automatización, que deja a muchos obreros en la calle? No hay una respuesta sencilla porque si nos oponemos al reemplazo de la mano de obra por las máquinas nos ponemos en contra del desarrollo de las fuerzas productivas. Pero si consentimos en la introducción de la maquinaria, el capital manda obreros a la calle. No existe una solución fácil a este dilema (sobre esta cuestión en Rosa Luxemburgo, aquí).

Por lo tanto, frente a la crisis y el desempleo provocado por la recesión, parece necesario combinar la crítica –en especial, la crítica a los curanderos sociales vendedores de humo- con la lucha a toda medida, aunque sea mínima, que alivie en algo los padecimientos de millones de seres humanos arrojados al desempleo. Defendemos un programa de reivindicaciones mínimas (salarios; condiciones laborales; seguro de desempleo; libertades democráticas) sin renunciar por ello a la educación socialista. Esta tarea, compleja sin dudas, pasa por la combinación de la lucha inmediata y la crítica teórica sin concesiones.

Por Rolando Astarita

Blog del autor, 12 de marzo de 2025.


Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.

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