Un abrazo afectuoso a todos los trabajadores, hombres y mujeres que siguen convencidos de que encontraremos el camino de la victoria.
La clase trabajadora es invencible. Solo debe reconocerse en sí misma y actuar.
SEGUNDA PARTE
SÓLO CON ORGANIZACIÓN SE CONQUISTAN DERECHOS
Los trabajadores tenemos entonces dos grandes desafíos.
*Reconocernos como parte integrante de una clase y entender que como tal tenemos deberes y derechos.
*Entender que tenemos un adversario que recibe como nombre empleador o patrón, quien por la vía de la presión psicología y/o física busca limitarnos, cuando no anularnos, utilizando para ello todos los instrumentos que la sociedad de clases le permite, instrumentos entre los que se cuentan las leyes laborales, la dependencia financiera, los medios de comunicación, la coerción.
El principal deber de los trabajadores es educarse. Solo conociendo su entorno pueden entender que deben cambiarlo. Es la educación lo que le permitirá ir conociendo sus derechos y le llevará a preguntarse cómo reclamarlos.
Con educación entenderá la diferencia entre el reclamo individual y el colectivo. Comprenderá que uniéndose a otros como él pueden generar una gran fuerza.
Se dará cuenta que ellos son lo más importante en la empresa o lugar donde trabaja.
No basta saber que llueve y que la lluvia cae de arriba hacia abajo. Hay que conocer qué es lo que provoca la generación de las nubes, qué hace que estas sean acumuladoras de lluvia y por qué la lluvia cae en un momento y no en otro.
Si conocemos todo el proceso podemos llegar incluso a resolver cómo le sacamos el mejor provecho a esa agua que cae.
Es la educación, el conocimiento, lo que llevará tarde o temprano a los abusados a reconocerse como tales y a buscar respuestas de cómo enfrentar esta adversidad, que es provocada por la voracidad del dueño del capital, a quien no le interesa el ser humano sino solo lo que produce.
Tengamos presente lo siguiente. El trabajador no sabe o se resiste a entender que es parte de una clase. Si no se le apoya, puede que alcance a intuirlo pero, al carecer de herramientas, no podrá llegar a concluir en cómo cambiar el estado de las cosas.
Será fácilmente neutralizado por su contraparte, que cuenta con miles de herramientas para hacerlo.
Quien debe entregar educación al trabajador es la organización. Y aunque han cambiado bastante las cosas desde que se construyeran los primeros instrumentos, seguimos creyendo que esa organización se llama Sindicato. Podrá ser de empresa, de interempresa, comunal, regional, por sector económico, no importa el nombre que tenga ni dónde nazca, solo debe tener claramente definido su rol.
El sindicato es, entonces, un instrumento para educar a los trabajadores y ayudarlos a luchar por mejoras económicas y sociales. No obstante no podrá quedarse solo en eso.
Desde el Sindicato se aprenderá a conocer la sociedad en que vivimos, una sociedad de clases, razón más que suficiente para aspirar a cambiarla.
No hay que temer tomar posiciones en esta lucha, es una obligación hacerlo. Queremos un mundo distinto para los nuestros y eso no se construirá con dudas ni conciliaciones.
LAS PRIMERAS ORGANIZACIONES
Antes de que se determinara el concepto económico “fuerza de trabajo”, se explotaba por igual a hombres, mujeres y niños. La diferencia solo radicaba en las formas.
Claramente en la esclavitud y el feudalismo, los golpes e incluso la tortura para conseguir el objetivo, iban de la mano. Los privados de todo no tenían derecho siquiera a pensar, menos reclamar mejoras. Solo se les alimentaba y entregaba techo para que se reprodujeran.
La respuesta fue la rebelión. El castigo que se infligía a los alzados era brutal, buscando sobre todo amedrentar a los que pensaran en algo similar a futuro.
En esos sistemas era poco probable la organización y sin embargo se daba. Ya impulsada por las carencias, ya impulsada por la necesidad de apoyo.
Las primeras agrupaciones de trabajadores tienen antigua data, fijándose como fechas probables, 2.000 o más años antes de la era cristiana, principalmente en Egipto y Mesopotamia, al inicio de la era cristiana en Roma.
Son las llamadas asociaciones o colegios. Se trata de agrupaciones por oficios, de carácter mutualista y cuyo objetivo era apoyar a quienes las integraban. Flautistas, curtidores, herreros, tintoreros, zapateros y otros oficios, que se entregaban a la protección de una divinidad y establecían ayudas en caso de enfermedad y muerte.
Hacia el siglo XI aparecen nuevas asociaciones en Alemania e Inglaterra, bajo el nombre de guildas. Las hay religiosas, sociales, de artesanos y de mercaderes. Su rasgo característico es la comunidad de esfuerzos y la estrecha alianza de los trabajadores entre sí.
Avanzó la producción de bienes y mercancías de manos de los artesanos. Comienza el desarrollo de los oficios y se instala una división jerárquica: maestros, oficiales y aprendices. Sin embargo los maestros se las ingenian para impedir el desarrollo de los oficiales y los aprendices. La organización es similar a los asociaciones y colegios antiguos, aunque se les conoce como corporaciones. En estas participan los maestros, quienes se asignan para si el funcionamiento de las mismas. Administran los recursos, buscando mantener el carácter mutualista de sus orígenes.
Son los llamados oficiales, que con el tiempo adquieren el nombre de obreros, los que comienzan a darse una organización que va más allá de la acción mutual y demandan derechos, recurriendo algunas veces a la huelga. Los primeros derechos demandados por los oficiales organizados independientemente, guardan relación con la jornada de trabajo y los salarios a cobrar por el trabajo realizado.
Con el inicio de la revolución industrial entra en caída el trabajo del artesano y con ello en crisis su forma de organización. Aparece una nueva estructura organizativa, los gremios.
Se trata de organizaciones bastante secretas en sus inicios, de las que son excluidos los maestros o patronos.
Crean cajas de socorros mutuos y se preocupan de conseguir empleo a sus asociados.
La construcción de maquinarias y de grandes galpones para guardarlas, hizo crecer enormemente la cantidad de trabajadores, quienes viven en condiciones miserables.
Es eso lo que motiva la organización y el planteamiento de demandas a los patrones.
Por lo mismo y hasta más o menos el año 1800 existe prohibición a la asociación obrera, por lo que el funcionamiento de las organizaciones que iban naciendo es ilegal.
Comenzó en Inglaterra, siguió en Francia, cruzó a Alemania y luego por toda Europa.
Una nueva forma de organización se desarrolla y sus gestores son el proletariado naciente.
DE MENOR A MAYOR LA LUCHA DE LOS TRABAJADORES AVANZA
Los dueños del capital y los Estados se dieron cuenta de que la prohibición a la organización no se sostenía y comenzaron a entregar pequeños espacios, partiendo por derogar las leyes que impedían dicha organización.
Los trabajadores superaron las limitaciones de la organización mutual. No servía pensar solo en ayuda por enfermedad o muerte, había que enfrentar al capital que era el responsable de tales males. Según los grados de avance de la revolución industrial fueron surgiendo los instrumentos que buscaban poner freno al abuso.
Asociaciones de socorros mutuos y en resistencia, asociaciones y federaciones por oficio e industrias, cámaras sindicales, bolsas de trabajo y otras, hasta llegar a grandes organizaciones por rama y la agrupación de las mismas en una sola organización.
De la ayuda mutua a la organización con demandas de mejorar las condiciones en que se trabaja. Avances y retrocesos, pero todo unido por las cuestiones de fondo.
El proletariado naciente aspira a conseguir condiciones dignas de trabajo.
Jornada de ocho horas, protección por enfermedad y defunción, terminar con el trabajo de los niños, vivienda y condiciones de salubridad adecuadas, entre otras.
Para todos es claro que la única manera de terminar con la explotación es la organización, ya no solo nacional, debe también cubrir otros países. Y logran crear los instrumentos.
La voracidad del capital hace que sean muchos los intelectuales que apoyen las demandas de los trabajadores y promuevan, según sus visiones, los caminos y los instrumentos para terminar con el abuso del capital, siendo las ideas imperantes las socialistas.
Muchas veces no hay acuerdos entre las distintas instancias e instrumentos de trabajadores que se construyen. Hay fuertes discusiones, quiebres e incluso expulsiones.
Cabe hacer notar que hasta ese momento el problema está más por quién encabeza y en qué condiciones las luchas que hay que dar, que en si se debe acabar o no con el capitalismo.
Es casi unánime el rechazo al capital y su secuela de daños y sin embargo las distintas organizaciones no logran ponerse de acuerdo en un camino e instrumentos, sino únicos, al menos coincidentes. Aun así, hay un gran momento que levanta las fuerzas sindicales y las hace cuestionar con mucha más fuerza a los gobiernos e incluso lograr de estos concesiones impensadas.
Ese gran momento es la lucha por la jornada de ocho horas, que culmina en una primera etapa en 1886.
Es tal el avance en las fuerza obreras, que se reactiva la organización internacional y se instituye el Día Internacional de los Trabajadores y algunas décadas después el Día Internacional de la Mujer.
No obstante, es el tiempo en que las organizaciones sindicales comienzan a depender de las decisiones que toman partidos políticos y en cierta forma se transforman en apéndices de los mismos. Todo esto culminará lamentablemente en la constitución de organizaciones internacionales según las orientaciones políticas y/o religiosas.
Mientras los trabajadores y sus organizaciones no logran ponerse de acuerdo y frenan su avance, los gobiernos si lo hacen. Comienza a reflejar su preocupación bajo el rótulo de “la cuestión social” y promueven las primeras normas sobre seguridad social en el trabajo, que aparecen en Alemania en 1883 y desde 1890 se extienden hacia otros países de Europa
CONTINÚA EN EL PRÓXIMO PULSO SINDICAL…
Por Manuel Ahumada Lillo
Presidente C.G.T Chile