Para algunos el mes de Junio sigue cuesta arriba. El ministerio de Educación ha recibido múltiples críticas esta semana. Algunas las podríamos denominar “fuego amigo”, como las provenientes desde la Democracia Cristiana, que pese a ser de la misma coalición aseguró no estar disponible para que el Ministerio se transformara en una corredora de propiedades. Otras eran esperables, como las de la derecha chilena y su neurótica defensa de un sistema que hace aguas por todos lados. Pero hay otro río de críticas. Tiene miles de personas y se expresó el martes 10 con contundencia en todo Chile.
Desde el movimiento estudiantil hemos sido enfáticos en decir que no seremos la firma legitimadora de una reforma que no ataque los pilares de la educación de mercado. Ante eso, algunos sectores de la Nueva Mayoría, como Francisco Vidal, han emplazado a dirigentes en programas de televisión a definirse si están con la derecha o con los cambios en la educación. El ministro Eyzaguirre, más astuto que Vidal, dijo ayer que las y los estudiantes marchábamos para impulsar los cambios que él anuncia.
Sin embargo, Eyzaguirre se equivoca y lo sabe. Supongo que si marcháramos para apoyar esta reforma no tendríamos que lamentar el saldo de una estudiante policontusa en Concepción, un estudiante del INBA sangrando en las calles de Quinta Normal, un reservista de las Fuerzas Armadas amenazando con un arma a manifestantes o la detención del presidente de Takuri Tapia (FEUSACh) en Santiago y de Erick Astorga (CoNES) en Iquique. Tampoco tendríamos a Bryan Seguel o Camilo Díaz firmando en comisarías sin evidencia alguna contra ellos.
Si marcháramos apoyando esta reforma, además, cometeríamos un grave error. Como se ha dicho desde múltiples sectores que participan del mundo de la educación, estos tres proyectos de ley no representan una reforma. Es cierto que le ponen límites a la grosera intromisión del mercado educativo, sí. Pero no buscan eliminarlo. No fueron presentados a ninguna organización o sector de la educación (y por el revuelo que han causado, es posible que ni siquiera a la propia Nueva Mayoría). Y, lo que es más grave, no presentan ninguna línea cuyo eje central sea el fortalecimiento de la educación pública.
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El ministro sabe que la propuesta de participación que presentó el viernes pasado es tan insuficiente como estos proyectos de ley. No sólo lo dijimos desde la CONFECh: el Colegio de Profesores hizo ver en el GAM que cualquier forma de participación en una reforma educativa debe ser vinculante y participativa. Las organizaciones secundarias también. Todo esto lo sabe el gobierno. Ayer miles de personas en las calles de todo Chile se lo dijeron.
Tomando la iniciativa para esas miles de personas, en nuestra última asamblea de la CONFECh avanzamos en los puntos que sí debe tocar la reforma que necesita la educación chilena. En primer lugar está la educación pública.
Debe avanzarse en un Sistema Nacional de Educación Pública, que sea gratuito, articulado a lo largo de todo el país, pertinente a las realidades locales. Debe ser de excelencia, para representar una verdadera opción frente a las familias chilenas. Los otros ejes son la gratuidad universal, el fin efectivo a la mercantilización y al lucro, la democratización de todo el sistema educativo, el mejoramiento de las condiciones laborales de profesores, paradocentes, asistentes, educadoras/es de párvulos y todos quienes participan en el proceso educativo. Por último, pero no menos importante: la condonación de la deuda a quienes siguen endeudados por créditos CORFO, CAE Y Fondo Solidario.
Creemos firmemente que son estas medidas las que pueden empezar a crear un cambio real en la realidad que viven los cientos de miles de personas que cruzan sus vidas con las del sistema educativo chileno. No somos sólo las y los estudiantes. Son nuestras familias, son todos las y los trabajadores de la educación. Los miles y miles de endeudados. Esperamos que, a diferencia del 2006, esta vez se opte por ellos. No por los dueños del negocio.
Melissa Sepúlveda
Presidenta Fech y Vocera Confech