Tradiciones sí, pero…

Efectivamente el rodeo sí es una tradición en nuestro país. Es una costumbre moral que ha acompañado a la sociedad chilena desde hace décadas. Pero eso, ¿lo hace éticamente justificable?.

Tradiciones sí, pero…

Autor: Ciudadano

Que algo sea una tradición no necesariamente lo hace bueno, correcto o justificable.

Cuando hablamos de tradiciones nos referimos a costumbres, lo cual nos aterriza en el campo de la ética y la moral. Moral viene del latín mos, mores, esto es costumbre. La moral es una costumbre que aprendemos en el grupo social en el que vivimos y que asumimos y nos permite relacionarnos con los otros miembros de ese grupo (humano y no humano). Es entonces, un ajustamiento que nos viene dado. La ética en cambio, se refiere a aquella reflexión intelectual, racional y crítica que hacemos acerca de esas costumbres morales, de esas normas aprendidas – tradiciones– para reparar sobre la incorrección o justicia que ellas puedan tener, para así poder dar argumentos racionales y razonables del porqué de nuestros comportamientos, del porqué de nuestras tradiciones. La moral tiene que ver entonces con el qué, mientras que la ética con el por qué. La moral es una construcción humana que trata de regular la vida en común, la forma de convivencia con los Otros, en atención a una determinada idea de justicia. Nuestra comunidad moral es por tanto una construcción intelectual, no natural.

Efectivamente el rodeo sí es una tradición en nuestro país. Es una costumbre moral que ha acompañado a la sociedad chilena desde hace décadas. Pero eso, ¿lo hace éticamente justificable?

Nuestras tradiciones no son éticamente justificables cuando suponen actos de discriminación hacia los Otros. En el caso del rodeo, estamos frente a una tradición discriminatoria, por cuanto se basa en una ideología especista, ya que dicha actividad “deportiva” implica en sí misma el despliegue de comportamientos de desconsideración moral hacia animales no humanos. Como tradición, es una manifestación de dominación de un sujeto sintiente sobre otro, el animal humano sobre el no humano, donde el último, a modo de objeto, es utilizado como mero medio para los fines del primero.  

Una tradición simplemente no es una justificación para ejercer actos de discriminación sobre los Otros, cuando ello implica explotar a quien se encuentra en una situación de mayor vulnerabilidad y debilidad. No podemos fiarnos de algo porque sea una tradición, pues no necesariamente como señalamos al comienzo, ello significará que sea bueno, correcto o justificable. En efecto, a lo largo de la historia se han realizado y aceptado instituciones que al día de hoy no son tolerables, como sería por ejemplo la esclavitud u otras actitudes y prácticas discriminatorias que en su momento fueron consideradas normales y que hoy resultan indignantes, como son el machismo, el sexismo o el racismo. De nuevo, que algo sea una tradición o haya sido siempre de una manera, no lo hace éticamente justificable, pues parafraseando a Voltaire, “si creemos absurdamente, cometeremos atrocidades”.

Nuestro mayor desarrollo civilizatorio ocurre por ser capaces de reflexionar éticamente acerca de nuestras costumbres, tradiciones y formas de comportamiento hacia los Otros. No podemos seguir manteniendo e identificándonos con tradiciones que son vejatorias y discriminatorias hacia las vidas de otros miembros que forman también parte de nuestra comunidad. Reproducir este tipo de prácticas simplemente contribuye a ahondar en estructuras de injusticia que nos alejan de aquellos principios que deben solidificar nuestra sociedad como son la empatía, el respeto, los cuidados y la solidaridad. Es necesario entonces, que cambiemos el lente a través del cual miramos y nos relacionamos con los Otros; es necesario que dejemos de anestesiarnos emocionalmente por instituciones que nos distancian como personas morales, acentuando la precaria forma de convivencia del “Nosotros y Ellos”; es necesario, en definitiva, que podamos extender nuestro círculo de moralidad a quienes al igual que nosotros sienten y desean desde su propia autonomía vivir libres de violencia y opresiones.

Debemos ser capaces de reflexionar desde la cordialidad sobre cómo queremos vivir, cómo queremos con-vivir, y qué tipo de sociedad queremos construir. Más que una cuestión de empatía, es una cuestión de justicia. Cobra sentido la afirmación hecha por Mahatma Gandhi: “La grandeza y el progreso moral de una nación puede medirse por la forma en que se trata a sus animales”.

Fernanda Valencia Rincón

Abogada

Directora Fundación Justicia Interespecie


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