Los primeros tres meses de gobierno de Donald J. Trump nos han mostrado que encabeza un grupo de poder con una ideología de expansionismo imperial abierto, ni siquiera contenido por las formas que la diplomacia, aun la imperialista, requiere para lograr sus objetivos. Sus ofensivas declaraciones contra el ex primer ministro Pierre Trudeau llamándolo “gobernador” haciendo alusión a su idea de que Canadá debe ser el estado “numero 51” de la Unión Americana, sus ofertas de compra de Groenlandia, el pretendido cambio de nombre del Golfo de México, sus abiertas pretensiones de volverse a apropiar el canal de Panamá son desvergonzadas expresiones de alguien que considera una suerte de derecho natural el ser dueño de las Américas.
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Pero el proyecto de Trump además de las implicaciones externas manifiestas en su abierto imperialismo, tiene un correlato interno con un proyecto ultraneoliberal que está relacionado con loa aranceles que le ha impuesto al resto del mundo. Ni siquiera México y Canadá están exentos de dichos aranceles, En el caso de México, ciertamente el 85% de sus exportaciones están inscritas en el TMEC por lo que no estarían sujetas a dichos aranceles, Pero el restante 15% si lo estaría y en eso consistirá la negociación de los próximos meses entre ambos países. Pero los aranceles tienen también implicaciones que se relacionan con un rasgo fundamental del neoliberalismo: hacer cargar el precio de la crisis en los hombros de las más desposeídos e incrementar los beneficios de los grandes ricos. La imposición de aranceles a los demás países del mundo generará una inflación que se cebará sobre la gran mayoría del pueblo estadounidense. Existen análisis de que los aranceles también generarán un ingreso financiero que posibilitará la reducción de impuestos de los cuales la clase pudiente se beneficiará.
Finalmente, los efectos en las bolsas de valores no solamente afectarán a dos de cada tres familias estadounidenses (las pensiones por ejemplo están inscritas en dichas bolsas de valores) sino también según algunos analistas, el derrumbe de las bolsas servirá para que los grandes capitales compren acciones a bajo precio que les redituarán grandes ganancias cuando dicho derrumbe financiero termine. Pero la ofensiva ultraneoliberal también se ha manifestado con la motosierra de Elon Musk que ha despedido a miles de trabajadores federales, que ha reducido el financiamiento federal para los programas de salud. La secretaria de Prensa de la Casa Blanca Liz Huston, ha dicho de manera diáfana lo que es el espíritu de la motosierra: “La posición del presidente Trump es clara: siempre protegerá la seguridad social, Medicare, Medicaid serán para los beneficiarios elegibles”. El problema es que los “beneficiarios elegibles” serán cada vez menos con las políticas precarizantes del trumpismo. Ciertamente, el discurso de Trump dice que los aranceles servirán para reindustrializar el país y con ello crear masivamente nuevos empleos. En realidad, la política arancelaria de Trump ha manipulado el enojo del pueblo estadounidense por el derrumbe del “sueño americano”. El objetivo principal de la política arancelaria es reducir el déficit comercial que se fue incrementando con la desindustrialización. Hace unos días el secretario de Comercio Howard Lutnick lo dijo de manera abierta: “Lo que pasará es que la robótica sustituirá en Estados Unidos a la mano de obra barata que se ofrece en otras partes del mundo”. No serán trabajadores estadounidenses los que trabajarán en las industrias que regresarían a Estados Unidos debido a la política arancelaria: serán robots.
Las iniciativas económicas de Trump han despertado protestas masivas en diversos lugares de Estados Unidos, En una de ellas Jaimie Raskin, representante de Maryland de manera muy aguda expresó que “el presidente tiene la política de Mussolini y la economía de Herbert Hoover”. En otras palabras, Raskin dijo que Trump es fascista y ultraneoliberal. Hay que recordar que las políticas económicas del presidente Hoover no introdujeron las modificaciones necesarias que necesitaban hacerse para salir de la gran depresión mundial de 1929. Esto lo hizo Franklin Delano Roosevelt. Jason Stanley, filósofo y profesor de la Universidad de Harvard y además experto en el tema de fascismo ha anunciado que dejará los Estados Unidos porque llegó al convencimiento de que Estados Unidos ya tiene un régimen fascista.
A fines de marzo, Trump ordenó a los programas del Smithsonian Institute al vicepresidente J.D. Vance eliminar la ideología indebida, divisionista o antiestadounidense, ajena a los valores propios del país y de occidente. Lo que persigue Trump a través de un decreto es reescribir la historia de los Estados Unidos. El decreto también exige al Independence Hall mejoras de cara al 250 aniversario de la independencia de los Estados Unidos. Trump criticó especialmente al Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, inaugurado en 2016 cerca de la Casa Blanca, al Museo de Historia de la Mujer y al Museo de Arte Americano. “Los museos en la capital de nuestra nación deberían ser lugares donde las personas acudan a aprender, no para ser sometidas a adoctrinamiento ideológico ni a narrativas divisivas que distorsionan nuestra historia compartida”, afirmó el presidente Trump en la orden.
La ofensiva neofascista venía desde principios de mes, cuando Trump dijo que recortaría fondos federales a universidades y centros educativos que permitan manifestaciones no autorizadas, por sus enseñanzas sobre género y raza, por permitir que los atletas transgénero compitan en equipos deportivos femeninos y si insisten en la obligatoriedad de la vacuna contra el covid-19. El embate comprende un recorte de fondos por 400 millones de dólares a la Universidad de Columbia, recorte que ha puesto en crisis a dicha universidad. La Universidad de Pensilvania también ha sido golpeada. Casi 100 universidades están actualmente bajo investigación porque tienen programas que el gobierno considera que promueven ilegalmente la diversidad, la equidad y la inclusión, o por no hacer lo suficiente para combatir el “antisemitismo” (léase la condena al genocidio en Gaza).
Lo que sucede en Estados Unidos es la tendencia mundial generada por un capitalismo cada vez más ferozmente expoliador. Derechas neofascistas como la que están detrás de Trump se observan en Europa y América Latina. La diferencia es que, en el caso de Estados Unidos, como aconteció en el fascismo europeo de entreguerras, esta derecha está al mando de una potencia imperialista.
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