Apelo al sentido común. Ese vector Ad Eternum que autorregula nuestro comportamiento en sociedad y del que aunque se burle, se obvie y se olvide sigue siempre ahí como exigencia latente.
Si un ciudadano cualquiera, sin apellido, sin redes ni menos figuración pública solicita empleo en TVN, de seguro, su primer filtro sería la solicitud de sus antecedentes judiciales y sólo tras superar esa barrera -casi como regla- podría en el mejor de los casos lograr su objetivo. Hoy su Director Ejecutivo está investigado tras denuncia del SII por facturas falsas en el caso SQM, el mayor escándalo de corrupción a manos del empresariado sobre los actores políticos en los tiempos actuales y que tiene al sistema político en una crisis profunda. Ningún partido, personaje político ni siquiera el Colegio de Periodistas sacó su voz para denunciar este escándalo u oponerse a su incorporación. El Directorio del canal, cuoteado para “garantizar los equilibrios” (según la receta concertacionista), tampoco manifestó rechazo alguno y, peor todavía, a sabiendas visó el refichaje. El sentido común fue pisoteado en el suelo.
¿Da lo mismo que el Director Ejecutivo de TVN esté involucrado en el caso SQM? En un país normal (y ojo que existen) sería objetado por todos y ni siquiera su nombre estaría en carpeta para ocupar el cargo mientras no resuelva su lío en tribunales. El mayor argumento provendría de la vulneración de la independencia y objetividad de la estación estatal, que en este caso están mandatadas por su propio decreto de ley. Su nombramiento daña la imagen del canal público y debilita la confianza de las audiencias justo cuando la ciudadanía demanda a través de diversas expresiones su rechazo a la corrupción en los actores públicos. No habría que recurrir a nada más para cuestionar tan impresentable burla, sin embargo, en este caso existen varios argumentos más.
¿Cómo podría enfrentar el departamento de prensa de TVN las informaciones sobre SQM, si su Director Ejecutivo está involucrado en el caso y, peor todavía, en la cuerda más sensible, esa que vincula al ex Presidente Sebastián Piñera con el financiamiento ilícito de su campaña presidencial? Dirán que hacen los esfuerzos para que no se vulneren la objetividad y la independencia en el tratamiento de esas temáticas, pero una línea editorial y menos el manejo de una pauta informativa pueden depender de esas buenas intenciones. El “deber ser” (ese al que siempre apelan los defensores de la objetividad en los medios y en TVN esos pontífices sobran) indica que toda información puede y debe ser investigada, analizada y divulgada más allá del o de los personajes involucrados. Ese imperativo ético y profesional tendría que ser el eje rector en TVN, un medio estatal y público. En el resto de las estaciones privadas no es tan nítida esa exigencia dada la influencia en las líneas editoriales de sus propietarios (el video manifiesto de Andrónico Luksic en T13 lo corrobora). Al mismo tiempo, la población en Chile aún se informa mayoritariamente por la televisión por sobre la radio y la prensa escrita. Gran parte de la opinión pública se forma por los insumos de contenidos que recibe desde la TV, fenómeno bautizado como dieta informativa. Una responsabilidad superior.
A modo de ejemplo, en 2014 cuando se develó por la prensa que el entonces Director Ejecutivo de CHV estaba involucrado en el caso SQM mediante millonarias facturas ideológicamente falsas, la información no fue emitida por el departamento de prensa de esa estación. Se transformó en un tabú a tal nivel que ni siquiera fue rotó en los programas de actualidad política. Tampoco hubo ninguna voz interna que criticara en público el actuar turbio de su gerente, todos guardaron silencio aunque en privado reconocían la magnitud del escándalo y lo condenaban.
A los meses de ser conocido el caso SQM, los ejecutivos de Time Warner radicados en Estados Unidos, sorprendidos por el destape de la información que involucraba a uno de sus peones en Chile, hicieron lo que el sentido común indica y lo desvincularon de su cargo. El afectado salió a reclamar de su despido por los medios, acudió a entrevistas con sus amigos para evitar preguntas y contenidos incómodos. Culpó “a los gringos” de mal manejo de su tema y sostuvo con discurso poco creíble que fue ingenuo (hueón) y víctima de una operación mayor. Responsabilizó, entonces, al administrador de campaña de Piñera, Santiago Valdés, de ordenarle a principios de 2010 el cambio de facturas por $146 millones desde su empresa La Música Limitada a Bancard por otras destinadas a diversas empresas (Tres facturas a SQM por $45 millones, tres a Aguas Andinas por $30 millones, una a Inversiones Illihue por $20 millones, una a Pampa Calichera por $15 millones y una a Bancard por $36 millones). Documentos ideológicamente falsos porque el ejecutivo no brindó sus servicios a esas empresas, sino que a CHV. Ahí hay que detenerse, porque se inicia el escándalo en distintos sentidos.
Sus facturas se originaron por ser empleado de Chilevisión y no como el manisero ni el cuidador de autos en Inés Matte Urrejola 0890. Los documentos emanaron porque vendió la información que él tenía como máximo ejecutivo a cargo de CHV sobre el estado corporativo, financiero y de industria de esa estación en momentos que Piñera se dispuso a enajenar su canal ya ejerciendo como Presidente de la República. Ante la fiscalía, el investigado afirmó – sin pudor ni vergüenza alguna- que esos pagos correspondían a un “híbrido entre asesorías y bonos” que recibía anualmente pactados por contrato, como si ese argumento lo revistiera de legalidad. En términos simples, el ingreso generado como trabajador debía pagar impuesto laboral de un 40% (20% de cotizaciones y otro 20% en el global complementario), pero sucede que optó por otro camino y usó su empresa de papel “La Música Limitada” para emitir facturas por “ese trabajito” y todos los demás pactados. De este modo, sólo pagó un 20% de tributos. Hoy esa misma fórmula tiene complicado hasta el candidato Alejandro Guillier, es decir, sustituir renta laboral por renta empresarial para eludir impuestos.
Dicho sea de paso, en CHV bajo la batuta del actual mandamás de TVN, todo funcionario (no “rostro”) que obtuvo un bono por su trabajo recibió el monto líquido y pagó sus impuestos laborales, jamás alguno tuvo la opción de emitir una factura como empresa externa para rebajar su carga impositiva ni menos apelar a un “híbrido de asesorías y bonos”. Al mismo tiempo, muy pocos repararon en la friolera de $146 millones pagados en bonos al ex Director Ejecutivo de CHV, en circunstancias, que los salarios en esa estación bajo su mandato jamás superaron la media de la industria televisiva. Y sólo tras una huelga, un porcentaje importante de los trabajadores de planta logró superar el salario mínimo que ganaba. Un detalle no menor.
En su intento de victimización este personaje cargó los dados a Santiago Valdés, por cierto, el fusible que impide llegar hasta Piñera en el caso del financiamiento irregular de su campaña a La Moneda. En un acto oportunista, su reclamo público nunca llegó a tribunales o se materializó en alguna denuncia judicial contra el administrador de campaña del ex presidente. Tiró la piedra y escondió la mano. Todo apunta a que en su calidad de corcho, ese que nunca se hunde, ese que entendió a fines de los ochenta que no había que tener ética ni menos principios, no se atrevería a pelear con el poder ni menos con Piñera y la derecha. Para ser claros, creyó que con sostener que sus facturas falsas no fueron destinadas a campañas políticas sino a su bolsillo, bastaba y sobraba. Y aunque mencionó a Valdés como responsable, su cálculo le indicó que hasta ahí no más debía llegar, porque su carrera se truncaría si insistía en el pez gordo.
Con esa lógica, a partir de este personaje se pueden comprender gran parte de las causas de la crisis política actual (credibilidad, confianza y transparencia). Parafraseando a Rosa Luxemburgo, todo proceso político conlleva responsables de carne y hueso que actúan según sus conveniencias y expectativas, los oportunistas llevan la delantera. El hombre es un ex MAPU que vendió su alma al diablo, que asumió que el neoliberalismo era el mal menor ante la bota militar y que con los nuevos tiempos dejaría las pellejerías ochenteras para ser parte de los nuevos ricos e ingresar por la ventana a la élite aunque no tenía ni linaje ni fortuna ni menos poder. Que el valor de la ética no corría en estos tiempos y que quienes la exigieran se quedaron pegados en los tiempos. Nos hizo creer que el pacto de la transición era lo mejor que podía sucedernos y que todo era soportable con un engañoso himno de campaña. A él y su comparsa, nunca le importaron las nefastas consecuencias que se venían y que hoy se padecen en todos los planos: derechos sociales mercantilizados (salud, educación, vivienda, previsión), crisis en la educación en todos los niveles, concentración de la riqueza a niveles de escándalo, corrupción política y empresarial, clase política perdida en el tiempo y el espacio con escaso nivel de representación y respaldo, instituciones desgastadas e inservibles, pobreza cultural e intelectual diversa, narcotráfico campante en zonas pobres y amenazantes en otras, jubilaciones miserables y un país injusto y desigual.
Sólo hay que remitirse a los últimos años para conocer el desarrollo de esta película. Salió de CHV en un contexto de 3 años de una administración en crisis de audiencias y también financiera (en 2013 CHV perdió $3.580 millones, en 2014 $7.908 millones y en 2015 otros $2.306 millones). En 2016 recaló en C13, propiedad de unos de los dueños de Aguas Andinas, empresa a la que le emitió facturas truchas, y no cuadró con la misma élite que le hizo creer que era uno de los suyos. Salió en apenas cinco meses bajo una gestión inexistente. Sin embargo, nunca perdió la esperanza y desplegó todos sus contactos para regresar a TVN como salvador de una empresa en crisis mayor. Usó como argumento ser el líder en los ‘90 de un proyecto televisivo supuestamente exitoso, de haber cambiado el estatus de CHV y de ser capaz de revertir el hundimiento del canal de todos. Argumentos discutibles.
Quienes lo conocen saben que a esta altura no tiene necesidades económicas urgentes. Hizo su fortuna y podría vivir de sus rentas. Los temas que lo mueven son otros, derivados de su personalidad marcada por una sobrevalorada autoevaluación y un ego gigante que lo alienta a negarse a roles secundarios. Sabe de todo y en todo tiene la solución, los demás son sólo ayudantes. Quiere estar en primera escena y para eso ningún factor puede impedirlo, menos si se trata de principios éticos o lo que se parezca. Sus afanes apuntan a la figuración pública, concupiscencia por el dinero y el poder. Como concepción televisiva sostuvo alguna vez que los canales deben ser una especie de “supermercados”, es decir, tener de todo con la finalidad de vender lo que sea y ser rentables sin filtro alguno. Bajo esa costra no hay nada más, no existen convicciones, creencias ni menos compromisos o causas de otro tipo.
¿Por qué llegó entonces a TVN si todo apuntaba a que no estaba en condiciones éticas de asumir? Fácil y directo, el presidente del Directorio Ricardo Solari (que no sabe de televisión, que su puesto es fruto del cuoteo y que sólo está en su cargo del canal por la cercanía con Michelle Bachelet) fracasó en la articulación para gestionar un canal que debía navegar en la lógica del autofinanciamiento. El operador PS necesitaba reclutar a un “experto en TV” luego de sus sendos errores en los nombramientos como directoras ejecutivas a Carmen Gloria López y a Alicia Hidalgo. A la vez, debía dar una señal de tranquilidad al mundo político que definirá los aportes millonarios para su digitalización y salvar al canal público de su debacle en momentos que las necesidades económicas del país apuntan a otras prioridades.
Solari y su aliado circunstancial imponen una lógica donde no son ellos los responsables, los equivocados y los que deben asumir los desastres de sus gestiones a partir de un nuevo contexto social y político. Al contrario, según ellos es la sociedad la que no los comprende y que está errada por distintas razones. Se niegan a creer que el país cambió y que el pacto de la transición no da el ancho en todos los planos. Solari nunca ha reconocido ser el responsable del hundimiento de TVN, mientras el nuevo Director Ejecutivo habría “pasado piola” por sus millonarias facturas falsas si el caso SQM no se destapa. Olvidan que el factor ético es gravitante al punto que le pasó la cuenta a Bachelet por el caso Caval, a MEO con los dineros de SQM y ahora a Piñera con sus inversiones en Exalmar. Se aferran a las cuotas de poder que les restan hasta que sus olfatos oportunistas les indiquen que deben subirse a otro barco. Operan como un calco de la decadente clase política chilena. Ambos deberían dejar sus puestos con la asunción de un nuevo gobierno.
Para algunos –y con razón- existe una correlación directa entre la baja a la adhesión política (descrédito de la clase dirigente, la desconfianza y la alta abstención electoral) con la baja en los números de las audiencias en la TV abierta y en particular en TVN, estación pública que promovió el pacto de la transición en sus contenidos como voceros del proyecto político de la Concertación. Ambos fenómenos en lugar de abrirse a soluciones, a incorporar nuevos contenidos y actores para salir del pantano, se han cerrado a viejas fórmulas, a nombres y a recetas de cuestionable procedencia con futuro incierto.
El Director Ejecutivo ríe a todo dar con la rutina humorística en el Festival de Olmué y su rostro alegre sale a todo el mundo. Gesto gráfico de cómo la élite política y económica se burla de la sociedad y prefiere a un sonriente funcionario investigado por la Fiscalía al mando del canal público, en lugar de opciones sin manchas ni cuestionamientos éticos de ningún tipo. Quieren hacernos creer que aquí no ha pasado nada, pero el sentido común aunque se burle, se obvie y se olvide, sigue siempre ahí como exigencia latente.