La historia reciente de nuestro país. Todo lo sucedido desde el 11 de septiembre de 1973, fecha en que los militares se sublevaron y aceptaron las dádivas norteamericanas, que se enorgullecieron del halago de la clase dominante, “los dueños de Chile”, como ellos se autoproclaman; se va lentamente ordenando en la historia. Así va quedando para que las futuras generaciones de hombres y mujeres, más libres que nosotros, menos excluidos que nosotros -pues así lo deseamos- puedan hacer una lectura del aporte que se hace, al desarrollo de la humanidad.
Y quedará como un caso notable, digno, encomiable que el abogado, Hernán Montealegre, sea quien asuma la defensa del militar, un conscripto de 18 años, que disparó al cuerpo de Víctor Jara. Luego de 35 años, nos enteramos que es un obrero, un albañil, un chileno semianalfabeto, y que juntando las letras, firmó su notificación de inculpado, en este deleznable delito.
Por años se buscó al autor de los disparos, que arrebataron la vida a un notable artista, convirtiéndolo en símbolo de la resistencia contra las dictaduras y la intolerancia. Se sabía que sus asesinos vestían uniformes militares, pagados con dineros fiscales, de todos los chilenos.
Hernán Montealegre forma parte de esa generación de abogados que defendían presos políticos, presentaban recursos de amparo, que pasaron por las prisiones como detenidos y torturados, que miraban de frente a sus esbirros. Son los que sumaban esfuerzos para salvar vidas, luchando contra un Poder Judicial entregado totalmente a los designios de los militares. El trabajo jurídico de Hernán Montealegre y de otros abogados, significó que los jueces quedaran como cómplices de las desapariciones de personas, de sus asesinatos, de colaborar con la aplicaron de torturas. Sencillamente por no acoger a trámite, los recursos de amparo. Nunca en la historia de Chile, el hombre quedó más solo, que en el imperio creado por los militares. Hoy también está solo aquel joven soldado. Nadie recordaba su nombre en los cuarteles militares, ahora viene a recordarlo “el loco”, ese oficial que disparó primero.
Este gesto de defender al conscripto ante los tribunales de justicia, se constituye en una bofetada al honor militar, manifestado en gestas y símbolos, que nunca han tenido las FFAA. Hasta hace poco un edecán del Congreso Nacional había sido encargado de un campo de prisioneros y en cuyo periodo hubo fusilamientos. Oficiales mayores, ascendidos a generales, cuando en sus hojas de servicios, hay delitos abominables, y algunos de lesa humanidad.
Lo que siempre han pedido los familiares de las victimas, de los miles de asesinados, es la verdad y la justicia. La verdad como un paso fundamental. Los militares nunca la han dicho, así se podría explicar las razones de tales asesinatos, saber dónde están, en qué lugar los fueron a dejar. Sabemos que el odio entre los uniformados se fue gestando lentamente, de manera larvada, pagada, incitado por los oficiales y detrás de ellos, por los norteamericanos, los dueños de los bancos, pero especialmente del diario El Mercurio, el mismo de hoy.
Justicia, así sin apellidos, ni en la “medida de lo posible” como la pidiera uno de los incitadores del golpe de Estado y primer presidente de la Concertación.
El conscripto que disparó contra Víctor, se merece un juicio justo, que cuente lo sucedido, sin necesidad de que ese le aplique tortura, ni se le insulte, con una defensa que pueda tener a su mano, todos los antecedentes, eso es lo que todos aspiramos. El recorrido digno de tantos y tantos, no puede parecerse en nada al que les aplicó la Caravana de la Muerte, ni lo sucedido en Villa Grimaldi, ni en ninguno de los tantos recintos de tortura, que instaló la dictadura militar.
Pero es bueno decirlo también, para que lo sepan los que en esos años eran jóvenes oficiales, y son en la actualidad el Estado Mayor de las FFAA, que eso marca la diferencia entre nuestros victimarios y el tipo de hombre y sociedad que sostenemos, y que en esos años pretendíamos construir sus cimientos. Nosotros no abandonamos a nadie, ninguno de nuestros camaradas ha quedado en la cuneta de la historia, sólo algunos traidores, tampoco quedará ese chileno que le tocó estar en esa hora, que los militares provocaron, sin duda, una hora extremadamente desgraciada.
Las Fuerzas Armadas nunca han colaborado con la justicia. Han sido jueces apegados al derecho, los que reconstruyen la verdad, que las FFAA una y otra vez intentan esconder. Será el trabajo del tribunal, que diga quien fue el oficial que ordenó disparar a Víctor Jara, porque ese oficial de las FFAA, no tiene el valor para enfrentar su pasado, es la continuación de esa mayoría uniformada que trabajan para que el olvido los guarde, haciéndolos y convirtiéndolos en pequeños, en nada, sencillamente en eso, la nada misma.
Son esos justos sentidos que tiene la vida, para que Hernán Montealegre, uno de los destacados defensores de la merecida detención en Londres del dictador, que trabajó incansablemente para que Pinochet fuera llevado a España y juzgado por sus crímenes. Que apelando a la justicia dejada al descampado por los ministros de la concertación, que intentaban liberar al dictador, es justamente este abogado, quien hoy defenderá a un militar, victima de sus superiores, que quisieron también colocar muertos en los roperos del pueblo. Hernán Montealegre es uno de los juristas que más aporte ha elaborado a la defensa de los Derechos Humanos, sin duda, sostenido por su visión tan justa del espacio, que todo tratamos de hacer más humano.
Por Pablo Varas