Diversos sectores de la industria viven aún los efectos aniquiladores de las políticas de arancel cero contenidas en los tratados de libre comercio que implementaron los Gobiernos de la Concertación.
Con despiadado pragmatismo y haciendo caso omiso de la advertencias del movimiento sindical y de la experiencia internacional, se dejó toda regulación al mercado, lo que dejó fuera de combate a la industria nacional que no pudo competir con tales ventajas.
Si uno revisa las cifras de los 90, podemos ver la violencia del golpe asestado. Por ejemplo en la industria textil las fuentes de empleo se expandían en un 7% anual y la producción crecía en 4.4% promedio. En cambio en el quinquenio siguiente la tasa de crecimiento ya era negativa con un promedio anual de -2,2%, catástrofe que se refleja en el cierre de 3.165 empresas en el breve lapso de 5 años, con una pérdida de 22.700 puestos de trabajo.
Hoy nuestra industria gira principalmente asociada a determinados requerimientos de la industria del cobre, dedicada por ejemplo a la fabricación de piezas y herramientas de menor escala.
El modelo económico instalado por la dictadura y profundizado durante la transición, ha sido básicamente depredador de los recursos naturales y en torno a esto se ha concentrado la desmedrada industria que tenemos, fundamentalmente textil, metalúrgica, calzado y otros.
Huachipato, ha cortado líneas completas de producción, hace poco nos enteramos del cierre de MADECO y hoy del fin de Hops, industria con más de 60 años que generaba fundamentalmente trabajo para mujeres y que formaba parte de las pocas industrias metalúrgicas que sobreviven a este absolutamente previsible colapso.
La incapacidad del Estado chileno de impulsar políticas que se anticipen a las debacles ya tuvo un gran costo en el pasado con la industria del salitre, cuando este fue reemplazado por uno sintético y sobrevino incluso la hambruna entre los trabajadores despedidos y sus familias.
En Chile, se instaló por la vía de los hechos, un cuadro de absoluto abandono y desinterés por la industria nacional.
Si analizamos el principal efecto o los mayores afectados por esta falta de política, nos encontraremos que nuevamente son los trabajadores quienes sufren las principales carencias y pérdidas, ya que según la OIT la principal fuente de empleo decente es generada por la industria. Sin lugar a duda, la masa laboral desempleada deberá emigrar al retail o a los servicios, con el retroceso que significa para las condiciones de trabajo y salarios.
Efectivamente, al desaparecer la industria se precariza el empleo. Por tanto es el Estado el llamado a convocar a los trabajadores y a los empresarios decentes a una mesa de trabajo que busque las fórmulas adecuadas, para generar protección e incentivos a la industria y discutir cuál es la industria que vamos a desarrollar en los próximos 20 años, pues no hay medida más eficaz contra la desigualdad que promover la industria y fortalecer la organización sindical.
Frente a esto el rol de la nueva presidenta y también de la Nueva Mayoría será entonces fundamental para abrir los espacios democráticos para esta discusión.
Por Horacio Fuentes
El autor es presidente de la Confederación de Trabajadores Metalúrgicos, la industria y otros, Constramet y dirigente nacional de la CUT.