Los movimientos sociales de los últimos años han sido exitosos en poner temas en la palestra y han logrado tomarse la agenda pública (principalmente los últimos 2 gobiernos), no obstante en la mayoría de los casos no han logrado tener una expresión en cambios estructurales dentro de las mismas demandas que representan.
Así es como el Movimiento Estudiantil, pese a tener un gran auge durante el 2006 y el 2011, generando un consenso en donde si bien 1 de cada 9 chilenos adhería a las demandas del Movimiento Estudiantil (Encuesta CERC, Septiembre de 2011), 6 años después nos encontramos varados en una reforma poco clara, que no presenta cambios estructurales y que, en general, hasta a los sectores más tibios del movimiento estudiantil les parece insuficiente.
Algo similar ha ocurrido en los movimientos regionales y el mismo destino parece esperar al Movimiento “No +AFP” si no logra articular un discurso, un relato y un programa que trascienda al malestar que todo ciudadano quiere expresar, y que si bien es encarnado, parece no lograr penetrar en los chilenos más allá de los comentarios cotidianos o en la asistencia a una marcha.
Algunos avances han ido quedando producto de la instalación de los movimientos sociales. En el caso del Movimiento Estudiantil se ha logrado que gobiernos neoliberales como los de la Concertación tuvieran que dar un giro hacia los movimientos sociales, sin embargo, este giro se ha expresado puramente en lo discursivo y en ningún caso en lo estructural.
Para el gobierno lo fundamental fue robar el concepto de “gratuidad” y “fin al lucro” al movimiento estudiantil, y si decimos robar, es por que estos 3 años de gobierno han dejado en evidencia que no existe, ni nunca existió (al menos como conglomerado) una convicción respecto a estas reformas, por esto disfraza un sistema de becas de arancel completo en gratuidad, pero con la silenciosa intención de mantener en el inconsciente colectivo la idea de “beca”, desde Convergencia de Izquierdas entendemos que una beca no es un derecho social, cuando alguien posee un derecho social, no tiene que encarnar ningún sentido de gratitud frente al rol garante del Estado.
Otro producto interesante que han dejado estos años de lucha ha sido un crecimiento y expresión orgánica de la izquierda por fuera de la Nueva Mayoría, que encarnando las ideas históricas de la izquierda, entiende la necesidad de renovar la política, pero de renovarla no como lo hiciera el PS en los años 90, subordinándose finalmente al sistema neoliberal y bregando por generar meros ajustes estéticos al modelo, sino que entendiendo la generación de una “nueva izquierda”, capaz de presentarse a la ciudadanía sin tener que transformarse en derecha en lo fundamental para no espantar a sus votantes, sino que presentarse con la esperanza de construir un Chile diferente, en el cual el camino para superar el neoliberalismo esta concatenado con la posibilidad de construir programas de transformación social en las poblaciones, sindicatos, barrios y comunas, y la posibilidad a su vez, de crear un proyecto país que emane desde lo local con la participación de todas y todos .
Una izquierda que no espera estar en la encrucijada de entregarse al modelo por medio de pactar con la Concertación o quedarse en la marginalidad meramente denunciando. Ha emergido una izquierda que no teme a entender sus propias diferencias, si bien el camino ha sido largo y somos herederos de años de fracasos y denuncia, hemos decidido unirnos en un horizonte que sea capaz de entregar esperanza a nuestro pueblo.
Así ha sido como organizaciones estudiantiles han ido desarrollándose y entendiendo la necesidad de disputar más allá de lo estudiantil para hacer posible las demandas estudiantiles y otras que exceden lo sectorial. Durante los últimos meses mucho se ha hablado del denominado Frente Amplio, entendiendo que en general cuando se habla de Frente Amplio es más bien un eufemismo para destacar la inédita voluntad de organizaciones y partidos que, en general, comparten un ideario y la mayoría de las veces habían decidido trabajar por separado fundamentándose en pequeñas diferencias o en identidades que no guardan relación alguna con los desafíos de corto y mediano plazo que la historia nos poner sobre los hombros como una obligación a las fuerzas de cambio.
Así fue como se le denominó Frente Amplio a lo que desde un comienzo en Convergencia de Izquierdas hemos denominado polo estratégico que aglomera al Movimiento Autonomista, Revolución Democrática, Nueva Democracia, el Partido Humanista y Convergencia de Izquierdas. Luego se pasó a hablar del “otro Frente Amplio” haciendo alusión al polo constituido por Izquierda Autónoma, Poder Ciudadano, el Partido Ecologista Verde y el Partido Igualdad, en donde si bien también hay una coincidencia en lo programático, podría tomar más sentido el concepto de Frente Amplio, entendiendo este como la necesidad de trabajar en conjunto entre organizaciones que si bien comparten identidades marcadamente distintas, en la política del periodo comparten un sendero común.
A esta lista de organizaciones se suma el Partido Liberal, quienes se definen de centro y reformistas y con quienes si bien tenemos horizontes de sociedad diferentes, estas diferencias toman mayor realce en escenarios bastante lejanos y se aminoran a medida que planteamos programas de transformación en el Chile actual y con objetivos comunes de superar la política que se ha instalado en nuestro país y varias reformas de sentido común que se han instalado en nuestra ciudadanía, pero que no logran conectarse con las reformas planteadas por el duopolio, ya que estos usan estas reformas de fachada para mantener el actual modelo.
En este sentido es que alianzas con sectores como el Partido Liberal no solo se hacen plausibles, sino que necesarias para poder hacer frente a una coalición que ha sido capaz de ganar alrededor de 25 elecciones en los últimos 28 años y otra que históricamente ha detentado el poder económico por medio del financiamiento empresarial a los partidos políticos.
Por todo esto es que los esfuerzos deben estar puestos en fortalecer la amplitud del Frente Amplio. Incluyendo a sectores progresistas y de centro con quienes hayan coincidencias básicas en temas de pensiones, educación, genero, nueva constitución, laicismo y ciertos temas que abordan libertades colectivas e individuales en nuestra sociedad y, por supuesto, que compartan valores básicos, como lo son el respeto a los derechos humanos, una voluntad democrática para afrontar el período, la humildad suficiente para estar constantemente cuestionándonos y cuando avancemos, la perseverancia para entender que estos cambios no se harán de un día para otro y por último, la esperanza para creer en un Chile diferente y que es posible transformar nuestra realidad y que esa misma humildad y paciencia para desarrollar los procesos no se transforme en conformismo ni acomodo con el modelo.
Al interior del Frente Amplio habrán ciertas disputas hegemónicas que tomaran mayor realce en el largo plazo y por ello es fundamental que en esta primera etapa se fortalezcan los diversos sectores que lo componen para no caer en prácticas de la vieja política como lo es la utilización de sectores con meros fines electorales. Por un Frente Amplio para ganar es necesario aceptar y robustecer la diversidad al interior de este, en vez de esmerarnos en levantar un Frente testimonial que nos deje tranquilos en lo estético, pero que tenga poca capacidad de disputar algo en la política nacional.
Por la necesidad de un Frente Amplio popular, social y ciudadano este debe ser para ganar y no testimonial.