El advenimiento de la derecha al gobierno es un asunto serio. Habrá que aprender a vivir con miedo.
El pueblo de Chile sabe de lo inhumana de los poderosos. Mostración de esto son las decenas de matanzas que en nuestra historia han sido y en las que la feroz mano de la derecha ha estado detrás de los fusiles que disparan, y sus caras, detrás de las capuchas que torturan.
Se augura un tiempo malo para el pueblo. Peor aún que el vivido.
Ahora la derecha retoma su proyecto que venía siendo administrado por interpósitas personas que no han hecho suficientemente bien su trabajo.
La misión de la derecha es ordenar la casa por la vía de desmantelar el entramado del mundo social, su único escollo, que ha puesto los temas relevantes en la carpeta de los gobernantes, distrayéndola de lo único que les importa: ganar aún más dinero.
Durante muchos años la derecha no le importó tener la conducción política del país. Otros se encargaron de hacer lo que el repliegue necesario, luego de la dictadura, le impuso como táctica necesaria.
Los intentos tardíos y miserables de reformas que propuso el gobierno de la Nueva Mayoría se quedaron en anuncios falaces, intentos desganados y un continuo de errores, desatinos y arreglines, y, por sobre todo, en la demostración cotidiana de que la corrupción había llegado hace mucho y se había quedado.
Resulta curioso que en el primer gabinete de Sebastián Piñera no haya exministros de Michelle Bachelet. Habría sido interesante como ejercicio de sinceramiento y como un guiño a muchos parlamentarios de la ex Nueva Mayoría a los que no les incomoda en absoluto la derecha.
Los ricos saben que deben reaccionar ahora, antes que los dirigentes sociales que han sido capaces de mucho, enfrentados una y mil veces a la realidad, asuman finalmente que no se trata de seguir dando vueltas a la plaza, sino que de impulsar la lucha de millones para que de verdad esa fuerza incida en la política.
Transformar la fuerza social en fuerza política para que no se diluya en esperanzas fallidas o en consignas que no dicen nada.
La responsabilidad de los dirigentes del mundo social que han empujado la única resistencia a sistema no solo debe asentarse en un acertado diagnóstico y en propuestas de medidas que jamás van a ser asumidas por los poderosos.
Es necesario que las víctimas de la economía, es decir de la cultura, impulsen un camino propio, un proyecto nacido del pueblo que sea capaz de remecer un paisaje que ha estado por demasiado tiempo en el mismo lugar.
Y que por sobre todo, dote a la gente de la esperanza que da luchar por algo que valga la pena.
Se han hecho público los rasgos de algunos de los ministros que asumirán en marzo próximo y se han conocido sus opiniones y postulados.
Y podemos estar seguros: el pueblo nada bueno puede esperar del próximo gobierno, sino más castigo, represión y desprecio.
Los problemas no resueltos y que se relacionan con derechos que jamás fueron asumidos como tales, se resolverán con más mercado, con más represión y con más mano dura.
En suma, la venganza de los poderosos detonada a sangre y fuego un día martes nublado y que significó muerte y destrucción, hoy da un paso más en dirección a su consolidación histórica y para eso se ha elegido un equipo ministerial homogéneo, de ricos y para ricos, comprometidos con el sistema desde antes del comienzo de los bombardeos a La Moneda.
Por cierto, el ministro que desentona en el origen claramente burgués del gabinete, es el flamante Canciller. Que un converso asuma las relaciones internacionales no puede ser una garantía para nada que no sea vergonzoso.
Por suerte huyó de Santiago con los primeros tiros. Uno tiende a pensar que habría hecho una feroz dupla con el Fanta, a quien también le gustaba el poder.