Lograron generar expectativa con el anuncio de un gabinete donde lo fundamental no son los individuos sino la ideología que profesan y comparten el Presidente y sus ministros. He aquí un resumen de lo que será durante cuatro años el discurso oficial del Gobierno empresario-tecnócrata de Piñera y la ultraderecha. Será el credo diario ante la prensa y los medios de los 22 ministros que no perderán oportunidad de posar de “pragmáticos” y que repetirán a todos los ingenuos que quieren escucharlos que ellos aborrecen los enfoques ideológicos y doctrinarios.
En el fondo, nada nuevo bajo el sol en tiempos de crisis del capitalismo. Por sus obras pasadas los habéis reconocido. Se trata del retorno del pensamiento único de los Chicago boys (1) que esta vez vuelve reforzado con el envoltorio de legitimidad que le dio el concertacionismo durante veinte años. Fue el que se expandió e impuso durante la dictadura de Pinochet con la fuerza de las bayonetas, el apoyo incondicional del Imperio y el beneplácito de los medios impresos y audiovisuales dominantes (las páginas de los suplementos económicos de la 3a y El Mercurio son un vestigio de aquella época de dominio absoluto del discurso neoliberal (2)).
A la doctrina económica del capitalismo global se ha agregado, para endulzarla, el enfoque de las “políticas públicas” y del casamiento público-privado emanados del “rational choice”. ¿Qué se esconde detrás de estas pomposas y aparentemente anodinas etiquetas? Simple. Privatizar y extender las relaciones de mercado y el lucro privado a los más recónditos pliegues de la actividad humana. ¡Con la chichita que nos vamos a curar!
Para los miembros del gabinete del Gobierno piñerista, ligados a los partidos de la derecha neoliberal, conservadora y neo-autoritaria, habrán solamente “problemas” o “cosas” que resolver para que así Chile pueda finiquitar la “transición” a la modernidad hipercapitalista. Por lo mismo, lo primero que harán es identificarlos y enumerarlos; luego prepararán un diagnóstico de expertos y por último propondrán soluciones “técnicas”. Tal metodología es un modelo aparentemente neutro y virtuoso. Nadie puede estar en contra, aunque bien sabemos que los expertos no son extraterrestres.
Luego viene subrepticiamente el más burdo contrabando ideológico cargado del más rancio neoliberalismo, pero condimentado con toques de la eficiencia y la subsidiaridad del Estado: en pos del “bien común” (aunque por definición éste se opone a todo lo que es privado y mercantil) y antes de perder el tiempo debatiendo y tiñendo con ideología la realidad, todos tendríamos que concentrarnos en la resolución del problema. Es decir, “implicar a las personas y a las empresas en un esfuerzo común”. Comenzar a mover las cosas en vez de conformarse con la simple ayuda del Estado.
“El ha mostrado ser un hombre pragmático y poco iluso”, escribió un columnífero con respecto a Piñera. El mismo Presidente-empresario, en una entrevista a su diario predilecto, El Mercurio, expresó: “[…] la filosofía que queremos establecer es que el Estado va a ayudar a la gente a ayudarse a sí misma, y que esto no es solamente una responsabilidad del Estado, sino compartida […]». Lo del bono es un bomboncito. La construcción de infraestructuras, un poco de neokeynnesianismo con los dineros del superávit fiscal; el aumento de la dotación policial, el camino más fácil para reprimir y generar rebeldía social; dos cursos de gimnasia en el currículo escolar, un aviso del desprecio con el que serán tratadas las demandas de educación pública de calidad.
Habrá que estar atento a lo que viene. A los ataques contra los trabajadores y sus derechos. Esperando, sin ilusión alguna, que los diputados del PC y algunos concertacionistas hagan su trabajo de fiscalización y denuncia.
El resto dependerá de la respuesta popular; de la capacidad de organización de los movimientos sociales y de la voluntad de ruptura de la izquierda social y política.
Sin embargo, así vistas las cosas, en ese escenario político dominado por las políticas de la clase dominante, la bancada concertacionista querrá cooptar y manipular a los movimientos sociales para posicionarse como el representante sistémico de éstos y como el único interlocutor válido ante el Estado-empresario del gran capital.
Los movimientos sociales democráticos y antineoliberales tendrán que pasar a grados superiores de organización y autonomía; defender sus pocos derechos y conquistas, y sobre todo, comenzar a preparar la lucha por la gratuidad de todos los servicios y bienes públicos (salud, educación, transporte, cultura, etc).
Por Leopoldo Lavín Mujica
(1) En aquella época practicaron un capitalismo salvaje; una especie de acumulación primitiva del capital con apropiación de un patrimonio público (por la violencia armada) que la dictadura les concedió por algunos dólares. Tal régimen de acumulación se apoyó en la extracción forzada de plusvalía de la fuerza de trabajo asalariada que cimentó las fortunas del puñado de grupos económicos que actualmente son dueños de Chile. Lo que ahora les pertenece, antes fue de todos. Hoy, sin rubor ni pudor pusieron a uno de sus primus inter pares para que les dirigiera el Estado y gobernara el país. Reinan y gobiernan.
(2) No hay suplementos ecológicos en la prensa cotidiana que testimonien de la urgencia del problema ambiental y de la destrucción, pillaje y saqueo del país por las multinacionales que se apropian de bienes comunes nacionales y planetarios (puesto que al contrario del film hollywoodense Avatar, no existe en las galaxias un planeta B de recambio) como el agua, los océanos, los recursos naturales, etc. Y los neoliberales son depredadores de naturaleza (en los dos sentidos).
Leopoldo Lavín Mujica, B.A. en Philosophie et journalisme, M.A. en Communication publique de l’Université Laval, Québec, Canadá.