Estados Unidos, uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas –ONU– junto a Rusia, China, Gran Bretaña y Francia, ha anunciado reiteradamente, que pretende reformar este organismo, proponiendo cambios en el conjunto del organismo multilateral.
Objetivo destinado a impedir su progresiva pérdida de hegemonía. Una prueba de cómo reaccionarán los países de tal forma que les permita desafiar la política global, multilateral y que cada día tiene más adeptos por parte de la República Popular China y la Federación Rusa. Esta idea de cambio genera incredulidad pues ha sido precisamente Estados Unidos el principal responsable de debilitar las instituciones internacionales, léase: la ONU, Corte Penal Internacional, Organización Mundial de Salud, Unesco y la Agencia Internacional de Energía Atómica, entre otras. Una política que bajo el supuesto de cambiar la estructura política mundial, busca su control absoluto y que ha tenido su expresión palpable desde el inicio de la administración del ex presidente republicano, el multimillonario Donald Trump, que se ha intensificado bajo el mando del demócrata Joe Biden.
El actual mandatario estadounidense, aprovechando la política de ataques a la Federación Rusa y a la República Popular China, exige transformaciones en la ONU que favorezcan una línea de consolidación de sanciones a estos dos países, con la decisión de ejercer el papel de jueces y a la vez verdugos en materia de política internacional. No en balde Washington, en materia de proposiciones respecto a nuevos miembros para el Consejo de Seguridad Permanente de la ONU –CSNU– plantea sumar a Japón y Alemania. En el caso del Asia Pacífico, un Japón que ejercería su radio de influencia en la zona donde China tiene disputas con eje en Taiwán y el mar Meridional de la China. Con Alemania, su ingreso al CSNU sumaría un otanista más, junto a Francia y Gran Bretaña, que implica superioridad numérica y estratégica, inaceptable para Beijing y Moscú.
Dejar fuera o al menos minimizar el papel de China y Rusia como miembros permanentes del CSNU se da bajo la excusa esgrimida por la operación militar llevada a cabo por la federación rusa en Ucrania, con una hipocresía rayana en la desvergüenza cuando la política exterior de Washington señala que es necesario hacer cambios en el nuevo panorama geopolítico internacional para garantizar la paz y seguridad del mundo. Presentando incluso en videoconferencia al presidente ucraniano Volodimir Zelensky en cuanto foro internacional se organiza. La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Linda Thomas, afirmó, sin que sin quiera sonrojarse, que “cualquier miembro permanente que ejerza el veto para defenderse sus propios actos de agresión –haciendo alusión a Rusia- pierde autoridad moral y debe rendir cuentas”, prometiendo que su país sólo ejercería ese derecho “en situaciones raras y extraordinarias” (1).
Declaraciones desvergonzadas, viniendo del país que más invasiones, agresiones, golpes de estados y desestabilización ha ejecutado contra decenas de países, en todos los continentes, desde el momento mismo de su nacimiento. Un país que tiene al menos 800 bases militares distribuidas en los cinco continentes. Un reciente estudio titulado «Introducing the Military Intervention Project: A New on US Military Interventions, 1776-2019» realizado por la investigadora Sidita Kushi, del Departamento de Ciencias Políticas de Universidad Estatal de Bridgewater, arrojó que Estados Unidos ha lanzado cerca de 400 intervenciones militares desde su independencia en 1776, la mitad de estas se han llevado a cabo entre 1950 y 2019, y 25% de ellas luego del fin de la Guerra Fría. Y, ofrece nuevos datos que amplían el universo de intervenciones estadounidenses, así como la ampliación de la línea de tiempo de las guerras y sus motivaciones” (2). El esquema presentado muestra esas intervenciones norteamericanas desde el año el año 1950 a la fecha.
Para la ministra de relaciones exteriores de Sudáfrica, Naledi Pandor, una de las naciones que ha sonado permanentemente como miembro de un nuevo CSNU, si esta se reforma “resulta hipócrita criticar el concepto de veto únicamente por cómo lo usa Rusia hoy. Algunos de quienes hemos estado pidiendo que la Asamblea General tenga más voz, nunca tuvimos apoyo, pero de repente, ¿hoy sí? Ahí el derecho internacional empieza a no significar nada”. Una crítica certera que muestra este doble rasero practicado por Washington en lo internacional, que ve hoy con preocupación a un mundo que marcha hacia un rumbo multilateral, con cada día más y más países que sin temor hablan de desdolarizar la economía internacional, poner fin al sistema Swift –Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication, que facilita el movimiento de capitales– y al mismo tiempo en caminos de soberanía respecto a no sumarse al show de sanciones de Washington y los suyos contra Rusia, China, Irán y otros países.
Dólar y sanciones financieras, armas económicas preferidas y usadas profusamente por el Occidente liderado por Washington a la hora de sancionar, bloquear o chantajear a los países que no le son incondicionales y que al menguar ese poder disminuirá, evidentemente, la capacidad de Washington de establecer políticas de máxima presión, reconocidas incluso por ultraderechistas como el senador republicano Marco Rubio. Este, ha alertado el inminente colapso de la hegemonía occidental, anticipando que las sanciones de su gobierno se volverán impotentes en un lustro, visto los acuerdos de desdolarización del comercio internacional (3) haciendo referencia al acuerdo China-Brasil, que se suma al de China-Rusia, China-Irán entre otros. Si a eso unimos la negativa de gran parte de los países de entrar en una dinámica de reformas de la ONU, que favorece sólo a los países occidentales liderados por Washington, ese colapso será una inevitable realidad.
Resulta, a lo menos dudosa, la política de cambios que pretende Estados Unidos respecto a la ONU. Para el ministro de relaciones exteriores de Rusia, Serguei Lavrov resulta poco creíble pensar en las intenciones de transformación que vienen desde la Casa Blanca; “en un intento desesperado por afirmar su dominio, castigando a los que se muestran reacios, Estados Unidos se ha lanzado a destruir la globalización, que durante años ha sido alabada como el bien supremo de toda la humanidad, al servicio del sistema multilateral de la economía mundial” (4). La prueba más evidente de esta política hipócrita de Washington como adalid del cambio para un gobierno mundial distinto, es la invasión de Irak. Llevada a cabo por Washington y sus aliados el 2003, se extendió por dos décadas. Sin autorización internacional alguna y a contrapelo de la gran mayoría de países que se oponían a la guerra, convencidos de la falsedad de las “pruebas” y demostrado por el Informe Chilcot (5), con su socio británico enfrentado a una mentira horrorosa, cómplice de la muerte de centenares de miles de iraquíes, en el marco de una “guerra contra el terror”. Decisión política-militar que sólo buscó satisfacer a la industria militar estadounidense, a los halcones de la Casa Blanca y al mismo tiempo proporcionar mayores niveles de acceso a recursos petrolíferos y gasíferos al complejo energético estadounidense.
Desde Rusia se comparte el análisis de políticos como el primer ministro indio Narendra Modi. Este señala que la ONU no refleja las realidades actuales del mundo y que se requieren efectivamente reformas, pues es incapaz de prevenir los conflictos, que no acepta la definición de terrorismo –que atañe a las acciones que países como Estados Unidos y la OTAN realizan contra numerosos países en el mundo. Para Modi “las instituciones creadas en el siglo XX ya no concuerdan con el sistema del siglo XXI”. El ministerio de asuntos exteriores ruso, por su parte, ha señalado que cualquier transformación de organismos internacionales, como la ONU, por ejemplo, deben elaborarse cuidadosamente, proceder de negociaciones sustanciales entre los países miembros, no de imposiciones y tener en cuenta la división del trabajo entre los principales órganos de esta ONU, estipulada claramente en su carta fundacional. Ello requiere un trabajo intergubernamental y no equiparar derechos de países miembros y sus entidades no gubernamentales incluidas las organizaciones de ese tipo, que socavan el entramado de las relaciones internacionales.
La ONU no es capaz de prevenir conflictos por más que el secretario general, Antonio Guterres señale que están unidos para las reformas en el orden a la paz y seguridad donde “los objetivos generales en esta área son dar prioridad a la prevención y sostener la paz; aumentar la eficacia y la coherencia de las operaciones de mantenimiento de la paz y misiones políticas especiales y crear un único pilar integrado de paz y seguridad”. Difícil tarea porque su eficacia depende de la voluntad política de sus países integrantes en disponer la toma de decisiones colectivas. Rusia, en los distintos foros internacionales, y en especial en el seno del Consejo de Seguridad y en su Asamblea General ha señalado que una reforma de este organismo debe facilitar el papel de los países de África, Asia y América Latina en los asuntos mundiales, que permita contribuir a forjar un orden mundial más justo, fortaleciendo la paz y seguridad internacional.
Y, en ese plano, Moscú es firme partidario de considerar la presencia de la India y Brasil, como candidatas naturales a estar en ese nuevo CSNU y al mismo tiempo, corregir la injusticia histórica con África a partir de sus propias decisiones como continente. «Creemos que las candidaturas de India y Brasil son buenas candidaturas. Pero no es posible expandir el CSNU si ese paquete no incluye el tema de la representación africana» explicitadas por Moscú, permanentemente en los últimos años. En una rueda de prensa con el presidente de la Comisión de la Unión Africana, Moussa Faki Mahamat, Lavrov agregó que «la prioridad más importante es expandir la representación de tres regiones en desarrollo del mundo, incluida África ciertamente» (6).
Resulta evidente que pensar en Alemania y Japón como partes componentes de un nuevo Consejo de Seguridad es inaceptable, sobre todo con relación a Alemania, parte de la OTAN, socia de Washington y por tanto parte de toda aquella camada de países que son los que han aplicado las políticas de agresión, invasiones, desestabilización y hegemonía más sangrienta de las últimas tres décadas: Irak en dos ocasiones, Serbia, Libia, Siria, Yemen, Afganistán por citar algunas a las cuales podríamos sumar el apoyo sostenido el régimen de Marruecos en su política de ocupación y colonización del Sáhara Occidental y el sostén político, militar y financiero al régimen nacionalsionista israelí en su política de exterminio contra Palestina. La Unión Europea está ya sobrerrepresentada y no necesitamos un nuevo país de ese continente, para seguir alentando las políticas belicistas que hasta ahora han llevado adelante. Una Europa carente absolutamente de soberanía y devenida hoy en el nuevo patio trasero de Estados Unidos. Esa Europa es un peligro, no un aporte a la paz.
Efectivamente, Washington y sus socios europeos son los que llevan adelante la única política exterior dominante en el planeta, acordada previamente, transmitida a sus cancillerías para que se vote así en organismos internacionales y ello debe modificarse. Pero, no en un camino de cambio gatopardista. Aquella filosofía política seguida por aquellos que propugnan la noción que es preciso que algo cambie para que todo siga, finalmente, igual. El efecto Lampedusa, del que se habla a veces, consiste en hacer las cosas de modo que algo mute para que lo demás permanezca intocado en la organización social. Se refiere a reformas meramente cosméticas, ociosas o de distracción que se proponen para mantener incólumes los privilegios sociales y económicos de los manipuladores de esas reformas «de epidermis” (7)
Por Pablo Jofré Leal
Artículo para Hispantv
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1.-https://www.swissinfo.ch/spa/afp/con-rusia-en-la-mira–eeuu-habla-de-reformas-en-la-onu/47909862
4.-https://www.telesurtv.net/news/rusia-condena-eeuu-atenta-globalizacion-20230424-0027.html
5.-Tras siete años de actividad, la investigación pública iniciada en 2009 por el denominado Consejo Privado del Reino Unido llegó a su punto final el año 2016, mostrando al mundo la política de mentiras, informes de inteligencia falsos, el tejido político comunicacional plagado de desinformación y mentiras. John Chilcot, cabeza visible del proceso de investigación, reveló sus hallazgos sobre la actuación del gobierno de Tony Blair en el contexto de la guerra de Irak, tanto antes como después de la invasión. Y el resultado fue devastador para el ex primer ministro: Reino Unido entró en guerra sin las suficientes pruebas, obviando todas las señales que aconsejaban precaución y, en el mejor de los casos, sobre una negligencia flagrante (en el peor: sobre múltiples mentiras). https://www.xataka.com/magnet/que-es-el-informe-chilcot-y-por-que-ha-desatado-otra-crisis-politica-en-reino-unido