Washington y su política cobarde contra Venezuela

Por Pablo Jofre Leal

Washington y su política cobarde contra Venezuela

Autor: Nelytza Lara

Las acciones de agresión contra Venezuela no cesan. No hay día en que Washington y sus incondicionales no busquen nuevas maneras de generar daño a la sociedad venezolana, con decisiones que no dudan en afectar a millones y millones de hombres y mujeres.

La pandemia del Covid-19 ha sacado a relucir lo mejor y lo peor de nuestras sociedades y gobiernos. En un contexto de crisis sanitaria y económica, gobiernos como el de Estados Unidos, en una conducta criminal, aprovecha el actual trance, para seguir atacando a países como Venezuela, Cuba, Siria y la República Islámica de Irán.

Washington no cesa de buscar mecanismos, resquicios y apoyo de gobiernos títeres, que lo acompañen en estos ataques que buscan desestabilizar, generar mayores dificultades económicas, políticas, sanitarias, impedirles a esos países relacionarse en forma normal con el resto del mundo. Esto, con el objetivo de derrocar a sus gobiernos y ocupar así un papel de dominio, que en el caso de Venezuela, explicita ambiciones por apoderarse de los enormes recursos petrolíferos de este país sudamericano, en momentos que la lucha por esta riqueza se desarrolla en Asia occidental, en forma poco favorable a los intereses de Washington.

Un objetivo similar cuando se trata de Irán en materia de petróleo y gas, lo que suma el deseo de “castigar” a la revolución islámica que el año 1979 terminó con una monarquía incondicional a Washington, impidiendo que se siguiera utilizando el territorio de la nación persa, como centro de agresiones y dominio en la zona y que ha significado que esta revolución y sus postulados sea referencia para varias sociedades de la región. Y, en el mismo sentido intentar, por enésima vez, terminar con la revolución cubana que el año 1959 dejó de tener a Estados Unidos como centro y convirtiendo a la isla en un símbolo político mundial.

En el caso de Venezuela, la ofensiva de Estados Unidos no se limita sólo a declaraciones de la administración Trump y sus aliados en la región, conformado por el llamado Grupo de Lima (1) que ha dado muestra de absoluta incondicionalidad y sometimiento a lo que el gobierno estadounidense determina debe ser la política con la nación sudamericana, sino que se ha usado también a la Organización de Estados Americanos (OEA). Institución presidida por el aliado de Trump y secretario general reelecto Luis Almagro, que ha convertido a este organismo regional en punta de lanza en la política de desestabilización contra Venezuela, con amenazas y acciones constantes de sanciones, bloqueos, embargos e incluso amenazas de intervención militar. Una labor que convierte a este organismo en un mero instrumento de la política exterior estadounidense.

Una OEA, que ya el año 1965, el fallecido comandante en jefe de la revolución cubana, Fidel Castro definía a la OEA “como el Ministerio de colonias de Estados Unidos, organización dócil y sumisa, que no hace más que recibir órdenes de Washington” recordando la política de hostilidad de este organismo instrumentalizado por Estados Unidos y que significó, el 31 de enero del año 1962, en Punta del Este, Uruguay, la expulsión de Cuba de su seno, dejando en evidencia la actitud de 34 gobiernos lacayos que refrendaron la acusación y 6 abstenciones, para  excluir a la isla “por incompatibilidad con el sistema interamericano”

Cincuenta y dos años después, un 27 de abril del 2019 otro país dejaría la OEA, esta vez por propia y soberana decisión. Efectivamente, el gobierno venezolano en la mencionada fecha decidió denunciar la carta fundacional de la OEA, acusando las constantes agresiones y amenazas que desde una OEA, presidida por Luis Almagro, se lanzan contra Venezuela “el pueblo aguerrido se moviliza para celebrar nuestro retiro definitivo del ministerio de las Colonias de los estados Unidos: la OEA. Decisión soberana iniciada hace dos años ¡Venezuela es libre e independiente”.

Como este plan de intervención no ha hecho mella en la decisión venezolana de defender su soberanía. Estados Unidos, en septiembre del 2019 y con el apoyo del grupo de Lima decidió invocar el llamado “Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) con el objetivo de facilitar más acciones colectivas contra Venezuela. “Esperamos reunirnos con socios regionales – declaró el secretario de Estado Norteamericano, para discutir las opciones económicas y políticas multilaterales que podemos emplear para la amenaza a la seguridad de la región que representa Maduro” se signó en el comunicado difundido. Entre las medidas que contempla este TIAR se encuentra: ruptura de las relaciones diplomáticas, la interrupción parcial o total de las relaciones económicas y comunicaciones y el empleo de la fuerza armada.

Las acciones de agresión contra Venezuela no cesan. No hay día en que Washington y sus incondicionales no busquen nuevas maneras de generar daño a la sociedad venezolana, con decisiones que no dudan en afectar a millones y millones de hombres y mujeres. A niños y ancianos, poniendo en peligro sus vidas, más aún hoy en que una pandemia de las proporciones del Covid-19 llama, en teoría, a la solidaridad, la cooperación y el fin de políticas de odio. Pero, Washington no entiende razones, la administración Trump, a pesar de sus cientos de miles de contagiados y sus miles de muertos por el Coronavirus, propaga su aliento de muerte contra otras naciones. Una administración de gobierno presidida por un personaje que debe ser acusado por crímenes de lesa humanidad.

Un multimillonario megalómano y de una ignorancia suicida. Un mitómano que tensiona las relaciones internacionales y que ha decidió ahora enviar naves de guerra frente a las costas venezolanas para, según su peregrina política “impedir el narcotráfico impulsado por Venezuela” acompañado de  avisos propios del antiguo Western donde se ofrece una recompensa de 15 millones de dólares por Nicolas Maduro y otras cifras multimillonarias por el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente Diosdado Cabello y el Ministro de Defensa  general Vladimir Padrino. El secretario de estado norteamericano Mike Pompeo, junto con el ex agente de la CIA y actual Fiscal General William Barr acusaron al mandatario venezolano sin prueba alguna de propiciar el tráfico de drogas junto a ex guerrilleros de las FARC, operando en la frontera con Colombia. Todo esto un plan conocido, parte del guion establecido en el llamado documento “Plan maestro para derrocar la dictadura venezolana” el llamado Masterstroke, elaborada en febrero del año 2018 por entonces jefe del comando Sur, general Kurt Tidd

Ya Washington puso en operación su aventura militar – que según se ha conocido ha despertado el rechazo al interior del Pentágono (2) en medio de la crisis del Covid-19 en el país del norte – enviando naves de guerra de su Sexta Flota, que se ubican en las cercanías de las costas venezolanas, repitiendo sus mentiras que son replicadas por gran parte de los medios de información donde la manipulación es su característica más marcada y que signa sus agendas de trabajo. «Estados Unidos está lanzando una operación mejorada de lucha contra el narcotráfico en el hemisferio occidental para proteger a los estadounidenses del azote mortal de los narcóticos ilegales», señaló Trump desde la Casa Blanca, sin pestañear, en el falso argumento que pretende reimplantar la diplomacia de las cañoneras cuyo mecanismo es ofrecer una salida al país agredido (en este caso que se acepte un gobierno provisional) y como presión, envían buques de guerra como elemento catalizador. .

Toda una operación destinada al fracaso, porque permanentemente no se puede engañar al mundo, porque Venezuela tiene una fuerza militar, naval y aérea de calidad y como prueba de ello ha lanzado su Operación escudo Bolivariano 2020, que según antecedentes obtenidos por este cronista, incluyen la preparación del avanzado sistema de misiles de defensa aérea, la movilización de unidades especiales del ejército y la alerta a su marina de guerra. Debe cuidarse Washington de seguir con sus aventuras previa a las elecciones de noviembre próximo, dejar de lado las ideas de armas a paramilitares y mercenarios que ataquen suelo venezolano, ya sea desde territorio colombiano o que desembarquen en la extensa costa venezolana. Debe escuchar a los críticos dentro de su propio país, que lo llaman a cambiar de rumbo con relación a Venezuela, porque claramente es una operación que pretende proteger a su aliado colombiano que es, por lejos, el mayor productor de cocaína del mundo. Ese sí es un verdadero narcoestado.

Según el Informe de las Naciones Unidas para la lucha contra las drogas y el delito, del año 2019 Colombia produce el 70% de las drogas que se consumen en el mundo y cuenta también con el 70% de la superficie cultivable, convirtiéndose junto a Perú y Bolivia en los principales centros de producción, salida e intermediación junto a carteles de las drogas de México e indudablemente con la complicidad de las agencias gubernamentales de estados unidos pues resulta poco creíble, que el país dotado de los mejores servicios de vigilancia, inteligencia y control fronterizo, como es Estados Unidos no pueda cerrar el tránsito de las drogas hacia su país. Tal situación se explica por los cientos de miles de millones de dólares, que inundan el mercado financiero estadounidense y los carteles internos que genera enormes fortunas, que no suelen aparecer en los informes mundiales. Dinero depositado en bancos norteamericanos al amparo del secreto bancario de ese país.

En un atrayente artículo de la economista y Doctora en Ciencias Políticas venezolana Pasqualina Curcio, haciendo mención del Informe de la Oficina de la ONU Contra la droga y el delito 2019 en el que sistematiza, por país, los datos de producción, consumo y tráfico de drogas ilícitas en el mundo. Curcio afirma en base a tal Informe que “Es el hecho verdadero y cierto que la República Bolivariana de Venezuela no figura en el resumen ejecutivo del mencionado informe, lo que significa que los niveles en nuestro país son relativamente tan marginales que no amerita su inclusión. ¿Qué narco Estado puede existir en un país que ni siquiera figura en las estadísticas de consumo, producción y tráfico de drogas?

Un Informe que muestra en forma nítida como Colombia aparece como el primer sembrador y productor de drogas, en este caso cocaína. Estados unidos como el principal consumidor de gran parte de ellas: cocaína (con el 38% de los 18 millones de consumidores de cocaína en el mundo), opiáceos, fentanilo, anfetaminas, marihuana (donde 44 millones de estadounidenses la consumen representando el 25% del total mundial) entre otras. Al observar los anexos detallados del informe, la República Bolivariana de Venezuela aparece de última en las listas de prevalencia de consumo de drogas (a diferencia de Estados Unidos que la encabeza). La tasa de prevalencia del consumo de cocaína en América del Norte es 2,10%, es decir, 6 veces por encima de la tasa de prevalencia mundial que es 0,37%. La prevalencia se calcula dividiendo el número de personas de un grupo de edad que consume drogas con respecto al total de personas de esa edad.

El Informe nos señala también, que de las 245.400 hectáreas de cocaína que fueron cultivadas el año 2017, 171,000 estaban en territorio colombiano, es decir, el 69,68%. En cuanto a la fabricación potencial de cocaína 100% pura, de las 1.970 toneladas que se produjeron en 2017, 1.379 fueron fabricadas en Colombia. No aparece Venezuela en modo alguno. Las cifras son elocuentes, claras, indesmentibles y sin embargo Estados Unidos hace caso omiso de ellas y en lugar de combatir su consumo, su corrupción interna, su complicidad con los carteles mexicanos, colombianos, con las mafias existentes en su territorio que controlan el tráfico de drogas, de migrantes, de trata de blancas, de armas; en lugar de ello ataca a países que además se han destacado en el decomiso y el combate a las drogas. Si vamos a hablar de narcoestados, que Colombia sea sindicado así con el principal jefe de los carteles como es Iván Duque, Álvaro Uribe y en general casta política y militar colombiana.

Como uno de los últimos actos del teatro del absurdo estadounidense con respecto a Venezuela ahora la administración Trump, con el inefable Pompeo, ha llamado a conformar un gobierno de transición, que no incluya ni a Nicolás Maduro ni al usurpador títere estadounidense Juan Guaidó. Idea a la que se ha sumado, como no, el Grupo de Lima y parte de la Unión Europea. Un gobierno de transición, que según la Casa Blanca, permitiría eliminar las acciones contra el país sudamericano y así “combatir el Covid-19”. Estados Unidos es el principal país por número de contagiados, que al cierre de este artículo sobrepasa los 990 mil infectados y 60 mil muertos, con un aumento exponencial de los mencionados números, que habla de la pésima gestión de combate a la pandemia llevada a cabo por una administración ignorante y que además ha debilitado el sistema sanitario público de salud y los centros de investigaciones sobre plagas y epidemias.¿Ese Estados Unidos quiere enseñar como se combate la pandemia?

Es el mundo el que debería bloquear a un país dotado de un gobierno enemigo de la humanidad. Belicista, soberbio, donde las palabras solidaridad y colaboración no existen. Un país que se ha dotado de un gobierno, que debe ser llevado, más temprano que tarde, a la Corte Penal Internacional, pues aplicar sanciones, bloqueos, embargos y ejecutar políticas de “máxima presión” en momentos de una pandemia de la gravedad que implica el Covid-19 se constituye claramente como crímenes contra la humanidad. Estados Unidos es un violador de la Carta de las Naciones Unidas en su Capítulo VII, que nos obliga a tomar acciones por amenazas a la paz, quebrantamiento de la paz o actos de agresión.

Lo descrito hace surgir la necesidad de dar respuesta a ciertas preguntas ¿Alguien duda que la conducta descrita anteriormente es el comportamiento crónico de Washington? Y una segunda pregunta más específica con relación a Venezuela ¿si el presidente Maduro dejara el poder, el narcoestado colombiano cesaría en su conducta nefasta de apoyar el cultivo y la exportación de las drogas al mundo y si así fuera, Washington cesaría su geopolítica mortífera de tratar de sacar provechos diversos del negocio, es decir, saliendo Maduro, nos encontraremos con el fin del cataclismo tóxico? Le dejo a usted, lector (a) las respuestas a estas interrogantes.

Pablo Jofré Leal. www.segundopaso.es

1. Bloque de países latinoamericanos creado el 8 de agosto del año 2017 a instancias del secretario de estado norteamericano, Mike Pompeo, en comunión de intereses con el secretario general de la OEA Luis Almagro, con el principal objetivo de lograr el derrocamiento del gobierno legítimo venezolano usando para ello todas las herramientas de guerra económica, política, diplomática y comunicacional. Conformada, inicialmente por 12 países (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú) se sumó posteriormente Ecuador, tras el viraje político del actual mandatario Lenin Moreno y Bolivia con la presidenta de facto Jeaninne Añez, tras el golpe cívico-militar dado contra Evo Morales.

2. El plan de Trump para desplegar una misión antidrogas en el Caribe provoca una reacción violenta en el Pentágono según se señala en un análisis publicado el día 2 de abril pasado en la Revista Foreing Policy donde los analistas Jack Detsch, Robbie Gramer y Dan Haverty dan cuenta de los efectos que está generando en el departamento de defensa las acciones de Trump. Se menciona que esta operación puede ser claramente una operación de distracción frente a los problemas internos que enfrenta.


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