Según Estados Unidos, las filtraciones divulgadas por los medios de comunicación con ayuda de los cables entregados por Wikileaks, pone en peligro muchas vidas. Sin embargo, hasta este momento, la única vida en peligro es la de Julian Assange detenido la semana pasada tras entregarse a la policía británica.
Los cables en su mayoría no representan información clasificada y claro está, en muchos casos no son más que informes, sin análisis de inteligencia y no son constitutivos de una posición política, pero lo complicado para Estados Unidos no es que se publiquen sino que estén en Wikileaks. Me explico.
Para que el cable pueda darse a conocer, primero debe haber sido entregado a Wikileaks. Los cables no han sido hacheados ni se han obtenido de forma secreta o clandestina. Puesto de otro modo, Wikileaks no es más que un amplificador, un parlante si se quiere. La música en cambio, la ponen los protagonistas y quienes informan.
Esto permite entender por qué el marine norteamericano Bradley Manning de 23 años, quien habría trabajado en una unidad de inteligencia del Ejército estadounidense en Irak, está hoy preso. Habría mandado alrededor de 260 mil cables al sitio web. Fue detenido el 26 de mayo y ahora enfrenta una pena de 52 años de cárcel. Uno de los documentos más conocidos fue el video tomado desde un helicóptero en vuelo donde soldados de las fuerzas de pacificación disparaba y asesinaron a civiles desarmados. La filtración de ese video adelantó al decisión de Holanda de retirarse de Afganistán y puso en tela de juicio la permanencia de otros países en la coalición comandada por Estados Unidos cuyo Presidente posee el Premio Nóbel de la Paz.
Es decir, lo que ha sido divulgado no proviene sino de los propios funcionarios, militares, asesores y demás estadounidenses repartidos por el mundo que han entregado la información, tal vez preocupados por el poco respeto que su política inspira en ciertas partes del mundo y motivados, ellos sí, por el verdadero deseo de salvar vidas.
¿El mundo tiene derecho a saber que hacen las autoridades y el poder político y militar? ¿Hasta dónde es correcto cuestionar la labor que hacen los gobiernos de resguardar la seguridad de sus países?
Lo anterior resulta de vital importancia para la nueva etapa que enfrenta el planeta, si es que pensamos que estamos en una nueva etapa. Los retos actuales dicen relación con dejar atrás las prácticas nocivas de la Guerra Fría y promover entre los países una mayor cooperación y confianza basado en las necesidades comerciales y financieras. Así como el comercio avanza en poner fin al proteccionismo que llevan a cabo los países desarrollados, deben suprimirse también las prerrogativas que algunos consideran tienen sobre el mundo.
Los pueblos y más precisamente las democracias, tienen derecho a saber qué hacen los gobiernos, más aun cuando ese gobierno es la potencia militar principal. Es el único contrapeso posible para resguardar los equilibrios políticos en medio del avance progresivo del multilateralismo, sino florece la dictadura minoritaria que intenta establecer cómo debemos vivir y quienes son democráticos, escogido de entre sus amigos acólitos.
Mientras más poder un país detenta, más hay que controlarlo. Y no se trata de una fiscalización sino de establecer y reconocer la verdad porque Wikileaks no ha divulgado opiniones propias ni ha difundido videos caseros falsos y nunca ha dicho una sola palabra sobre lo bueno o malo de los documentos, sólo comunica lo que los propios estadounidenses hacen e informan. ¿Quiénes entonces son los que deben perseguirse penalmente? ¿Quien es responsable de los actos, el que los comete o el que los publica?
Julian Assange ahora está detenido mientras Dick Cheney, George Bush y tantos otros responsables de los intereses estadounidenses en el Medio Oriente, que incluso se dan el lujo de teorizar sobre prácticas de tortura, venden libros y disfruten de sus vacaciones. La solidaridad con Assange está pendiente.
Por Carlos Arrue
Master en Relaciones Internacionales