Visto que la principal esperanza de esta elección era que ganara el miedo a la derecha, el resultado no es tan grave. Ganó el peor, eso es todo.
Los que primero salieron a celebrar fueron los componentes de ese pueblo puro que apoya al Presidente Piñera, esas caras regordetas, proletarias, que en masa se volcaron a votar por él. Allí estaban, leales con sus banderas, alegres, victoriosos, bailando cumbia: ganó “el cambio”, fue “un gran día para Chile”.
Tiene razón el Presidente electo: con él no se secará el mar, ni se apagará el sol. Al contrario, con las políticas que tanto él com Eduardo Frei defienden, el mar será más abundante y el sol más radiante, gracias al calentamiento atmosférico, las represas y la deforestación.
En el Gobierno de Unidad Nacional de Pîñera caben muchos, no sólo los destacados intelectuales Patricio Navia, Roberto Ampuero y Jorge Edwards, ni los sofisticados creadores Kike Morandé y Marlene Olivari, sino también muchos como ellos, que hasta ayer apostaban sus empleos con Frei y hoy están ya apostando con Schaulsohn y Flores a los cien años de la derecha.
Es casi un alivio este resultado: ya no hay culpas ni malestares, ni voto útil, ni nada de eso. Ahora hay que luchar: la primera misión es evitar que los que durante 20 años se dedicaron con esmero a neutralizar al pueblo y mimetizarse con los poderosos, se conviertan de la noche a la mañana en ardientes líderes revolucionarios.
Ricardo Lagos, por ejemplo, o el nunca bien ponderado Camilo Escalona, quienes ya anunciaron que saldrían al ruedo a defender los derechos conquistados por el pueblo en 20 años. Apareció milagrosamente, en la derrota, la palabra pueblo, fíjense. Escalona y Lagos lo van a defender, no hay de qué preocuparse.
Pero Hinzpeter les recordó a todos que en realidad nadie perdió, que ganaron los mismos que han estado ganando siempre desde 1988, que habrá un gobierno de Unidad Nacional donde caben todos. Esta misma noche, o esta semana, se encontrarán a ver cómo hacen para continuar la “política de los consensos”.
Luis Casado ya enumeró hace unos minutos todas las grandes obras de la Concertación en estos 20 años de perseverantes esfuerzos para consolidar el modelo neoliberal y la apatía popular
Los demás, los que no hubiésemos celebrado el triunfo de Frei -“el menos malo”- nos quedamos donde estábamos, donde siempre estuvimos, de la parte de los perdedores, los mismos que esta noche bailan y celebran el triunfo de sus verdugos. Somos muchos los que no teníamos nada que ganar ni perder en esta elección y aun asi hubiésemos preferido que los fascistas perdieran.
La lucha revolucionaria es así, casi nunca heroica y casi siempre lenta; de tanto que lo revuelcan a uno las olas, te vas acostumbrando, siempre pensando en Lenin 1905: un paso atrás, dos pasos adelante.
Por Alejandro KIRK