Parece que fue ayer desde aquel conjuro, cuando el mundo se enteraba que Irak tenía unas terribles armas de destrucción masiva. Todos los medios de comunicación del planeta empezaron a difundir la noticia con una velocidad extraordinaria. No pasaba un día en que aquel tan terrible y amenazador tema no fuera portada en periódicos y revistas. Cada arma tenía un nombre más complejo que el anterior. Los noticieros de televisión mostraban planos con una precisión asombrosa del lugar en que estaban escondidas y almacenadas, el mundo temblaba. Todos con pánico, era peor que los tiempos del telón de acero, más cruel que esos años de la guerra fría. Se hacían proyecciones de los posibles muertos que podría ocasionar aquel ataque, la cantidad de víctimas sería mayor que las dejadas en Hiroshima y Nagasaki, todos con miedo… terrible.
De Saddam se contaban las historias más nefastas. Era un hombre malo en extremo, perverso, se había entregado para sí mismo todos los más altos cargos y grados militares, estaba rodeado de unos políticos y de uniformados que conformaban un equipo de corruptos y aduladores, por supuesto tan miserables como Saddam. Sus familiares habían desarrollado la conocida práctica de los negocios con medio mundo como medio de subsistencia. Nadie se atrevía a cuestionar sus decisiones y además, Saddam profesaba una religión que él la había convertido en una herramienta de presión, sometimiento, y esclavismo, y que entre quienes la profesan producen efectos colaterales graves, en el caso de las mujeres principalmente, lo que las obliga a ir tapadas con burka, en resumen Saddam era malo… muy malo.
Todo el mundo lentamente se iba acostumbrado a la idea de que aquel dictador, Saddam, no podía permanecer al mando de un gobierno en un país democrático y con gente buena, Saddam, tenía sus días contados. Nadie quería recordar sus años de aliado del mundo occidental, todos escondiendo precipitadamente las fotos que se habían tomado junto a él. Los Presidentes y Ministros que por algún motivo habían pasado por Bagdad no decían esta boca es mía. En esos momentos Saddam era un ogro, que si lo era, pero no cuando compraba tecnología a medio mundo desarrollado, y los banqueros y grupos económicos hacían millonarios beneficios, sin importarles para nada lo que sucedía con los kurdos que habitan Irak.
Qué será de la Condolezza, de Donald Rumsfeld, Tommy Frank, Dick Cheney, Colin Powell, qué historia estará contando la soldado Jessica Lynch…
Recordemos que Naciones Unidas decretó un embargo económico contra Irak después de la guerra del Golfo (1991). Es público conocimiento que los embargos generan los mayores estados de corrupción, entre los que tratan justamente de romperlo, siendo más grave el remedio que la enfermedad.
Y George Bush hijo, se lanzó en aquella santa cruzada. Posó arriba de un portaviones vistiendo uniforme militar. Este sujeto ya había abandonado el alcohol, donde quedaban en el olvido sus años de rubias despampanantes en descapotables de variados colores, con la boca llena de chicles. Se dedicaba ahora a convencer entre prédicas y sermones que había que intervenir en Irak, hablaba de un triángulo del mal, una cosa así como un Plan Zeta, pero de carácter planetario. Los que subían a los vehículos de la Casa Blanca en esta ocasión, eran los banqueros, los señores de la guerra, el vicepresidente de los EEUU (Unocal) quien se lanzaba en una carrera comercial que tenía como el principal componente la guerra. Es decir la destrucción de un país para luego reconstruirlo… negocio redondo.
Y llegó el ejército norteamericano a Bagdad, cine norteamericano en directo, actores puros y duros, con todos los protagonistas, tanques, aviones, miles de soldados, uniformes, el polvo del desierto, todos viendo como caía la estatua de Saddam, entonces el mundo libre respiraba tranquilo, la bolsa de Nueva York aspiraba profundo y luego daba suspiros cortos de alivio. Los bombardeos ocasionaron miles de muertos, casi todos civiles, es decir hombres, mujeres y niños que no usan uniformes militares. Las bombas destruyeron edificios públicos, ministerios, universidades, hospitales y después de las explosiones, los incendios y claro enseguida el saqueo, el desorden, la anarquía, el robo, los museos fueron expoliados haciendo millonarios a los anticuarios del mundo entero.
Saddam fue procesado y condenado, no pudo encontrar en el mundo occidental testigos que demostraran su buena conducta anterior, y terminó en la horca, diciendo que Alá es el más grande.
Corre el año 2003, todos los funcionarios públicos que militaban en el Baaz, partido político de Saddam, fueron exonerados. El ejército fue desmontado como si de un motor se tratara, procesos a sus oficiales por haber sido obsecuentes y no decir nada, todos unos cómplices con la maldad. Cientos de kilos de explosivos diarios provocan muertos en mercados, fiestas religiosas, colegios y lugares de culto, caos, anarquía.
Paul Bremen que operaba bajo el título nobiliario de Director de la Autoridad Provisional de la Coalición, predicaba el futuro esplendor para Irak al fin liberado. Lo aseguraba en el corto plazo como uno de los países integrantes del G8, que pasó a llamarse G12 y por ahora ya va en el G20 y de Irak… ni siquiera la foto.
Han pasado siete años. El abandono de las tropas norteamericanas tiene menos parafernalia que el ingreso, ese aspecto que es tan característico de la derrota. Los Estados Unidos deja un país destruido, con ciudadanos que han aprendido a odiarse más que los odios que se tenían desde antaño, los kurdos, los chiíes, los suníes. La inestabilidad generalizada de Irak significó que cientos de miles de niños sean en la actualidad el mayor ejército de analfabetos. Los actuales líderes políticos de Irak, aceptados por los norteamericanos, son un cuerpo institucional de la corrupción más profunda y sin ninguna credibilidad entre los ciudadanos, sin ni siquiera capacidad para construir un gobierno.
Los norteamericanos abandonan Irak sin haber encontrado las famosas armas de destrucción masiva. Quedan en los cementerios de Irak los miles de civiles muertos por error, efectos colaterales como sostiene el eufemismo. Quedan en la memoria del mundo las fotografías de los prisioneros torturados por los marines en la prisión de Abu Gharib.
Los protagonistas de aquella historia dedicados al lucrativo negocio de dar conferencias sobre la pacificación del mundo y lo bien que operó la Coalición fueron entre otros, José María Aznar, Tony Blair y George Bush, considerado el peor y más mal evaluado presidente de los Estados Unidos, lo que ya es bastante decir.
Obama da por pasada la hoja de Irak sin hacer uso de la palabra VICTORIA, lo que permite hacer la justa lectura que hubo DERROTA, porque las guerras se ganan o se pierden y los Estados Unidos perdieron. Los analistas pueden hacer los análisis que consideren pertinentes, pero haber estado cerca de vencer… nunca lo estuvieron.
Por Pablo Varas