Con el estallido social del 18 de octubre de 2019, Chile comenzó un nuevo ciclo social y político que se reafirmó con el Plebiscito por una nueva Constitución y con la elección de la Convención Constitucional. Por el tipo de demandas expresadas por la ciudadanía, una parte de la elite gobernante entendió que existía un interés ciudadano por cambiar el modelo de desarrollo imperante y reemplazarlo por otro más justo y equitativo. Pero al mismo tiempo que se encauzaron estas demandas en el plano político, ocurrió otro fenómeno de envergadura que, a la luz de los acontecimientos actuales, toma relevancia: la pandemia de Covid 19.
Si la pandemia nos dejó alguna certeza en lo económico es que fue capaz de terminar con el sistema neoliberal en casi todo el mundo. Por ejemplo, en materia de salud, nadie niega hoy el rol predominante del Estado. Hasta podría afirmarse que fue la intervención de la naturaleza y no la de los seres humanos la que terminó con el modelo económico. Sin embargo, que la pandemia haya acabado con las experiencias neoliberales no significa que haya terminado con el capitalismo. Al contrario, el sistema aún goza de buena salud, pero con un grado de vulnerabilidad extrema y ya se ensayan nuevos modelos para reemplazar el neoliberalismo como el capitalismo verde, la economía circular o el desarrollo sustentable, etc.
En este contexto, ¿y si nos equivocamos? El estallido social que inauguró este nuevo ciclo político en Chile, ¿fue una expresión de la ciudadanía para terminar con el sistema capitalista y sustituirlo por otro sistema económico o fue una rebelión social contra el carácter injusto y exclusivo del reparto de la riqueza que este sistema económico produce y, por lo tanto, la demanda fue por reformas económicas que no cambiarán su esencia?
El retiro de casi 50 mil millones de dólares de los fondos privados de pensiones creó la ilusión de que se podía mantener la economía en crecimiento con consumo y aportes del Estado. En 2021 se vendieron cerca de 400 mil autos nuevos y se batieron todos los récords de ventas en el sector retail. Por lo tanto, Chile eligió el consumismo y no la austeridad para enfrentar la crisis pandémica.
Los resultados electorales que muestran un país dividido por la mitad nos indican que es prácticamente imposible acometer medidas estructurales que tiendan a cambiar el actual modelo económico extractivista y sustituirlo por otro. El principal desafío hoy es preservar nuestro régimen democrático para enfrentar la crisis civilizatoria global que se nos viene encima.
¿Esto significa que el modelo capitalista es indestructible y que debemos renunciar a cambiarlo? Para nada, todo lo contrario: debemos prepararnos para su inevitable y acelerada destrucción y debemos tener propuestas para reemplazarlo.
Si en la primera parte del informe del IPCC, los científicos reunidos por las Naciones Unidas nos mostraron un mundo profundamente alterado por la acción humana (y que según las mismas autoridades de la ONU la situación nos tiene al borde de la extinción como especie), la segunda parte del informe nos entregará una conclusión científicamente disruptiva: que ya no será posible enfrentar con éxito la crisis climática y mantener al mismo tiempo el actual sistema económico. Las pruebas se encuentran en las conclusiones de la COP26 de Glasgow. Allí, a principios de noviembre, se acordó emitir prácticamente un 150 por ciento más del CO2 necesario para mantener la temperatura controlada en un aumento de 1,5 grados para el año 2030.
La continuidad del sistema capitalista ya no puede considerarse únicamente como un tema ideológico y social porque se ha convertido en un tema científico. Como dice el académico español, Jorge Riechmann, “nos estamos quedando sin espacio y tiempo, y ese es uno de los grandes problemas del capitalismo contemporáneo”.
¿Qué hacer entonces? Aceptar que el tiempo histórico estará crecientemente subordinado al tiempo biológico y considerar que el colapso de nuestra civilización es inevitable pues la capacidad de los seres humanos para impedir su destrucción es cada vez menor debido a la crisis climática. Debemos aceptar que entramos en la era de la escasez y por lo tanto adaptarnos profundamente para enfrentar la supervivencia humana. Así podremos apoyar a las nuevas generaciones en su tarea de regenerar la vida y construir una nueva civilización reconciliada con la naturaleza. Como siempre digo, es una civilización humana la que se terminará y no el planeta.
Por Manuel Baquedano
Presidente del Instituto de Ecología Política
Publicado en Poder y Liderazgo.25.11.21