3 años ya han pasado del oscuro episodio (sí, otro más para la retina de nuestro país) que terminaron con la muerte, junto a la previa tortura de Daniel Zamudio. Aquel momento donde se reflejó una verdad oculta y silenciosa, que se retorcía en cada rincón del país haciendo latente una marginalidad siútica: la del gay chileno: ese espacio donde se pierde todo menos los sueños, las esperanzas junto a un valor extraño de declararse y asumirse distinto, de vivir como un diferente. Claro que no fue la primera golpiza a un gay, ni el primer asesinato. Lamentablemente, tampoco será el último, la verdad sea dicha. No sé si hoy la “sociedad chilena” ha cambiado, porque basta una conversación en la micro, en la plaza o después de la once para darse cuenta que el discurso se mueve peligrosamente entre “Yo lo acepto, pero lejos”. Allá donde no moleste, donde no lo vea, donde no lo sienta: donde no tenga que reconocerlo como un igual. Como otro que es parte de mí día a día.
Dentro del mundo gay la cosa es peor y todo se sigue moviendo en la dicotomía del diferenciar. “Pasivo vs activo”, “Las condes vs Alto Puente”, “la Chile vs la Portales”, “Ex limón vs Divino”. Todo lo anterior mezclado y asolapado con un “No todos somos así”, “qué fuerte la prima”, “le pasó porque él se lo busco”, “esto no me ayuda con mi familia”. Y es al menos, preocupante. Porque es legitimar el desprecio, es dejar fuera al que vive y goza su sexualidad de una forma distinta. Como si existiera una norma gay de lo que se puede o no hacer. Como si existiera una norma Hetero de lo que se puede o no hacer.
Hoy TVN con su mini-serial nos ha pegado una patada en el hocico. Ha levantado polvo sacudiendo viejos cuadros para recordarnos que no somos tan iguales, que hay algunos que se están muriendo; tal vez no por la causa, pero sí como una consecuencia de la pelea diaria del sobre-vivir en esta patria no tan grande. Hay varios hitos que podemos señalar, hay varias cosas que serán comentadas durante la semana por lo que se mostró en señal abierta: sexo gay en la televisión, un hombre de casi 30 años yéndose a vivir con otro de casi 19, el mundo de los niños que nadie quiere, de familias complejas. ¿Acaso eso no es Chile? ¿Acaso eso no somos nosotros? Cierre los ojos y cuente cuantos Gays, Lesbianas, nazis, familias con problemas, separaciones, alcohólicos, arribistas, etc., conoce. No, no están fuera de nosotros, están ahí. Son nuestra familia, amigos, vecinos. La tortura y asesinato de Zamudio es un reflejo de nuestra sociedad; es aquello que no queremos ver, pero que aún está presente en el Chile del siglo XXI. Es una oportunidad para, por fin, hacer las cosas bien para todas y todos. Sin categorías, sin miedo, sin rencores.
Pd: Un saludo al Pastor Soto queva a saturar con reclamos al CNTV y a todo persona que se haya, al menos,incomodado con la serial. Aquí estamos y acá vamos a seguir. Gays de Chile, Uníos!